No saben todavía sus compañeros si el misil que acabó con la vida del doctor Maaz era ruso o sirio. Ambas son las únicas aviaciones que, día sí y día también, bombardean la ciudad de Alepo, en el norte de Siria. Uno de los objetivos prioritarios de los ataques son los hospitales. Los médicos son presa mayor. “Cada doctor muerto supone 200 civiles menos”, dicen en Siria. Una macabra ecuación que el régimen de Bashar Al Asad lleva aplicando en zonas rebeldes como Alepo desde hace más de dos años.
El pasado fin de semana volvieron a lograrlo: un bombardeo sobre el hospital pediátrico Al Quds mató al doctor Maaz, a un odontólogo, tres enfermeros y veinte pacientes. Otros 24 vecinos de los edificios cercanos al centro resultaron también muertos cuando se vinieron abajo sus casas. El enésimo crimen de guerra en Siria.
El doctor Mohamed Wassim Maaz era el único pediatra que quedaba en Alepo. Los últimos de cada especialidad van cayendo en la ciudad maldita para los médicos. Hace tres meses otra bomba mató al doctor Shifa, el último especialista cardiovascular de la ciudad. A finales de 2013 las bombas de barril pulverizaron la única unidad de neonatos de la región. Desde entonces, debido al estrés extremo al que están sometidas, ha aumentado enormemente el número de mujeres que dan a luz de manera prematura.
“Es una estrategia”. Lo explica Miriam Alía, ex coordinadora médica de Emergencias en Siria de Médicos Sin Fronteras (MSF). Miriam estuvo en Alepo en varias ocasiones, desde 2012 hasta 2014, año desde el que los secuestros del Estado Islámico hacen imposible la presencia de extranjeros en las zonas de combate. “Los hospitales, centros médicos, ambulancias y equipos de rescate han sido objetivo frecuente desde el principio del conflicto, junto con panaderías, escuelas, y otras lugares donde hay altas concentraciones de población. Los médicos, enfermeros, conductores de ambulancias y cascos blancos (grupos de voluntarios dedicados a rescatar a heridos y cadáveres tras los bombardeos) son víctimas predilectas de los ataques”, explica Miriam.
El régimen no disimula sus intenciones. La técnica utilizada casi siempre consiste en lanzar una primera bomba y esperar a que los servicios de emergencia lleguen. Una vez que están sobre el terreno ayudando a los heridos, lanzan nuevas bombas para acabar con ellos. “Los médicos son objetivo desde las primeras manifestaciones en 2012 contra el régimen”, cuenta Miriam. “Entonces los médicos que atendían a heridos eran atacados”.
Amnistía Internacional (AI) lleva meses denunciando esta estrategia. “Siria y Rusia están atacando deliberadamente centros médicos en lo que supone una flagrante violación de las leyes humanitarias internacionales. Sus ataques parecen formar parte de una estrategia militar”, expresa Tirana Hassan, directora del Programa de Respuesta a la Crisis de AI.
Sólo en el primer mes y medio de 2016, y según datos de MSF, se produjeron diez bombardeos sobre siete hospitales en Siria. En 2015, hubo 106 ataques aéreos que alcanzaron a 63 centros médicos. En Siria, de media, es bombardeado un hospital a la semana. Dejar sin posibilidad de asistencia y cura a la población es otra forma de asesinar civiles.
Asumir que vas a morir
En la imágenes que una cámara de seguridad recogió en el bombardeo sobre el hospital pediátrico de Quds puede verse cómo el doctor Maaz pasa por un pasillo y, segundos después de desaparecer de plano, todo salta por los aires. Ahí terminó todo para un médico que eligió no salir de su país, arrasado por la guerra. “Conocí al doctor Maaz en 2013. Era un profesional honesto y comprometido. Abandonar Siria no entraba en sus planes”. Lo cuenta Aitor Zagalgogeazkoa, excoordinador médico de MSF en Alepo. “Creo que, como muchos otros profesionales sanitarios sirios, el doctor Maaz ya había asumido que no viviría para ver el final de la guerra”.
Se estima que en Alepo quedan unos 60 médicos. Muchos de ellos son residentes e incluso estudiantes de medicina que se han tenido que poner al frente de centros médicos para atender al torrente de heridos y enfermos. 60 médicos para atender a una población en guerra de más de dos millones de personas.
El resto ha muerto o ha huido de Siria. Los propios trabajadores de MSF se han encontrado a colegas médicos sirios en las rutas de refugiados. “Nos ha ocurrido -cuenta Miriam Alía- que nos hemos encontrado a médicos con los que hemos trabajado en Alepo en campos de refugiados de los Balcanes o Lesbos”.
Los que quedan en la ciudad viven en los propios hospitales. Son objetivo prioritario de bombas y francotiradores y por eso evitan caminar por la calle o permanecer en casa. Vana visitar a sus familias una o dos veces al mes y el resto del tiempo permanecen en el interior de los hospitales. Si es que, a estas alturas, se les puede llamar hospitales.
Hospitales ambulantes
Dos años de bombardeos sin tregua han reducido a escombros los hospitales de la que fuera ciudad más poblada de Siria y capital financiera. También médica: la paradoja es que la escuela de medicina de Alepo y los profesionales que de ella salían eran los más prestigiosos del país y de gran parte de Oriente Medio. Los médicos sirios tienen una excelente reputación en la comunidad médica internacional.
“Lo que ocurre cuando bombardean un hospital es que los supervivientes recogen los instrumentos y el material que no ha sido destruido y se lo llevan rápidamente a otro lugar. Literlmente: recogen y salen corriendo”, explica Miriam. De esta forma, los hospitales de Alepo se han convertido en una suerte de sanatorio ambulante en el que se usa el instrumental que sobrevive a los ataques y donde se atiende a los pacientes en los bajos y sótanos de edificios que quedan en pie. La ubicación de estos sanatorios, obviamente, trata de mantenerse oculta, para no ser objeto de nuevos bombardeos. Los médicos de Alepo operan con un ojo en el paciente y otro en el cielo.
El consuelo que le queda a valientes como el fallecido Mohamed Wassim Maaz es que, en las comunidades sirias, los médicos son considerados héroes. Atienden a los heridos sin distinción de bandos. Muchos han salvado la vida a combatientes del Estado Islámico. Eso a pesar de que los distintos bandos, en ocasiones, los secuestran y les obligan a atender sólo a sus compañeros. A veces son asesinados si les sorprenden ayudando a un enemigo.
Hace dos días la presidenta de MSF, Joanne Liu, dio un discurso en Naciones Unidas donde recordó a los países asistentes lo obvio: que ellos mismos, incluidos los que hoy asesinan médicos en Alepo, firmaron no hace tanto un resolución unánime para la protección de hospitales y personal médico en los conflictos armados. Una resolución ignorada con crueldad que podría vaciar de médicos la guerra de Siria.