Javier Gurruchaga (San Sebastián, 1958). Líder de la Orquesta Mondragón, que cumple 40 años. En el 78, año de la Constitución, llegó a Madrid. Desde entonces, en la música, la televisión, el cine y el teatro ha sido, y es, un icono de nuestra posmodernidad.
Empecé con la Orquesta Mondragón justo al morir Franco, en 1976, o sea que son 40 años. Nació en un programa de radio, y ya se abría la censura. Somos un grupo de larga carretera. Mucho tiempo y poco tiempo, que se ha pasado en un pis-pas.
Nuestra primera actuación en Madrid fue en el Teatro de la Comedia, en 1978, el año de la Constitución. O sea que yo asocio nuestro comienzo con el Teatro de la Comedia y con la Constitución.
En 1978 nos pusimos todos de acuerdo, eso que ahora parece tan difícil. Desde entonces, España ha cambiado mucho, como todo el mundo. Hemos ganado y hemos perdido. Hemos ido ganando en libertades, aunque en los últimos años estamos perdiendo en libertad de expresión. Y hemos perdido en valores, dentro de la educación, el comportamiento, el respeto.
Con 16 años, en 1974, me examiné para sacar el carné oficial de circo, variedades y espectáculos del sindicato vertical
En pleno franquismo, mis primeros grupos fueron Calígula y Orfeo. Con 16 años, en 1974, me examiné para sacar el famoso carné oficial de circo, variedades y espectáculos del sindicato vertical y lo aprobé con dos canciones de los Beatles.
Mi padre, Vicente Gurruchaga, ferroviario, al acabar la guerra fue represaliado porque le tocó en el bando republicano. Lo de ferroviario le venía de familia. Mi abuelo fue jefe de estación en Zumaya, dónde está la casa museo del pintor Zuloaga, que era del otro bando. Mi padre, después de la guerra, fue descargador de bidones de aceite en Pasajes. Hasta los 65 años trabajó mucho, y gracias a Dios vivió hasta los 95.
Mi madre, Antonia Iriarte, fue una gran cocinera de la alta burguesía y la aristocracia vascas. Se la rifaban, pero le pagaban fatal. Era de Oñate, de familia de txistularis. Mi abuelo, mis tíos, todos han sido txistularis. De ahí me viene la afición por la música, mi madre me la inculcaba: “A ver si aprendes el txistu o el acordeón”. Y yo tiré por el saxo, y nada de música del Padre Donostia, sino los Rolling Stones.
De niño, en San Sebastián, comencé a estudiar en la escuela nacional de Amara, donde cantábamos el Cara el Sol
Mi madre era muy religiosa, mi padre pasaba un poco. Me marcaron mucho, porque era hijo único, pero también me dieron mucha libertad. Trabajaban los dos y yo sacaba buenas notas pero pasaba muchas horas en la calle.
De niño, en San Sebastián, comencé a estudiar en la escuela nacional de Amara, donde cantábamos el Cara el Sol, y el mes de mayo era el Mes de las Flores, todo muy ultra-cristiano. Pero de ahí pasé a Los Ángeles, que era un colegio “super-oliver-twist”, con los frailes de La Salle en su versión pobre. Y ahí aprendí lo que era la adolescencia y la vida. Y luego me puse a trabajar en el Banco San Sebastián, y estudiaba por las tardes.
Hice hasta segundo de Filosofía y Letras, al tiempo que estudiaba saxofón. Pero ya me entretuvieron David Bowie, Lou Reed, Elton John, las primeras películas del Ernst Lubitsch, To Be or Not to Be, Fellini, y todo eso va creando un mundo y es el origen de la Orquesta Mondragón.
En el 78 llegué a Madrid. Haro Ibars, Luis Alberto de Cuenca, Moncho Alpuente y Sabina nos hicieron letras
Aprendí a tocar el saxofón con el subteniente Maestu, del Ejército, un músico navarro. Me llevó a ser voluntario en la Banda de Música en la mili. Tengo un gran recuerdo. Hice el campamento en Vitoria y luego en San Sebastián. 20 meses como voluntario.
Empecé haciendo radio, con 16 años, un programa de jazz en La Voz de Guipúzcoa, que al despedirnos teníamos que cortar tres minutos antes porque se tocaban tres himnos: el Cara al Sol, el requeté y el nacional. Y con 18 comencé con la Orquesta parodiando a Elena Francis. Luego nos pasamos a Radio Popular, de la COPE.
Con 20 años, en el 78, como he dicho, Madrid. Eduardo Haro Ibars vino a vernos a la Comedia. Le llevó un amigo común, Fernando Canales. Luego conocí a otra gente. Eduardo, Luis Alberto de Cuenca, Moncho Alpuente y Sabina nos hicieron letras. Con Haro Ibars nos pusimos a trabajar en ese otoño del 78, preparando Muñeca hinchable, que fue nuestro primer disco. Eduardo iba vestido de negro y me hablaba mucho de Edgar Alan Poe.
