“Veterinario lo descarté cuando fui a ver hacer la operación de un gato”, nos confiesa Javier Quintela. Enfundado en su chaqueta de punto, con su kiki y su aura calma, nos cuesta imaginárnoslo de verde, zuecos y blandiendo un bisturí en lugar de una aguja, por mucho amor a los animales que profese. También lo intentó con otra de sus pasiones, la naturaleza, matriculándose en Agrónomos en Lugo con la idea de convertirse en paisajista. Dos años, buenas experiencias, notas buenas en lo que le gustaba y malas en lo que no después acabó cayendo de la burra y volviendo a Coruña a formarse en lo que siempre debió: el diseño.
“De pequeño siempre dibujé pero edificios. En el cole decían que tenía visión espacial, que debería ser arquitecto, pero las matemáticas y la física, como que no”, cuenta de su enésima profesión frustrada. “Pero luego descubrí que también podía dibujar otras cosas”. Eso si, estudiar diseño no estaba bien visto en 1998, así que empezó con cursos de diseño a distancia mientras estudiaba selectividad y, después de la aventura lucense, se matriculó en Goymar, una escuela de toda la vida de Coruña. Allí, cuando todavía estudiaba, se embarcó en su primer trabajo haciendo el vestuario completo de las dos chicas drag del Grupo Strass.
“Querían vestuario para todo”, recuerda, reviviendo la ilusión mezclada con agobio de entonces. Las charlas, las conversaciones, la selección de tejidos, de diseños, la confección del patrón. “Nos rompíamos la cabeza para hacer los volúmenes que querían”. Un poco lo que hace ahora con sus clientas, reflexiona. Hablar con ellas largo y tendido, verlas bien, pensar en formas y tejidos, preparar diseños, mostrarlos, ejecutarlos. “Hacer felices a la gente con lo que me gusta hacer”, nos resume de un trabajo que le apasiona y le estresa a partes casi iguales. Especialmente ahora que estamos en plena temporada de bodas y que, además, se muda de local a la calle Compostela.
De pantalones en Bangladesh a alta costura coruñesa
Pero entre el vestuario de las Strass y los trajes únicos, artesanos y de alta costura que diseña hoy en día aún le quedaban muchos saltos que dar, como buen culo inquieto que es. Javier Quintela pasó por Barcelona, donde hizo un curso de diseño por ordenador y vivió su propia experiencia Inditex, en Berska en primer lugar y a continuación, ya en Coruña, en Zara. Aprendió mucho –“sales de la escuela y llegas a la guerra”-, como también lo hizo en sus siguientes paradas: Caramelo, la extinta Blanco o freelance para una empresa que hacía colecciones de marca blanca, esas que luego se presentan y venden a grandes firmas. Empezó el solo y 3 años después ya eran 15, nos cuenta, con viajes cada 4 meses a Bangladesh y ventas a grandes como los daneses SAND o los catalanes Sita Murt. En 2012, tras un periodo de reflexión tras un segundo y triste paso por Caramelo, se decide a montar su atelier en Coruña.
“Se casaba una amiga e iba a diseñarle el vestido, así que la acompañé por las dos tiendas que había en Coruña para echar un ojo. Me dijo, Javier, ponte por tu cuenta. Vas a ser una opción estupenda para la gente que no quiere ir de princesa”, nos cuenta de la época en que montó su atelier. Su amiga no iría de princesa, pero lució un vestido estilo años 20, color champán, con espalda drapeada y cola con encaje bordado. Guapa y cómoda, que son las dos bases sobre las que Javier sustenta sus creaciones.
Tranquilos, también hay colección
Javier hace trajes de alta costura, esto es, los crea específicamente para la persona, a medida y de forma artesanal tanto para novias como para invitadas. De hecho, ha sido el primer modisto en entrar dentro de la asociación Artesanos de Galicia. Cuida mucho los tejidos, buscando la calidad y con el corte adecuado, que trabajará sobre maniquí. Según afirma, es la mejor manera de ver cómo el tejido cae. Su estilo, nos cuenta, es de cortes limpios y atemporal aunque con influencias de modas de otras épocas. “No veo los desfiles, no me interesa lo que se lleva o no”, nos explica, a pesar que acaba de protagonizar uno él mismo, en el Pazo de Xaz, para presentar la última novedad en su extenso currículum. Javier Quintela, además de hacer alta costura a medida, ha creado una colección de novia y fiesta y tuvo que dejar de lado su timidez y poco gusto por las multitudes para presentarla.
“Como había gente que no podía acceder a la alta costura -un vestido de novia cuesta de 3.000 euros para arriba-, decidí hacer una colección. Sigue siendo a medida, porque lo adaptaré a ti, y el color y todo pero tiene un precio más asequible”, nos cuenta desde su todavía taller en Ciudad Vieja, horas antes de su mudanza. Porque ahí está otro de sus pasos, la vuelta a la zona comercial de Plaza de Lugo. A dar guerra casi a pie de calle (está en un piso) poniéndose un poco más en el escaparate de los coruñeses.
Secretos de atelier
“Empecé en plena crisis, sin dinero, compartiendo local en la calle Compostela. Ahora vuelvo al mismo piso pero al local de atrás que es más grande” dice mientras Sole Gallardo, su ayudante desde hace unos meses, prepara las plumas que colocarán en el bajo del vestido de una invitada. “Se separan las plumas, hacemos grupitos de 5 o 6, se encolan y se cosen manualmente una a una. Es básico para que la fluidez del vestido abajo sea la de la propia seda”.
Javier hace una media de 10 novias al año, asegura, y no le asustan los retos. Como cuando una novia que se casaba en Dubai le llamó a un mes y una semana de su boda desesperada por hacerse un vestido. Lo consiguió y dejó una novia feliz enfundada en un corte sirena, bordado de pedrería y cola de organiza desmontable de 12 metros.
“Es un proceso, una experiencia que la gente disfruta. Ves el vestido hacerse sobre ti. Es precioso cuando se van y ves que se les pone los pelos de punta y le asoma una lagrimilla”. El proceso, más allá de esto, queda entre el modisto y tu. Como en una consulta médica. Secretos de atelier.