Verano, las fiestas y la plaza del pueblo o la ciudad. Hace falta música para encender a un público escaso que se moja con fina lluvia. Sale Ariel Rot al escenario, enchufa su guitarra, enlaza unos riffs stonianos y se gana a la audiencia. Llegan los espectadores, se dejan oír en los primeros estribillos y desaparece la lluvia. El músico argentino y su banda aprietan el botón de arranque de su máquina del tiempo y su música navega por el legado en solitario de Rot, por Tequila, por Los Rodríguez. Con pulso de rock, en clave de blues, y para goce de quienes muchas noches vibraron, bailaron o se enamoraron con estas canciones.
Buen concierto en la plaza de María Pita el de Ariel Rot, empeñado de entrada en agarrarse, a su manera, a la nostalgia. Con Vals de los recuerdos y Hasta perder la cuenta para calentar músculo, rescatadas de su Cenizas en el aire de 2000. Volvió más tarde a un álbum previo, Hablando solo (1997), con el que giró el año pasado y del que ayer martes en A Coruña recuperó quizá sus interpretaciones más redondas: una excitante Bruma en la Castellana y una conmovedora Vicios caros. Más público se unió al concierto, unas 3.000 personas en la plaza, además de quien escuchaba en terrazas y soportales.
Para entonces, el músico ya había destapado las esencias contagiosas de los éxitos inmediatos con la Dulce condena de Los Rodríguez en el tercer corte del set list y recorrido poco después su tramo "prehistórico" de Tequila con la electrizante Quiero besarte y un medley bluesero abierto con la oportuna Rock & Roll en la plaza del pueblo. "Si quieres tocar rock, escucha siempre un poco de blues, todos los días", aconsejó el argentino, encantado de plantarse por tercera vez en María Pita: "Cómo me gusta estar en esta plaza".
Esta vez reunió a un grupo que, dijo, hacía tiempo que no tocaban juntos. Y sonaron impecables. Al quinteto se le vio feliz, pletórico por momentos, con el maestro Tito Dávila ante las teclas, veterano aliado de batallas de Rot, otro errante camarada como Mac Hernández con el bajo, el estadounidense Danny Griffin en la batería y Ricardo Marín con la segunda guitarra. Al frente, un Rot dominador de la escena, alegre con la respuesta entregada del público y agradecido: “Soy afortunado por muchas cosas que me ha dado la vida, una de ellas la música”.
Rock del ascensor regaló un deleite gamberro y Me estás atrapando, una dosis de añoranza. A Ariel le pedían canciones desde las primeras filas, temas propios, no de Los Rodríguez, pero con dos éxitos encadenados de la banda que compartió con su compatriota Andrés Calamaro, Milonga y Mucho mejor, cerró una actuación de esas que hacen que a uno la fiebre adictiva del rock se le meta en las venas. "Gracias Coruña por subirme a mi sueño", dijo poco antes de despedirse y lanzar besos a quienes se le sube el ánimo con su música.