No muy lejos de tierra firme, a sólo 3 km, y en la bocana de la Ría de Arousa aunque aún bañada por el Atlántico, se halla una pequeña isla que se aleja, y mucho, de los estándares turísticos. En Sálvora no hay restaurantes como en las Islas Cíes, ni moradores que la habiten, como en la Isla de Ons. Ni falta que le hacen.
En la Isla o Illa de Sálvora parece no haber nada pero, en realidad, lo tiene todo. En sus apenas 2 km cuadrados de superficie se dispersan una aldea abandonada que empieza a ser recuperada para su visita, un faro automatizado, un pazo contemporáneo, una capilla que fue taberna y una solitaria sirena acosada por las gaviotas. E historia: mucha historia.
¿Sabías que a pesar de encontrarse en Pontevedra la Isla de Sálvora pertenece a Ribeira? En definitiva, Sálvora es tan pontevedresa como coruñesa.
Sálvora, historia de un reino olvidado
Nos remontamos hasta el Medievo para entender los orígenes de la Isla de Sálvora, un tiempo en el que tanto el clero como la nobleza, los habitantes de la cercana localidad de Carreira y hasta los piratas se disputaban el dominio de la isla.
En el s. XVI pasó a ser propiedad de la familia Mariño, que la explotó en régimen feudal, y en el s. XVIII se instaló en ella una fábrica de salazón, considerada la primera de Galicia. Tras ser utilizada para la agricultura y ganadería, pasar por manos militares y ser recuperada a mediados del s. XX por los Otero-Goyanes, descendientes de los Mariño, Sálvora estuvo habitada hasta los años 70, conservándose prácticamente virgen.
En agosto de 2017 el torrero Julio Vilches abandonó Sálvora y la isla se quedó sin su último farero. Casi cuatro décadas oteando el tráfico marítimo de la zona se resumen en su libro, Sálvora, diario de un farero, en el que relata anécdotas tan curiosas como la del bosque de las amanitas, la casa del ogro o las nieves perpetuas en la cima de la isla, refiriéndose a los abundantes excrementos de las gaviotas. Los fareros se referían a Sálvora como el reino de Bislandia del Norte, en contraposición a Ons, Bislandia del Sur. Adquirida por la Xunta de Galicia y el Ministerio de Medio Ambiente por 8,5 millones de euros, hoy Sálvora forma parte del Parque Nacional das Illas Atlánticas de Galicia y es visitada por un máximo de 125 personas al día, una cantidad que, según sus antiguos fareros, es excesiva. Temen que se convierta en un parque temático y se pierda su esencia.
El naufragio del Santa Isabel, nace la leyenda
El 2 de febrero de 1921, cuando los hombres de la isla se encontraban fuera celebrando la llegada del nuevo año y en la isla sólo quedaban una veintena de mujeres y niños, tuvo lugar el suceso más terrible que ha azotado la isla: el naufragio del buque Santa Isabel, conocido popularmente como “el Titanic gallego”.
El vapor, que llevaba más de 260 personas a bordo, se hundió frente a la isla, dejando 213 fallecidos. Los 56 supervivientes tuvieron la suerte de contarlo gracias al arrojo y valentía de las mujeres de Sálvora que, a pesar de las duras condiciones de la mar en invierno, no dudaron en coger sus botes para salvar a todos aquellos que pudieron. Son las jóvenes “heroínas de Sálvora”, Cipriana, Josefa y María, cuya historia cuenta la película dirigida por Paula Cons, La isla de las mentiras. Nace la leyenda de Sálvora.
Tras el naufragio se construye el faro actual que aporta más seguridad a la isla y que hoy funciona de forma automatizada. Recientemente se ha recuperado un monumento en forma de cruceiro en homenaje a las víctimas de la tragedia, de la que se han cumplido ya 100 años.
Senderos de Sálvora: por las entrañas de una isla virgen
Lo más recomendable al llegar a Sálvora es transitar con respeto por sus dos senderos oficiales, muy breves y sencillos, y no salirse de ellos. El primero de ellos, la Ruta do Faro, conduce hasta la nueva torre construida en 1921 tras el accidente del Santa Isabel.
La segunda senda, la Ruta da aldea, acaba en una pequeña aldea abandonada que en la actualidad se está restaurando para que dos de sus viviendas puedan ser visitadas y entender así el modo de vida de los antiguos colonos de la isla. Unas cuantas casas de piedra, un antiguo lavadero, un puñado de hórreos y una fuente, llamada de Santa Catalina, es lo que podemos encontrar en esta aldea, un conjunto encantador representativo del rural isleño.
También es posible ver caballos salvajes trotando libremente por la isla, además de algún ciervo, consecuencia de las cacerías que organizaban sus propietarios hasta hace unas cuantas décadas.
Playas de Sálvora, el paraíso más desconocido
Son tres las playas que Sálvora atesora como verdaderas joyas naturales. Dos de ellas están resguardadas de las visitas y sólo se puede acceder a una: la magnífica praia do Almacén es un paraíso de arena blanca y fina y aguas transparentes, aunque muy frías.
Lo que hace especial esta playa son las edificaciones que la rodean, que sorprendentemente son de reciente construcción: el Pazo de Sálvora o Pazo de Goyanes, que hoy acoge un pequeño museo, la Capilla de Santa Catalina, vieja taberna de pescadores convertida en templo y una estatua de piedra que parece estar oteando el horizonte marino, la Sirena Mariña, rodeada de leyendas.
Llegar a la Isla de Sálvora, una pequeña odisea
Al tratarse de un entorno protegido, son sólo 125 los afortunados que pueden visitar a diario la isla, aunque es posible acceder a ella en barco privado con un permiso de navegación o en excursión organizada.
También está permitido el acceso por libre, contratando el viaje con alguna de las navieras que llegan a la isla, aunque hay que saber que, en todo caso y para preservar el parque natural, la visita a la Isla de Sálvora se hace siempre en compañía de guías autorizados.
Para más información y normas de visita, consulta la página del Parque Nacional das Illas Atlánticas de Galicia.
Emma Sexto