La importancia de ser humildes
David Garrote examina la relación entre la humildad y la percepción de autoeficacia con la salud mental y el desempeño profesional. En su análisis, subraya la importancia de equilibrar la confianza en uno mismo con la autocrítica constructiva, demostrando cómo este equilibrio promueve un crecimiento personal y profesional saludable y sostenible
Hay una anécdota de 2013 que siempre vuelve de forma recurrente a mi cabeza. En ese entonces, cursaba el Grado en Psicología en la facultad de Santiago de Compostela. La profesora de Psicología Educativa era una de esas que por desgracia no siempre abundan: inteligente, divertida e interesada por sus alumnos. Un día, en una clase práctica, nos dio una prueba tipo test para medir nuestra percepción de autoeficacia. La autoeficacia, concepto acuñado por el Albert Bandura, se refiere a la creencia en la propia capacidad para organizar y ejecutar las acciones necesarias para manejar situaciones prospectivas. Es decir, es la confianza que una persona tiene en su capacidad para enfrentar y superar desafíos específicos. Al medir mi percepción de autoeficacia, obtuve un cuatro sobre cuatro en dicha prueba, la puntuación más alta posible. Me sentí extremadamente orgulloso, pese a la incrédula mirada de mi profesora. Y sí, sé lo que estáis pensando.
¿Demasiada confianza en uno mismo implica falta de humildad?
La humildad es una virtud que se caracteriza por la percepción modesta y realista de uno mismo. Implica reconocer las propias limitaciones y debilidades, así como apreciar las fortalezas y cualidades de los demás. Las personas humildes no buscan engrandecerse a sí mismas ni se consideran superiores a los demás; en cambio, valoran la igualdad, el respeto y la cooperación. Personalmente, la humildad es algo que valoro mucho. Su ausencia, en cambio, es algo que me suele molestar. Pero ¿sirve de algo ser humildes?
Las personas humildes tienen un 20% menos de probabilidades de sufrir ansiedad y depresión
Parece una pregunta menor, pero entender si la humildad sirve de algo, más allá de ser un valor que aprecio y admiro, es algo que me ha tenido a vueltas un tiempo. En aras de encontrar una respuesta, investigué sobre el tema en revistas científicas de primer nivel. Os comparto algunos datos que me han llamado la atención.
Un primer descubrimiento que me sorprendió fue que la humildad explica el 23% de la satisfacción en relaciones románticas, mejorando la durabilidad y calidad de estas, según un estudio del Journal of Positive Psychology de 2011. Por deformación profesional, yo estaba buscando datos más bien relacionados con lo laboral o la salud mental. Pero al César lo que es del César, y es impactante, así que un servidor lo comparte.
Reconduciendo la investigación a mis campos de interés, encontré que el 82% de la población considera la humildad esencial para la armonía en relaciones personales y laborales, según Psychological Science. También que las personas humildes tienen un 20% menos de probabilidades de sufrir ansiedad y depresión según Social Science & Medicine. De hecho, y complementando esto, encontramos que los individuos humildes reportan un 25% menos de estrés y una mejora del 30% en la calidad del sueño, según la misma fuente.
Más allá del plano de la salud mental y centrándonos en el impacto de la humildad sobre la productividad y el rendimiento, encontramos que los equipos liderados por personas humildes muestran un aumento del 18% en el rendimiento y un 15% en la satisfacción laboral, según Leadership Study en 2014. Incluso en la educación: estudiantes humildes obtienen un 22% mejor rendimiento académico gracias a su disposición a aceptar el feedback, según la Educational Psychology Review. Otro dato interesante es que la humildad está asociada con un aumento del 25% en la apertura a nuevas experiencias y el aprendizaje continuo, según Personality and Individual Differences.
Los equipos liderados por personas humildes muestran un aumento del 18% en el desempeño y un 15% en la satisfacción laboral
En un momento en el que se habla de salud mental en el trabajo más que nunca, la humildad y la confianza en uno mismo son dos caras de una misma moneda. No olvidemos que se han duplicado las bajas por ansiedad y depresión en los últimos siete años.
Vivimos en una época en la que en Occidente se exige más productividad que nunca, mientras que la inflación no deja de crecer debido, fundamentalmente, a problemas estructurales y geopolíticos. Es en este contexto que fomentar la confianza en nosotros mismos, sin dejar de ser humildes, es más necesario que nunca. Como psicólogo, y como ciudadano del mundo, es una reflexión que me preocupa profundamente.
Fomentar la confianza en nosotros mismos, sin dejar de ser humildes, es más necesario que nunca
No sé en qué momento exacto de mi vida pasé de sentirme satisfecho con un buen rendimiento a necesitar alcanzar la excelencia en ciertos aspectos específicos. No hablo de una sensación ansiosa, sino de la firme decisión de ser excelente en aquellas áreas que de verdad me importan. Hay ciertas cosas en las que no me conformo con un notable. Por ejemplo, cuando doy una clase en una escuela de negocios o en una universidad, no me basta con recibir una valoración media de 8 sobre 10. Si no soy el profesor mejor valorado, me esfuerzo por identificar qué me falta para serlo el próximo año. Es algo que me quema. Y puede que no sea saludable… no lo sé. Esa reflexión me la dejo para el futuro.
Durante mi etapa universitaria, esta obsesión con la excelencia no era tan marcada. Mi promedio de expediente fue de notable y me conformaba con ello, puesto que me permitía mantener la beca. Siendo como soy primera generación universitaria en una familia de clase trabajadora, este punto no era menor. Es curioso que fuese justo en esos años en los que puntuase con un cuatro sobre cuatro en mi percepción de autoeficacia. Estoy seguro de que hoy obtendría una puntuación mucho más moderada. ¿Será cierto aquello que decía Sócrates de que cuanto más aprendo, más me doy cuenta de lo poco que sé?
La verdadera humildad no se trata de disminuir nuestros logros o habilidades, sino de reconocerlos sin necesidad de engrandecernos a expensas de los demás
Como indicaba al inicio de este texto, llevo un tiempo reflexionando sobre la humildad. Es un valor que aprecio mucho en otras personas, y me preocupaba no saber si soy o no alguien humilde. Por lo general, confío mucho en mí mismo, y no tengo problema en reconocer cuando estoy orgulloso de mis logros. Hace años que me preocupa que eso, al proyectarme, se pueda confundir con arrogancia. Con ser engreído o vanidoso. Hay quienes me ven así.
No hace mucho, tras una etapa de altibajos emocionales, llegué a una conclusión que me aportó paz: la humildad y la confianza en uno mismo no son conceptos incompatibles. Pese a que sigo confiando mucho en mí mismo, ya no obtendría la puntuación más alta en percepción de autoeficacia, estoy seguro. Cosas de la juventud y de la necesidad de que la vida te golpee un par de veces para recordar la importancia de tener los pies en el suelo. La verdadera humildad no va de disminuir nuestros logros o habilidades, sino de reconocerlos sin necesidad de engrandecernos a expensas de los demás. Es entender que, aunque somos capaces y valiosos, también tenemos mucho que aprender y mejorar, y que siempre hay algo nuevo que podemos recibir de las experiencias y de las personas que nos rodean. En última instancia, la humildad nos permite crecer, tanto a nivel personal como profesional, y nos abre las puertas a relaciones más auténticas y satisfactorias. Y debe ir de la mano con la confianza en uno mismo para fomentar un entorno en el que podamos aprender, crecer y prosperar sin perder de vista lo que realmente importa: nuestro bienestar y el de quienes nos rodean.