Representa la tercera generación de uno de los estudios de arquitectura más antiguos de Ferrol. Su abuelo, Nemesio López Rodríguez, arquitecto municipal durante años, fundó la empresa y después tomó el mando su hijo, Nemesio López Alvargonzález, ya fallecido. Ahora es la ferrolana Magdalena López Martínez la cara visible de Nemesio Arquitectura, un negocio familiar que no deja de actualizarse.
Prueba de ello es su especialización tras la pandemia en el diseño y construcción de casas pasivas, así denominadas porque son lo contrario a un sistema activo. Esta apasionada de este estilo de viviendas, a quien sus clientes bautizaron hace tiempo como una ‘obsesionada del aislamiento’, explica que mientras que una vivienda convencional necesita un sistema de calefacción ‘activo’, a base de, por ejemplo, radiadores o suelo radiante, en una casa pasiva muchas veces no es necesario un sistema de calefacción como tal.
La casa se calienta de forma autónoma, pasiva, gracias al sol que entra por las ventanas o por el calor que se genera durante su uso con la presencia de personas, el uso de los electrodomésticos, al cocinar o incluso al usar el secador de pelo. Por esos dos medios —ventanas y uso— se puede generar de forma ‘pasiva’ del orden de casi un 70% del calor que necesita la casa para estar a 20 grados en invierno.
Así de claro lo explica cada vez que alguien entra en su estudio porque a duras penas sabe en qué consiste tener este tipo de viviendas y acude a ella para aclarar dudas. "La mayoría al final queda convencido", asegura, "de que el ahorro a la larga compensa mucho".
Su estudio de arquitectura maneja este dato: una casa pasiva de obra nueva puede suponer un sobrecoste respecto a una tradicional del 4%. "La inversión inicial es poca y a corto plazo se recupera", pues estima que el ahorro en las facturas mensuales de electricidad y gas puede llegar al 90%.
Fue su padre quien la animó a viajar a Alemania mientras cursaba los estudios de Arquitectura para empaparse bien de "cómo se hacían allí las cosas", recuerda con cariño. "Si él no me hubiera animado quizá hoy yo no estaría haciendo estas casas". Allí trabajó en un estudio de arquitectura y descubrió lo que empezaba a llamarse vivienda pasiva.
Aquella forma de trabajar le apasionó y decidió que al terminar su formación pondría en marcha en su tierra todas aquellas ideas con la misma pasión con la que de niña veía a su padre entregado a su trabajo. "Escogí esta profesión porque vi lo feliz que hacía a mi padre y me enganchó".
Tras la pandemia realizó la formación específica y ahora la mayoría de los hogares que crea son pasivos. "Solo en el último año hemos iniciado un proyecto nuevo cada mes, la mayoría para este tipo de casas y el resto, sin llegar a pasivas, son muy eficientes", y casi todos en concellos de la comarca. "Somos un refugio climático para ciudadanos españoles y también extranjeros. Muchos de nuestros clientes son de fuera, la mayoría de Reino Unido, Francia y Alemania, que buscan más calidad de vida, más horas de sol, buen clima y una vida más económica".
Una casa pasiva no tiene puentes térmicos, dispone de un sistema especial de ventilación con recuperación de calor, tiene hermeticidad en muros, suelos, cubierta y encuentros con ventanas e instalaciones, posee mucho aislamiento térmico en la fachada, buenas ventanas y marcos aislantes. Y todo esto, advierte, se puede acondicionar en obra de nueva de cualquier estilo, "no limita el sistema constructivo", y se puede alcanzar en gran medida en proyectos de rehabilitación.
Mejoran la calidad de vida
El impacto de una casa pasiva va más allá de las cifras de las facturas mensuales. "Hay estudios que demuestran que las personas que viven en estas viviendas descansan mejor de noche y se despiertan menos veces, pues una ventilación suave pero constante con un sistema que permite que el aire entre de forma controlada, se filtre y se distribuya por la vivienda es mucho más saludable porque disminuye la concentración de CO2".
En estas hogares "no es necesario abrir las ventanas para ventilar o tomar el aire puesto que se está purificando el ambiente permanentemente de una forma controlada". Está demostrado, prosigue, que "tras muchas horas en una estancia cerrada, como puede ser la clase de un colegio, aumenta el nivel de CO2, lo que puede afectar a la concentración".
Tanto es así que está convencida de que las casas pasivas terminarán por imponerse en España, y con el tiempo llegarán las "escuelas, hospitales, hoteles y residencias de mayores pasivas". En Alemania, apunta, "ya hay clases de este tipo en los colegios y estoy convencida de que con el tiempo se construirán en España".