Vivir en “a raia” y cruzar el Ponte Joao Verde e Amadro Saavedra varias veces al día es, para los habitantes de Salvaterra de Miño, algo de lo más normal. Este municipio de la provincia de Pontevedra, capital de la Comarca do Condado do Tea, forma una eurociudad con la población portuguesa de Monçao, en el Alto Minho. Ambas son conocidas por su abundancia en viñedos y por la calidad de sus vinos.
En Salvaterra de Miño destacan dos monumentos, uno arquitectónico y otro natural. El primero es el Castelo de Salvaterra, una fortaleza amurallada del s. X con pazo, capilla y construcciones palaciegas que sirvió como baluarte en 1640 durante los ataques portugueses.
El castillo es, además, un excelente mirador hacia el Miño, un río que está siempre presente se mire donde se mire y que forma parte indisoluble de la historia de la ciudad. Desde su torre tramaba Doña Urraca sus artimañas contra Teresa de Portugal y por eso una de las estancias del conjunto histórico de Salvaterra lleva el nombre de la indomable reina leonesa: el Pazo de Doña Urraca. El Pazo do Conde y la Capilla de la Virgen de la Oliva son otras de las edificaciones incluidas en este singular espacio histórico que abarca casi 10.000 metros cuadrados de superficie.
El segundo monumento imprescindible en Salvaterra, esta vez natural, es el Monte Castelo, con su curiosa Ermita de Nosa Señora da Asunción, ubicada sobre un antiguo castro romanizado, y que parece fundirse con el peñasco (“penedo”) en el que se resguarda. Las vistas desde este enclave también son de admirar. Pero para mirador, el Miradoiro do Río Miño, desde donde contemplar el río en toda su plenitud y la vecina Monçao, con numerosos bancos para descansar y unas termas próximas, las más grandes al aire libre de toda Galicia: el Espacio Termal Teans, inspirado en los caldariums romanos (cerradas temporalmente).
Salvaterra también dispone del parque más grande de Galicia, A Canuda, ubicado en una zona privilegiada a las orillas del Miño. En sus más de 200 mil km cuadrados alberga un gran lago navegable, zona infantil y hasta un jardín botánico con más de 150 especies de orquídeas, entre otros lugares de ocio. A Canuda es una pequeña reserva natural, con una gran variedad de especies arbóreas y un huerto muy cuidado, con árboles frutales, una bonita rosaleda y hasta sus propias plantas medicinales.
Son varias las rutas a pie que parten del parque, como el Paseo Fluvial que recorre el Miño, que se puede alargar casi 5 km siguiendo el curso del río. Hay hasta 27 km de sendas fluviales por el Concello de Salvaterra, con muchas opciones para elegir.
Una curiosidad de Salvaterra es que cuenta con una isla de tipo fluvial, conocida como Isla de A Fillaboa, a 1,5 km caminando del parque de A Canuda, catalogada como Zona Protegida de la Red Natura 2000 por su riqueza en fauna y flora. Otro dato curioso: en Salvaterra se conservan tres “pesqueiras”, construcciones levantadas en las riberas del Miño para capturar con facilidad a la reina de los ríos de esta comarca: la lamprea. Un plato controvertido que gusta a muchos y desagrada a otros tantos pero que forma parte indiscutible de la gastronomía del Miño.
Pero, sin duda, la actividad estrella en Salvaterra de Miño es visitar hacer la llamada “Ruta de las Bodegas” o al menos visitar una de ellas. Se puede hacer por cuenta propia o a través de SalvaturismoGalicia, tomando un tren turístico que conduce por lo mejor del Salvaterra y Monçao, con visita incluida a un par de bodegas y al interesante Museo da Ciencia do Viño de Salvaterra de Miño.
A poco más de 2 km se encuentra la localidad portuguesa de Monçao, que en sus inmediaciones cuenta con el encanto de su Ecopista, un espacio que se puede recorrer caminando o en bicicleta y que transcurre por lo mejor del entorno fluvial del Miño pero al otro lado de la frontera española. Monçao vive de sus termas y sus viñedos, que producen una variedad de albariño llamado Vinho Verde, por lo que fomenta el turismo enológico.
Es por eso que Monçao es un perfecto complemento a la visita a Salvaterra. Además de recorrer su casco histórico, con plazas de gran encanto, hay que rodear la ciudad recorriendo sus murallas del s. XVII con buenas vistas al Miño, visitar las ruinas de su castillo del s. XIV y acercarse al Palacio da Brejoeira, un bello edificio neoclásico con impresionantes y cuidados jardines.
Visitar esta eurociudad que huele y sabe a vino supone llevarse lo mejor de dos mundos muy parecidos, que comparten por proximidad similar modo de vida, pero también muy diferentes, con distinto idioma, gastronomía y cultura.
Emma Sexto