Nunca he querido entrar en temas políticos. Fellini, Lennon, Lindsay Kemp, los hermanos Marx, esa era nuestra biblia
Llegué a Madrid desde el País Vasco. Madrid es una ciudad donde nadie se siente extranjero, es muy abierta. En la Movida, la mayoría éramos de fuera. Alaska era mexicana, el otro venía de Barcelona… En Madrid se siente uno libre. Donosti tiene sus grandes encantos, pero es una ciudad en la que todo el mundo sabe lo del vecino. El nacionalismo ha existido siempre y sigue existiendo. En la familia todos será muy nacionalistas.
¿ETA? Siempre he defendido la libertad. Y he creído en la igualdad del ser humano. Nunca he querido entrar demasiado en temas políticos. Por eso me he evadido con Fellini, John Lennon, Lindsay Kemp, los hermanos Marx, esa era nuestra biblia.
Una de las canciones que más me divierte cantar es Ponte la peluca; Bon voyage me gusta mucho, y Viaje con nosotros conecta mucho con la gente. Entre mis canciones favoritas estaría Garras humanas, me define mucho.
Hice televisión. ¡La bola de cristal! Lolo Rico fue la que me llamó para 13 programas, y acabé haciendo 130. Fue un programa que gustaba a todos, a niños y a mayores. Estaban Alaska, Auserón, Loquillo. Luego, Pilar Miró me propuso hacer un programa de entretenimiento, de noche, y la verdad es que fue revolucionario.
De mis películas rescataría, porque fue el testamento del maestro Berlanga, París-Tombuctú, que además se rodó en mi casa
En el cine he hecho El rey pasmado y Tirano Banderas, con las que fui nominado para los Goya. También, Si te dicen que caí, con Vicente Aranda. Y otra que rescataría, que fue como el testamento del maestro Luis Berlanga, París-Tombuctú, que además se rodó en mi casa. Mucha gente no sabe, pero se tiraron ocho días filmando ahí, supuestamente en el estudio de trabajo de un diseñador de zapatos.
Y en teatro, últimamente, el Pluto, de Aristófanes. Hice la música, ya que era casi un musical. Hacía de dios de la riqueza, Pluto, y de la diosa de la pobreza. La verdad es que tuvimos mucho éxito. Éramos muchos, y los números salían justos con el 21% de IVA, que parece que ahora va a bajar al 10.
Preparo un disco de duetos con artistas mexicanos y españoles. Y trato de celebrar este 40 aniversario de la Orquesta Mondragón. Tengo un proyecto muy interesante que me ha ofrecido Tamzin Townsend, para hacer Héroes, de Tom Stoppard. Y estoy implicado en un Napoleón, de Javier Tomeo, que fue un gran amigo, con el que estamos en deuda.
Con la que está cayendo se necesita unirnos más, tratar de buscar soluciones de consenso
He hecho algo de dinero, sí. Me compré un caserón bien grande. Pero soy bastante derrochón, haciendo viajes, comprando libros y discos. Bueno, sigue entrando un dinerito por la SGAE. Uno tiene sus ahorritos, y vamos tirando.
El 21% del IVA en la cultura ha sido terrible. A pesar de todo, no he dejado de trabajar. Pero ojalá baje el IVA y podamos hacer arte de una manera más respetuosa. La crisis es fuerte con cuatro o cinco millones de parados. Es un poco “heavy”. Y el 50% de la juventud no tiene trabajo.
Yo en el 15-M, como en todas las cuestiones políticas, he sido muy observador. Ha habido cosas que me han gustado mucho y otras no tanto. Veo como se cogen tics. Yo no me caso con nadie, pero creo que al final todo el mundo se contagia de los tics que criticamos. Y ahora creo que con la que está cayendo se necesita concentrar más los esfuerzos, unirnos más, tratar de buscar soluciones de consenso.
“Los políticos no enamoran, no hay romanticismo, son como vendedores de lavadoras”
Los grandes partidos se han debilitado porque no han resuelto los problemas reales. Al ver el despilfarro, el robo y la corrupción, el ciudadano que no tiene ni para comer unas lentejas estalla. Los políticos hablan mucho y luego no hacen lo que dicen que van a hacer. Y yo me siento cada vez más escéptico con todo.
Hay desconfianza con los políticos. Hemos perdido mucho de ese encanto que en los 80 había con los políticos. Nos mienten mucho y con los programas hacen lo que quieren. Los políticos no enamoran, no hay romanticismo, son como vendedores de lavadoras. Con todos mis respetos, como muy de El Corte Inglés. No son buenos oradores. Y tienen muy poco sentido del humor. Todo está escrito, improvisan poco. Hay algunos líderes, pero desde luego aquí en política no hay un Mick Jagger, un Lennon, un Elvis. Estamos de Serie B.