Philo vive encima de una zapatería, pero hace años que no estrena calzado. Ahora que ha llegado el verano lleva unas chanclas desgastadas que arrastra por el asfalto de camino al colegio de sus hijos. Dice que no tiene dinero para comprarse unos zapatos nuevos. "Lo importante es pagar el piso, la escuela y la comida. En mi país [Nigeria] a veces incluso íbamos descalzos", dice en un español a medio cocinar. Tiene 36 años y su piel es marrón como la tierra africana. Se casó unos meses antes de venir a Europa a cumplir el sueño futuro de unos hijos que ni siquiera llevaba aún en el vientre. Su marido, Ebo, que está presente en todas las conversaciones, interrumpe: "Toda mujer quiere tener niños. No hay que casarse pronto, pero sí algún día. Y luego la tripa se te pone así", dice formando un óvalo con sus manos. "Si no luego, ¿quién cuida de ti?".
El pelo de Philo está lleno de trencitas, aunque en los días de calor es habitual que las esconda bajo una gorra gris jaspeada. Su día a día es discreto. Lleva a sus cuatro críos al colegio, va al Mercadona de Lavapiés a comprar, hace la comida, recoge a los niños del colegio. Ella se encarga de las tareas del hogar mientras su marido trabaja fuera de casa: ahora reparte publicidad, pero aspira a conseguir un trabajo estable. También es el encargado de mantenimiento del edificio en el que vive. "Él es que limpia", dice Teo, un vecino dominicano de la familia. "Con lo que tenemos pagamos el piso, la comida, el colegio. Pero somos pobres", cuenta Ebo sin dar detalles. La rutina de Philo se vio alterada cuando el martes 14 de junio se cruzó a Pedro Sánchez cuando iba de camino a casa tras recoger a sus hijos de la escuela y él se dirigía a un acto en la sede de UGT situada en Hortaleza 88, Madrid.
El líder socialista debía estar a las 13 horas en la asociación sindical, pero se retrasó diez minutos. El tiempo necesario para que Philo recogiese a sus hijos del colegio concertado Santa Isabel, en Hortaleza 77, y caminase por la calle en dirección a casa, situada a pocos metros de Tribunal. "Había mucha gente, yo le había visto en la tele. Tenía buena intención, queríamos darle la mano. Luego me vi en la tele y no entendía nada. Hizo así [repite el gesto de Sánchez sacudiéndose las manos] y yo no sé por qué. Todo el mundo hablando de mí y de mis niños porque él se limpió las manos. Eso no estuvo bien".
Casi una semana después, el vídeo en el que Pedro Sánchez se sacudía las manos después de saludar a Philo y sus hijos se difundió en las redes sociales y Philo se reconoció en televisión. Sin saberlo, esta nigeriana y sus hijos habían entrado en el juego sucio de la política. Al parecer, una usuaria de Twitter colgó el vídeo en la red social acompañado del hashtag "#fijoquemanchan". Poco después eliminó el tuit de su cuenta, pero otros usuarios ya lo habían descargado. Cristina Cifuentes lo calificó de "horror"; Nuevas Generaciones del PP lo tituló en Twitter como "Pedro Sánchez, el limpio"; el exalcalde de Badalona, Xavier García Albiol (PP), aseguró que "una imagen vale más que mil palabras"; y la portavoz del PP en la Asamblea de Madrid, Isabel Díaz, Ayuso, lo tuiteó con la frase "Parece que a Pedro Sánchez le da asquito tocar a la gente...".
El líder socialista se defendió de los ataques a través de su cuenta de Facebook, en la que comentó que "en política, no todo vale": "Mi compromiso con la defensa de la igualdad, la tolerancia y la diversidad es incuestionable, nadie puede decir ni insinuar lo contrario", añadió.
