"Entre padres y hermanos no metas las manos". El refranero español ya creó un dicho para reflejar la relación tan especial que, generalmente, mantienen estos familiares. No obstante, la complicidad entre hermanos no es algo que venga dado, sino que se crea con el tiempo. De hecho, lo más habitual es que la llegada de un nuevo integrante a casa caiga como un jarro de agua fría sobre el primogénito. "Los niños y las niñas viven su primer cambio de rol con la llegada de un hermano", explica la psicóloga especializada en infancia y familia, Nerea Larumbe (Rúa Emilia Pardo Bazán, 21, 2n izq, 15005 A Coruña).
Con el cambio de rol, los niños "se sienten destronados", ya que pasen de ser dueños y señores de la casa a compartir espacio, tiempo y cuidados con alguien más. "Durante el primer embarazo, la mamá tiende a tener más espacio para el recién nacido, pero con el segundo ya tiene que atender a otro hijo", indica la también psicóloga infantojuvenil, Rocío Salgado (Rúa Rey Abdullah, 12, 1E, 15004 A Coruña).
Los cuidados deben recaer a partes iguales en ambos progenitores. Sin embargo, muchas veces son los propios niños los que, sin darse cuenta, buscan de forma más insistente el cariño de la madre. "Para que cualquier persona se desarrolle tiene que tener un vínculo con su cuidador", explica Rocío.
La comunicación, la base del proceso
Cuando un nuevo hijo entra en la ecuación, la hermana o el hermano mayor tiende a experimentar miedo o inseguridad. Incluso pueden llegar a pensar que van a ser menos queridos. "A cualquier edad hay que dejarles claro que les vamos a seguir queriendo pase lo que pase", recomienda la terapeuta Salgado.
Una comunicación clara, respetuosa y empática con el hijo más mayor va a ser clave para que se haga a la idea de que en unos meses va a ser el mayor. "Es importante que se sientan útiles y partícipes durante todo el proceso", dice Nerea Larumbe. Algunas tareas que pueden hacer son ayudar a decorar el cuarto de su nuevo hermano, tocar la barriga de la madre para sentir las patadas del bebé, acudir a alguna ecografía o, una vez haya nacido, ayudar a vestirlo.
Con todo, tampoco hay que cargarle de responsabilidades o presiones que no le corresponden. Y, sobre todo, no hay que dar nada por hecho. "A veces como adultos asumimos que al ser los mayores van a entender la noticia y razonar, pero no se trata de entender, se trata de gestionar las emociones", completa Nerea.
El lenguaje que los familiares utilizan para referirse al mayor es fundamental. Por ejemplo, si en un momento de juego en familia pellizca a su hermano pequeño o reclama atención de manera insistente, habría que evitar frases como "mira lo que has hecho" o "que alguien se lo lleve está muy pesado".
En lugar de frases tan hirientes, Rocío Salgado recomienda respirar profundo y ponerse en la piel del niño. "Muchas veces cuando les decimos que van a tener un hermanito piensan que va a llegar un igual. Pero no, es un bebé", recuerda. "Si le da un pellizco podemos decirle 'esto no puede hacerse así cariño, ven que te enseño a tocarle'", ejemplifica.
Y es que, por muy bien que se hagan las cosas, hay que tener algo claro: "Los celos van a parecer sí o sí". Las emociones son eso, emociones, y los adultos también deben aprender a dejarlas convivir. "Pueden estar encantados de tener un hermano pequeño y quererle mucho, pero seguir queriendo un vínculo especial con los padres", defiende Nerea Larumbe.
Conectar con las emociones
Si las familias no dejan que los niños conecten con sus emociones, independientemente de cuáles sean, corren el peligro de incurrir en un bloqueo emocional. "Muchas veces queremos quitar del medio las emociones desagradables y muchas veces con la llegada de un hermanito o hermanita va a haber celos, y esos celos son naturales, positivos y necesarios para el desarrollo. Cuando no hay ningún momento de tirantez también sorprende porque puede decir que no hay ningún vínculo o que están bloqueando emociones", remarca la directora de la consulta Nerea Larumbe Psicóloga infantil.
Una manera de paliar los celos y las tensiones entre hermanos es que tanto los progenitores como los tíos, abuelos o demás familiares, aprendan a tener tiempo exclusivo con el mayor. La llegada de un bebé no debería ir acompañado de un abandono del primogénito.
Asimismo, no es extraño si durante la adaptación al nuevo rol las niñas y niños presentan ciertas regresiones. "Quizás te piden que les ates los zapatos, que les des de comer, se tiran encima de ti como lo hacían de más pequeños...", enumera Rocío Salgado. No hay de que preocuparse, no se han olvidado de hacer ninguna de estas tareas, simplemente es su forma de demandar atención.
Autocuidado y autoexigencia
Eso sí, los cuidados no solo deben limitarse a los niños. El postparto es un periodo muy complicado para las madres. En la fase de recuperación es fundamental no autosabotearse ni caer en la culpa. Ellas también deben guardar tiempo para sí mismas.
Las terapeutas consultadas recomiendan hablarse con cariño; permitirse no llegar a todo; exigir apoyo a la red familiar; hacer lo que se pueda, ni más ni menos; guardar tiempo a solas y espacios para regular; y recordar que "no es tanto la cantidad de tiempo que dedicamos a los niños, sino la calidad".