El ERE de la firma gallega Caramelo marcó un antes y un después en la vida de Javier Quintela. El cierre en 2017 de una de las marcas más grandes de Galicia por aquel entonces se hacía con las portadas de todos los periódicos: cientos de trabajadores quedaban en la calle después de años de lucha por mantenerla a flote.
El diseñador Javier Quintela no sobrevivió a aquel primer ERE en 2013. "Fue un momento de iluminación, de decir: 'Ya está'. Era una empresa maravillosa de A Coruña, donde se trabajaba muy a gusto, y han conseguido que quiebre cuando tenía una calidad increíble. En ese momento decidí seguir por mi cuenta", relata.
Después de 25 años trabajando en el sector moda -ahora tiene 47-, y después de pasar por firmas como Inditex, decidió crear su propia marca. "El universo me lo puso aquí. En Caramelo pasamos de estar genial a de repente un ERTE y ver como despedían a gente de mi equipo. En fin, fueron situaciones horribles", cuenta. En ese momento se replanteó su futuro: "¿Me voy a meter en otra empresa para estar igual dentro de dos años, con el mismo estrés y sin calidad de vida? Simplemente capitalicé el paro, que era lo que podía hacer, cogí el local y empecé de cero".
"Siempre quise el trato personalizado. También soy súper ecologista y consciente del mundo en el que vivimos y la moda es la segunda empresa que más contamina el planeta, entonces como que no va mucho con mi personalidad", explica el diseñador. Fue por eso por lo que empezó a elaborar vestidos personalizados: de novia, de fiesta o ropa de calle. "Prendas hechas con buenos tejidos, de calidad, con un buen patronaje, sin seguir ninguna tendencia, como se hacían antes", cuenta el experto.
Hace 15 años decidió desvincularse del mundo de la superproducción. "La gente antes tenía dos o tres conjuntos para cada año y la ropa le duraba muchísimo. Creo más en vestirte como una necesidad, aunque lo hagas bien y elegante, pero no tener que comprar cada año no sé cuántos modelos porque el circuito de la moda diga que hay que seguir las tendencias", confiesa.
Desde que Quintela decidió tomar este rumbo siente que es más honesto consigo mismo. "Después de diez años en empresas me di cuenta de que yo tenía algo más que aportar. Al final un diseñador ahí es poco más que una fotocopiadora. Yo no me sentía muy valorado en las empresas, porque buscan que copies lo que hay, que vayas de viaje, que traigas prendas, las fusiles y eso es lo que se fabrica con alguna modificación", añade el diseñador.
Vestidos personalizados
Cuando Javier se lanzó a la aventura de crear su propia marca, tan solo contaba con un taller, unas cuantas telas y su imaginación. No necesitaba más. Su primera colección la sacó hace unos ocho años, aunque su "Imperio Romano" siempre han sido los vertidos personalizados.
Fue hace 10 años cuando Javier trasladó su atelier a la calle Compostela. Un pequeño rincón de la ciudad herculina en la que pasa la mayoría de sus días: diseñando y creando. Un espacio en el que las paredes están cubiertas de zapatos y hay hasta un espacio de terapia. "Una parte muy importante de mi trabajo es la psicología", soprende.
"Yo trabajo siempre con una primera cita para conocer a la clienta. Tomo nota de todo, lo que pregunto, de lo que veo, de lo que siento. Y en base a todo eso, después me pongo a diseñar y hago cuatro, cinco o seis diseños para cada persona. Luego vemos los diseños juntos, les enseño tejidos y les voy explicando cada diseño", indica. En base a la percepción de la novia o clienta realiza las modificaciones que sean para dar paso al resultado final. "Es un diseño que le tiene que gustar a esa persona", añade.
La primera prueba se hace con un tejido diferente al del vestido, todo ello para hacer el patrón y ajustarlo al cuerpo. La segunda es la del vestido elaborado. "La tercera es un proceso muy bonito", dice emocionado. Aunque la última palabra la tenga siempre la clienta, en cada vestido va incorporado el propio estilo del diseñador.
A partir de los 2.200 euros
Por el momento no ha rechazado ningún trabajo porque no se adecuara a su estilo, lo que sí tiene claros son sus principios. "Yo te puedo hacer un diseño que se adapte a ti. Con tus ideas y con las mías, pero si quieres una copia, yo no soy una modista", reconoce.
Un vestido personalizado de novia diseñado por Javier Quintela ronda a partir de los 3.500 euros. Dependiendo de la tela, del trabajo que le lleve y de otros muchos factores, el precio va en aumento. El de madrina es de unos 1.700 euros, mientras que de la madre de la novia son unos 2.500. Sin embargo, en caso de ser uno de su colección, el precio es menor, a partir de los 2.200 euros. "Tengo fama de caro, pero no lo soy", ríe.
En las paredes de su estudio se pueden observar también decenas de zapatos de tacón de la marca española Flor Asoka, que también se pueden personalizar, es decir, puedes cambiarle el material, el color e incluso la altura y/o forma del tacón. Estos van desde los 285 euros.
"Todo lo que hay aquí es artesano personalizado". Además, Quintela aborrece los chales, prefiere los kimonos: "Los que tengo los trae una chica de Japón. Son vintage: todos tienen más de 30 años, hechos en seda, pintados a mano y bordados también a mano. Son piezas únicas".
"Esto no es una tienda. Para mí es como mi casa y mi idea es que tú te sientas como en casa. Entonces, al final, es un proceso de varios meses en el que se van forjando vínculos muy bonitos", expresa. Muchas mujeres son las que sueñan con que llegue este momento a lo largo de su vida. Javier Qiuntela hace realidad el sueño de muchas novias. Es capaz de hacerte sentir Cenicienta, incluso más allá de la medianoche.