En los sillones del Consejo de Ministros se han sentado en lo que llevamos de Democracia 186 ministros. Más hombres que mujeres -procedentes de todas las comunidades autónomas menos de Ceuta ni Melilla-, ninguno de los titulares de carteras ministeriales ha reconocido públicamente su homosexualidad. Dentro de los muros de Moncloa, donde se cocinó el matrimonio igualitario que colocó a España como uno de los países más avanzados en defensa de los derechos LGTBI, ninguno de sus inquilinos -en casi cuatro décadas- se ha atrevido a romper ese techo rosa hasta ahora inquebrantable. “Los ministros creen que desvelar que no son heterosexuales supondría un castigo en las urnas”, explica el activista gay Rubén López.
Hace no más de dos años, un actual ministro del Gobierno de Mariano Rajoy reconocía “con total naturalidad” a una periodista con la que ha contactado EL ESPAÑOL que convive con su pareja del mismo sexo. Una realidad contrastada por este diario con otros informadores parlamentarios con los que este/a político/a compartió charlas en los pasillos de la Cámara Baja. Por aquel entonces era diputado/a en el Congreso y aún no había ningún atisbo de que fuese a ser señalado/a por el dedo de Rajoy para ocupar un Ministerio. La llamada del líder del Partido Popular finalmente se produjo -como al resto de compañeros de Consejo de Ministros- a inicios del pasado mes de noviembre. Desde entonces, cuando posó ante la escalinata de acceso a La Moncloa, ha vuelto a ser “invisible” para el colectivo LGTBI.
No sólo hay un único caso. Durante la etapa de José Luis Rodríguez Zapatero, otros dos de sus ministros eran homosexuales. Sin embargo, que el gobierno socialista del que formaban parte hubiese diera pasos agigantados en materia LGTBI no fue impulso suficiente para que saliesen del armario. Ambos formaban parte de los ministros que Zapatero eligió para su segunda legislatura tras ganar las elecciones en 2008.
Tampoco se pronunció públicamente sobre su orientación sexual mientras ocupaba su cargo el ex ministro de Educación (1995-1996) Jerónimo Saavedra. Fueron necesarios cuatro años tras abandonar el último Consejo de Ministros de Felipe González para que el ahora diputado en el Parlamento autonómico de Canarias reconociese que es gay. Lo hizo en el año 2000 a través del prólogo de un libro de Fernando Bruquetas titulado ‘Outing en España’, en el que se recogían los casos de outing (salidas del armario forzosas) hasta ese momento.
España es el segundo país de la Unión Europea con mayor tasa de población gay, según un reciente estudio. El informe dice que el 6,9% de los españoles son gays, lesbianas o bisexuales. Si atendemos a estos datos, las cuentas no cuadra: 0 ministros homosexuales de 189, cuando se tendrían que haber sentado en los sillones de moncloa hasta 13 ministros LGTBI. Unos números que, desde muchas esferas públicas, se utilizan para criticar la falta de futbolistas, por ejemplo, que no salen del armario.
“Ser LGTB sigue siendo un tabú en muchos espacios de la vida política y hay la creencia de que puede perjudicar en unas elecciones”, explica a este diario Rubén López, del colectivo Arcópoli. Además, añade que si el político da el paso, “automáticamente” se les asocia a “materias sociales y de Igualdad”. López pide romper ese “techo rosa” porque el hecho de que un ministro reconozca su homosexualidad supondría “un gesto de apertura que beneficiaría mucho en términos de igualdad”. “Tener un referente político al más alto nivel siempre es un ejemplo que ayuda a esas personas que están a punto de salir del armario y que tienen miedo de un entorno hostil o de que se les juzgue sólo por clichés”, analiza.
Para Jesús Generelo, presidente de la Federación estatal de lesbianas, gays, transexuales y bisexuales (FELGTB), la ausencia de ministros homosexuales dice “mucho” del camino “que todavía queda por recorrer”: “La LGTBfobia es mucho más poderosa de lo que la gente tiende a creer y algunos partidos siguen teniendo muchos prejuicios”.
-¿Está la sociedad española para un ministro gay o una ministra lesbiana?
-“Sin género de dudas. Como lo está para la diputada autonómica madrileña transexual Carla Antonelli, la senadora lesbiana Pilar Lima o el conseller catalán gay Santi Vila. Lo que tenemos que ver es si los partidos están preparados y han creado el campo de cultivo necesario para que esto pueda pasar”, explica López.
-”La sociedad está, en este aspecto, muy por delante de las políticas efectivas que se hace para erradicar la discriminación. Estoy convencido de que no hay ningún problema. La prueba es la respuesta que la sociedad ha tenido con Miquel Iceta, por ejemplo. No sólo se le respeta, sino que se le admira por su honestidad y su buen humor.
EL EJEMPLO DE IRLANDA Y SERBIA
Las que sí parecen preparadas son las sociedades de Irlanda y Serbia. Tan sólo dos décadas después de que la homosexualidad fuese delito en Irlanda, un político abiertamente gay ha ganado las elecciones y se convertirá en el primer ministro de una república con una fuerte tradición conservadora. Así, Leo Varadkar visibilizará a un colectivo que se puede casar en Irlanda desde hace dos años gracias al referéndum que aprobó el matrimonio entre las personas del mismo sexo.
Los colectivos de gays, lesbianas, bisexuales y transexuales también están de doble enhorabuena en Serbia. Ana Brnabic no será sólo la primera mujer que acceda al puesto de primer ministro, sino que además es abiertamente lesbiana. A sus 41 años -y formada en el mundo de la política y economía- ha sido nombrada en este puesto de máxima relevancia para guiar a un país en el que el 65% de los serbios piensa que la homosexualidad es una enfermedad.
En definitiva, como explican los activistas a este diario, se trata de crear “referentes” porque demostraría “que no hay techos de cristal, que se puede valorar a una persona LGTB por su valía personal, sin importar su orientación sexual o su identidad de género”. “Cuanto mayor relevancia tiene la salida del armario, más difícil se hace. Pero, por otra parte, más responsabilidad pública se tiene, la responsabilidad de ayudar a todas esas personas, especialmente las más jóvenes, que necesitan referentes para mejorar su autoestima o, por ejemplo, para dejar de sufrir rechazo o acoso en las escuelas”, asegura Generelo.
Referentes que sí han sido altos cargos como los embajadores de Estados Unidos y Francia aquí en España. El embajador durante la era Obama aquí en Madrid se convirtió durante años junto a su pareja Michael Smith en un referente del colectivo LGTBI imponiendo una forma de vida privada en la embajada en la que su homosexualidad era tratada con total naturalidad. Una etapa que se cerró en la capital con una macrofiesta en la que se dieron primeras espadas del activismo gay en España como Beatriz Gimeno, Grande Marlaska o Topacio Fresh. También en su momento, aunque con un perfil más bajo, lo hizo el embajador de Francia, Jérôme Bonnafont.