"Una gran coalición"
"Ella no habla ni entiende bien el español. Vería ese gesto y los titulares acusando a Pedro Sánchez de racismo y se lo creería", cuenta una amiga de Philo que también lleva a sus hijos al colegio Santa Isabel. En el vídeo, uno de los hijos de la nigeriana también se mira la mano. "Quizá tenía algo pegajoso", le digo. "Puede ser, sí. Los niños, ya sabes". Philo prefiere que sus hijos no hagan declaraciones tras su aparición involuntaria en los medios de comunicación.
"Unos amigos nos dijeron que nos habían visto en la tele. No me gustó eso. Somos personas normales, yo busco trabajo, mi mujer cuida de los niños. Los políticos deberían preocuparse de otras cosas", apunta Ebo. El marido de Philo suele llevar una gorra con las letras NY estampadas sobre ella, incluso cuando está en casa. Llamo a su puerta, se asoma a la mirilla y sale al rellano. "Mejor no entres porque si no mi mujer puede decir que qué hace una blanca en casa". A Ebo no le gusta hablar demasiado de su familia, desconfía del que hace muchas preguntas: "No quiero decir nada sobre Pedro Sánchez, no le conozco", reconoce. Desde el anecdótico encuentro, nadie de la formación política ha intentado ponerse en contacto con ellos para explicarles lo ocurrido. Mientras la prensa se hacía eco del vídeo y trataba con ahínco de dilucidar las razones por las que Sánchez pudo sacudirse las manos, Philo se vio inmersa en un juego político y mediático que le era totalmente ajeno. "Para ellos sólo somos esos negros a los que un político ha dicho 'hola'. Yo quiero mi vida normal, los famosos son ellos".
A pesar de cierta dificultad a la hora de explicarse en castellano, su dominio del lenguaje político es el propio de alguien que lee la prensa a menudo. Conoce todos los partidos políticos y emplea el término "coalición" como remedio a la inestabilidad. "Pienso es que todos, los cuatro, deberían ponerse de acuerdo. Sánchez del PSOE, Rajoy, Podemos-Iglesias, Rivera... Quiero una gran coalición, los cuatro, sí. Porque si no vamos a seguir como estamos ahora, como en las últimas elecciones, sin gobierno. Nada cambia". A pesar de sus deseos políticos, el domingo no ejercerá su derecho a voto: "No me apetece, no sé a quién votar".
16 años en España
En España hay cerca de 45.000 nigerianos. Un 22% (algo más de 10.000) de dicha comunidad vive en Madrid. Philo y Ebo vinieron de Lagos a la capital hace 16 años. Unos años después se quedó embarazada de la que sería su hija mayor, Ruth. Los otros tres niños vinieron con una diferencia de dos años entre cada uno de ellos. "Antes de casarnos estuvimos un tiempo de novios, unos 3 o 4 años. En África cuando te casas ya es para toda la vida, no como aquí", dice Ebo.
Esta familia vive en un piso de la calle Fuencarral. El portal es de madera y hay una pegatina con el corazón de Unidos Podemos. Los escalones del edificio parecen toser como un anciano en sus últimos días cuando alguien sube o baja. La entrada a su piso es oscura y hay un sofá que mira hacia la pared. Una de las habitaciones está ocupada por una vecina a la que apenas conocen. "El propietario alquila algunas habitaciones pero nosotros tenemos nuestro propio baño. No puedo contarte más porque eso es cosa del propietario", cuenta Ebo. Este periódico ha tratado de contactar con el dueño del edificio, pero ha rechazado hacer declaraciones al respecto.
Dos veces por semana este matrimonio nigeriano acude a una iglesia evangélica en Villaverde. "Somos muy creyentes, somos evangelistas, aunque Dios siempre es el mismo. Cogemos la línea amarilla en Callao y vamos a la iglesia, es importante para nosotros". Normalmente, Ebo va los miércoles y Philo, los jueves; el domingo la familia entera acude a misa. "Mis hijos van a la escuela católica porque creo que es un buen colegio. Quiero un buen futuro para ellos". Dice Ebo que cuando sus críos tengan su propia vida, él y Philo volverán a Nigeria, donde les esperan sus padres y hermanos. "Europa nos acoge pero en África queremos descansar".