Ha pasado ya una semana desde la polémica final del Benidorm Fest y la controversia continúa, animada por los escandalosos datos de las votaciones. La gente se ha indignado todavía más viendo las puntuaciones desveladas por RTVE, tanto por la gran ventaja de Tanxugueiras en el voto popular, como por los extraños votos (todavía anónimos) del jurado, con detalles tan cantosos como que una persona le dio más al videoclip del participante que tenía Covid y no pudo cantar que a la actuación en directo de las pandereteiras.

En Galicia existe un cabreo casi unánime y un punto de vista prácticamente uniforme sobre lo que ha sucedido: se piensa que por algún motivo, ya sea para que Chanel fuese a Eurovisión o para que Tanxugueiras no fuesen, el jurado votó a la canción Terra muy por debajo de lo que merecían, haciendo que la desventaja de 21 puntos frente a SloMo de Chanel fuese insalvable en las otras dos votaciones, en las que Tanxugueiras obtuvieron la máxima puntuación. Un aldraxe en toda regla, y algo que ha dolido mucho, tanto a los que desde hace meses y años conocían las andanzas de Sabela, Aida y Olaia, como a los que hace dos o tres semanas no sabíamos quiénes eran y ahora nos hacen sentir orgullosos.

A mí lo que más me sorprende, y es el motivo de este artículo, es el tratamiento de la polémica que se está dando (en parte) en el resto de España. Algunos han convertido el tema del Benidorm Fest en “Chanel contra Rigoberta”, intentando dar un sentido político al resultado del festival, y dedicar el protagonismo del asunto a la elección entre esas dos artistas, tratando a Tanxugueiras como una anomalía que no ha pasado a mayores. 

Es decir, tienes un participante que ha obtenido el 71% del voto popular, pero se atribuye esa aplastante victoria a una movilización masiva del escaso 5,7% de la población española que supone Galicia. Tanxugueiras arrasa en las votaciones abiertas y gana también en las demoscópicas, pero resulta que la cuestión estuvo en una especie de duelo filosófico entre el hipotético feminismo radical que representa Rigoberta, y la hipotética sexualización de la mujer que representa Chanel. Se compara el “boom boom” con el "miedo a la teta", dejando a un lado que la mayor parte de España no vio tal dualidad, porque solo tenía ojos para Tanxugueiras.

En algunos análisis se miran con lupa las diferencias entre los votos del jurado a Chanel y a Rigoberta Bandini, hablando de un potencial tongo, pero se obvia el potencial tongazo, el de los votos del jurado a Tanxugueiras. Aparcada la cosa rara, se saca el jugo del enfrentamiento entre extremos ideológicos para hacer que corran ríos de tinta, porque se asume que Rigoberta Bandini era la candidata preferida de un partido político, y ha perdido por poco.

Lo cierto es que Rigoberta Bandini habría quedado segunda en casi cualquier otra situación. Con unos votos del jurado “normales”, Tanxugueiras habrían sido primeras, y la catalana habría conseguido un honroso segundo o tercer puesto, pero con mucha menos polémica, dado que Tanxugueiras le ha sacado 15 puntos en las votaciones populares.

Aunque las protestas duran ya una semana, es difícil pensar que RTVE vaya a cambiar de opinión o de decisión. Quizás, en esta modulación del cabreo popular que están haciendo, en algún momento desvelen qué miembro del jurado votó cada cosa, subiendo de nuevo el enfado como si fuese una ola de Covid, para finalmente diluirse en cuanto haya otra controversia nueva que provoque indignación en la gente (lo de la aprobación de la reforma laboral hace que este artículo parezca agua pasada). Chanel representará a España en Eurovisión y ojalá le vaya muy bien, como muy deportivamente le han deseado Tanxugueiras y el resto de participantes.

Asumida la derrota, hay una serie de cosas que sacar en positivo de esta especie de penalti de Djukic experimentado ahora por toda Galicia. Diferentes personalidades políticas y sociales de la comunidad han reaccionado a la derrota de Tanxugueiras, además de muchos miles de personas -no solamente gallegos- en las redes. Casi todas han opinado que es injusta, unos se han expresado de manera más airada y otros más diplomáticamente, pero yo me quedo con el escueto tweet del exalcalde de A Coruña, Xulio Ferreiro: “veñen pra quedar”

Desde los tiempos de Andrés do Barro, hace más de 50 años, una canción tan genuinamente gallega no tenía tanta repercusión en el resto de España (con permiso de Hay un gallego en la luna). El éxito de Tanxugueiras y la reivindicación y proyección que hacen de la cultura gallega no se había visto en mucho tiempo. Una canción que combina trap con muiñeira, con panderetas y aturuxos, ha estado a punto de llegar a Eurovisión en representación de España y atraer las miradas de toda Europa, y quién sabe si de hacer un buen papel, o hasta de ganar.

Además de catapultar al estrellato a estas tres chicas, Terra seguramente ha abierto o señalado el camino a decenas de artistas que están por venir, y que ahora saben que el límite de la cultura gallega no necesariamente está en los Ancares. Que, en efecto, no hay fronteras. Del mismo modo que el flamenco hace ya décadas que trascendió Andalucía para ser un rasgo de España conocido en todo el mundo, los bailes, música y cultura en general de todas las demás regiones españolas pueden aspirar a llegar a donde se propongan.

Pero hay además una victoriosa retranca en esta derrota tan amarga de Tanxugueiras: aunque RTVE no haya dejado que la toquen en Eurovisión, sí parece que creen que somos un país de pandereta.