Las tormentas en Islandia dan mucho más miedo
Una reflexión sobre la forma de enfrentar situaciones complicadas y la importancia de trabajar la resiliencia
"And once the storm is over, you won’t remember how you made it through, how you managed to survive. You won’t even be sure, whether the storm is really over. But one thing is certain, when you come out of the storm, you won’t be the same person who walked in"
Haruki Murakami
Llevo semanas evitando esta confesión.
Pero necesitaba soltarlo.
Ahí va:
No me gusta todo lo que escribo.
Ala, ya lo he dicho.
Respiro hondo, me siento mejor, más ligera.
Y como mis lectores no habéis estado haciendo manifestaciones exigiendo mi artículo mensual entiendo que habéis llevado mi ausencia con la dignidad que os caracteriza.
Tenía que haber publicado mi artículo mensual de Quincemil hace ya casi tres semanas y voy tarde. Como el conejo blanco de Alicia en el País de las Maravillas corriendo a toda prisa gritando con un reloj enorme en la mano que no llegaba. Tarde.
He empezado cuatro o cinco artículos, pero no he terminado ninguno.
Básicamente porque no me gustaba nada de lo que escribía.
Y es que he estado saliendo de una etapa rara, compleja, extraña.
Como en una tormenta. En Islandia.
Las tormentas en Islandia dan mucho más miedo.
Sobre todo cuando estás fuera de casa: hay viento helado, la nieve no para de caer, llueve en horizontal, todo está oscuro y el frío te congela (literalmente).
Nunca me gustaron las tormentas.
Cuando era pequeña me metía debajo de la colcha o me iba corriendo a la cama de mis padres y la tormenta, automáticamente, se pasaba. Ya no.
Pero he decidido no meterme en la cama, ni encerrarme a llorar en el baño, ni dejar de lavarme el pelo, ni comer tarrinas gigantes de helado viendo The Bridgerton en pijama ni seguir cualquier cliché asociado a estar de bajón.
Cuando nos va mal nos quejamos por sistema, pero no hacemos mucho más para salir de la situación. Porque puedes culpar a los demás, pensar que la responsabilidad es de otro, echar balones fuera, lavarte las manos, desentenderte, pasar de todo porque la cosa no va contigo y a ti, plin, pero cuando te enfrentas a una situación difícil es cuando realmente sientes que estás intentando hacer algo. Y hacer algo ya es algo.
Siempre he pensado que la tristeza, la pena o una mala racha era favorable para la creatividad. Pero a no ser que seas un cantautor de principios de los dosmil no, definitivamente estar de bajón no favorece a tus ideas.
Ni a ti, ni a lo que haces, ni a lo que proyectas.
Durante días, no solo he sido incapaz de terminar todos los artículos que empezaba, sino que no podía escribir nada nuevo hasta el punto que solo he republicado contenido y tampoco he podido de abrir un libro. Uf.
Cuando no fluyen las ideas, en mi caso, lo primero a lo que recurro son los libros y no tener ganas de coger uno me ponía todavía más triste. Tengo una torre de libros en la mesa de mi despacho que estoy deseando empezar. Porque puede que haya dejado de leer unas semanas, pero no he dejado de comprar libros. Y leo varios a la vez.
Mi padre tenía ese hábito, leer seis o siete libros antes de dormir y los tenía apilados en su mesilla de noche, yo he heredado su fórmula. De uno me leo un párrafo, de otro algunas páginas, otro lo subrayo y otro, simplemente, lo hojeo.
Deberías probarlo.
Aunque en estas semanas, yo, nada.
Aprender a afrontar situaciones difíciles es como un MBA, muy práctico. ¿Y después qué? pues tenga solución o no, te has sentado con esa situación difícil y la has mirado a los ojos. Es un pensamiento muy visual y un ejercicio muy práctico, sentarse con las cosas que sentimos. El resultado es, generalmente, resiliencia.
Yo suelo imaginarme sentada en The Churchill Arms, un pub de Kensington, con una London Pride recién tirada. Y también me imagino que todas esas cosas que siento son personas con las que tengo que hablar y entenderme, casi siempre se parecen a mis amigas porque sé que así voy a intentar que acabe bien. Así que mi frustración se parece bastante a Bárbara, mis inquietudes a Rebe y mis dudas a Concha.
La resiliencia hay que trabajarla, entender por qué sientes lo que sientes, que está bien no estar bien y permitirte la frustración, abrazando tu vulnerabilidad. Esto parece la intro de cualquier podcast de salud mental pero sí, soy.
Ahora me enfrento a mis tormentas como una mujer adulta y, por qué no decirlo, valiente (al menos lo intento con fuerza). He aprendido a asimilar, a gestionar emocionalmente, a hablar con las personas adecuadas, a frustrarme conscientemente para después entenderme y respetarme. Y no ha sido fácil pero ahora estoy aquí, llevándome bien con mis propios fantasmas. Porque este proceso es conmigo.
Cuando pasan las tormentas el mar se queda en calma, el aire huele mejor y el campo está más verde. Las nubes reposan tranquilas. Sale el sol. También en Islandia. Hay luz en casa al final del camino, sale humo por la chimenea, la cena está recién hecha y en el sofá me espera un libro.
Respiro hondo, me siento mejor, más ligera.
Y después, lo dejo ir.
"A smooth sea never made a skilled sailor"
Franklin D. Roosevelt