La sostenibilidad: lo urgente y lo importante
Para los que nos creemos muy modernos hablando de sostenibilidad, un baño de humildad es recordar que esta palabra, acuñada originalmente en el siglo XVIII, oficializó su definición moderna en 1987 (hace más de 35 años). En 1983, Naciones Unidas impulsó la creación de la Comisión Mundial sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo, en respuesta a la dimensión de los impactos ambientales generados por el crecimiento demográfico y la industrialización. En el seno de esta comisión se presentó el informe Nuestro futuro común, más conocido como Informe Brundtland, que recoge el término con su sentido actual.
La sostenibilidad es, según esta definición, el desarrollo que permite cubrir las necesidades del presente sin comprometer la capacidad de las futuras generaciones de cubrir sus propias necesidades, a través del equilibrio entre economía, planeta y personas. Una triple dimensión que es en realidad un triple salto mortal cuando hablamos de materializarlo en la vida real: tan difícil como cautivador.
El modelo del crecimiento económico actual nos ha llevado a que lo importante (buscar un progreso justo, inclusivo, que redunde en el bienestar de las personas y que minimice su impacto sobre el medio ambiente, e incluso regenere los ecosistemas en los que opera), se convierta también en urgente. Urgente porque los recursos son finitos, la desigualdad además de injusta es un factor de polarización y riesgo, los sofisticados equilibrios planetarios se están viendo alterados con consecuencias imprevisibles e irreversibles adentrándonos en territorio inexplorado, y, sobre todo, porque ya sabemos, podemos y queremos hacer las cosas mejor.
Utilizar el sentido común en la vida y en los negocios, guiarnos por valores universales o respetar el contrato social que permite a las empresas operar en los mercados no parecen conceptos muy innovadores, pero muchas personas y organizaciones perciben todavía la sostenibilidad como territorio desconocido cuando no inexpugnable. Y no tanto por lo que se hace, sino por reconciliar el marco teórico (y terminológico) con la práctica.
Sostenibilidad y estrategia corporativa. Muchas razones, un camino
La sostenibilidad podría correr el riesgo de convertirse en una burbuja, si no fuese porque parece imprescindible para un futuro decente y próspero.
En concreto, cuando hablamos de la integración de la sostenibilidad en la empresa, es decir, de la sostenibilidad corporativa, encontramos ventajas contrastadas que conjugan competitividad e impacto positivo. Podemos pensar en las oportunidades más prosaicas, como la reducción de costes a través de la eficiencia, el desarrollo de nuevas líneas de negocio, el acceso de fuentes de financiación más atractivas o el desarrollo de la imagen de marca.
También otros motivos nos hablan de inspiración y propósito, como la misión y la cultura de la empresa, la contribución a las comunidades y territorios en los que operamos o la retención del talento. Por otra parte, surgen oportunidades ligadas a la resiliencia de los negocios, a través de la gestión de riesgos, la resistencia ante la volatilidad de las cadenas de suministro o la anticipación a los cambios normativos. Integrar la sostenibilidad puede tener (o no) un coste alto en el corto plazo, pero el coste de no hacerlo es inasumible en el largo plazo.
Sin embargo, a pesar de todos estos argumentos, la sostenibilidad en la empresa sufre un desdoblamiento de personalidad inquietante. Parece que es innegable su papel central en la agenda corporativa, pero cada vez más voces ponen en entredicho su relevancia: desde activistas que reniegan del término por su uso en el greenwashing, hasta negacionistas que prefieren apartar la mirada, pasando por estrategas que obligan a reasignar recursos en épocas de policrisis y por profesionales cansados de terminología que no lleva a cambios reales y tangibles y agobiados por las complejas exigencias normativas.
Desterrando mitos: de la complejidad a la acción
¿Por qué? Quizás podemos buscar el origen de esta "desafección" en torno a la sostenibilidad en la complejidad que rodea al término. Cuando una empresa, y ya no digamos una PYME con limitados recursos e infinita lista de prioridades, aborda la sostenibilidad, se enfrenta a un mar de temáticas, cada una con su abanico de problemáticas y métricas que intimidarían al más intrépido.
La sostenibilidad abarca el cambio climático; la economía circular; la biodiversidad (de candente actualidad con el desarrollo de la COP26 estos días); el uso responsable del agua; la salud y la seguridad; la cadena de suministro; los derechos humanos; el buen gobierno; el sistema de compliance; la rendición de cuentas y la transparencia; las condiciones laborales; la igualdad, la diversidad y la inclusión; el desarrollo del talento; la misión de la empresa; el impacto en la comunidad; el marketing responsable... Casi nos valdría preguntarnos, ¿qué no abarca la sostenibilidad?
Por eso, el primer paso de este camino debe ser identificar qué es importante, qué tiene sentido priorizar en el listado de esos temas relevantes (o temas materiales). No hace falta abordar todo a la vez en todas partes, sino trazar una hoja de ruta orientada hacia lo que importa, en términos de impacto (positivo y negativo) de nuestra organización, considerando sus operaciones, su sector, su cultura, su cadena de valor (aguas arriba y aguas abajo) y su ubicación.
Si entendemos el negocio y su contexto, y ponemos la mirada en los impactos ambientales, sociales y económicos preguntando a los agentes internos y externos más relevantes, encontraremos esos asuntos clave donde centrar el foco. Algunos plantearán desafíos incómodos y otros pondrán en valor lo que se ha hecho hasta ahora y lo que queda por hacer, pero serán la base del desembarco de la empresa en la sostenibilidad.
Es hora de ponernos manos a la obra, priorizar y elegir el coraje, en palabras de Brené Brown, de atrevernos a dar el primer paso.
Claudia Rodríguez Rodríguez
Socia en Alén, consultora especializada en soluciones en sostenibilidad y economía circular. Especialista en la integración estratégica de la sostenibilidad, desde la elaboración de memorias hasta la adhesión a la certificación B Corp o el impulso de la transición circular.