En el año 1220 el rey Alejandro II de Escocia dio orden de construir, sobre las ruinas de una pequeña fortificación existente en la pequeña isla de Eilean Donan, a orillas del lago Duich, un castillo para defender la región de las incursiones vikingas que intentaban llegar hasta el corazón de Escocia. El Lago Duich está enlazado con el océano Atlántico, lo que lo convirtió en el lugar estratégico ideal para levantar esta fortaleza defensiva ante los ataques enemigos. Además, para llegar hasta el Castillo Eilean Donan sólo existen dos caminos, o por agua o a través de un puente de piedra, lo que lo hacía teóricamente inexpugnable. Pero en el año 1719, una batalla destruyó la fortaleza hasta sus cimientos, costándole la vida a varios de sus defensores. Tras siglos en ruinas, a principios del siglo XX fue restaurado y convertido en un monumento nacional. Cuentan que un capitán español pereció entre sus muros durante aquella batalla y que por ello su espíritu campa errante por sus estancias. Los cuidadores actuales del castillo afirman que es un fantasma juguetón y que le gusta crear confusión entre los visitantes que se acercan hasta allí, con una excepción: los españoles, a los que les deja disfrutar tranquilamente de la visita. Este capitán formaba parte del Regimiento Galicia, un destacamento enviado por Felipe V de Borbón en el que fue el último intento de España para invadir Reino Unido. Esta es su historia.
Tras la Guerra de Sucesión, España pasó a ser una potencia menor en el escenario europeo. El Tratado de Utrecht la obligaba a entregar Menorca y Gibraltar a los británicos, además de perder territorios como los Países Bajos españoles, Sicilia, Nápoles, Cerdeña o el ducado de Milán, decadencia que Gran Bretaña aprovechó para convertirse en la mayor potencia marítima de la época.
Pero la monarquía española, en manos de los Borbones, no parecía dispuesta a quedarse de brazos cruzados. Para revertir la situación, el cardenal Giulio Alberoni, principal consejero del rey Felipe V, trazó un plan para alzarse de nuevo y que España renaciese de nuevo de sus cenizas.
El plan constaba de dos fases. En la primera, España envió un ejército desde Barcelona para tomar la isla de Cerdeña sin demasiados apuros y un año después hacía lo propio con Sicilia, pero en esta ocasión, los británicos reaccionaron amparándose en la violación del Tratado de Utrecht y derrotaron a los españoles en una batalla naval en las costas de la ciudad de Siracusa.
Tras estas acciones Gran Bretaña declaraba la guerra oficialmente a España el 27 de diciembre de 1718, una guerra en la que España no tenía posibilidad alguna de ganar en el mar, pero los planes de Alberoni no iban por ahí. Porque la segunda fase de su plan consistía en invadir Inglaterra.
Los británicos llevaban años con problemas internos debido a las rebeliones jacobitas, que pretendían restaurar la casa de Estuardo en el trono del país en la figura de James Francis Edward Stuart al que sus partidarios llamaban Jacobo III “el Viejo Pretendiente”. Además, en Escocia eran frecuentes las revueltas nacionalistas de muchos clanes que también eran simpatizantes de los Estuardo, así que Alberoni decidió aprovechar aquella circunstancia para ofrecer a Jacobo un plan para derrocar a Jorge I de Inglaterra y restaurar en el trono a un monarca católico más favorable con las necesidades españolas.
Alberoni pidió a James Butter, segundo conde de Ormonde, un general inglés que había servido a la reina Ana Estuardo contra España, que comandara la invasión. Para ello se pondría a su disposición un ejército de 5.000 soldados que desembarcarían en la costa sudoeste de Inglaterra, donde la presencia de partidarios jacobitas era más abundante, para desde allí abrirse paso a Londres para derrocar a Jorge I.
Butter aceptó el encargo, pero planteó la necesidad de organizar una maniobra de distracción que facilitar el avance de los invasores hasta la capital británica. Para ello sugirió mandar al norte una avanzadilla que sirviera de cortina de humo para, una vez allí y con la ayuda de clanes rebeldes escoceses, atacaran alguna ciudad importante obligando a Londres a enviar tropas, dejando desprotegido el sur y así poder abrirse paso hasta Londres con mayor facilidad.
Esta avanzadilla de distracción estaría a cargo de 300 infantes de marina del Regimiento Galicia, un regimiento que en la actualidad todavía existe, bajo el mando de un ilustre gallego nacido en Vilalba, en la provincia de Lugo, el teniente coronel Nicolás de Castro Bolaño.
El conde de Ormonde se retiró a Valladolid, desde donde comenzó a enviar misivas a los simpatizantes jacobitas en Inglaterra, anticipándoles parte de sus planes para que todo estuviera dispuesto para la marcha hacia Londres.
Finalmente, el 7 de marzo de 1719, 27 navíos partían de Cádiz rumbo a A Coruña, donde se abastecerían y recogerían al conde para comenzar la invasión, pero tres semanas después, un temporal dejó maltrecha la flota española, que buscó refugio en los puertos gallegos. Además, desde Suecia se recibieron las noticias de la muerte del rey Carlos XII, que había dado su apoyo a la invasión con más tropas, algo a lo que su sucesor se negó. Y, por si fuera poco, los espías británicos habían puesto en alerta a sus tropas, que esperaban bien pertrechadas en la costa a los invasores españoles.
Alberoni dio carpetazo al plan de invasión, pero nadie pareció acordarse de los 300 gallegos que ya habían partido rumbo a Escocia desde el puerto guipuzcoano de Pasajes, o si lo hicieron, no había manera de avisarles de que estaban solos.
Los 300 del Regimiento Galicia llegaban a bordo de dos fragatas el 13 de abril a los pies del castillo de Eilean Donan, donde levantaron su base y almacenaron todo el armamento que habían traído desde España. Tras dejar en el castillo una guarnición de 50 hombres, Bolaño comenzó los contactos con los clanes escoceses incitándoles a la rebelión con la ayuda de un líder del clan McGregor, el legendario Rob Roy, para preparar la conquista de Inverness, la ciudad más cercana siguiendo el plan de Alberoni y Butter.
Pero el 10 de mayo, cinco fragatas de la Royal Navy que remontaban la costa escocesa llegaron a la altura del castillo de Eilean Donan, donde ondeaba la bandera española y la enseña de Felipe V sobre sus almenas, lo que provocó que comenzaran a bombardearlo sin piedad durante varias horas, reduciéndolo a escombros. Con el castillo en ruinas, los ingleses asaltaron sus restos, donde encontraron a 39 españoles agotados y heridos, pero todavía vivos.
Cuando las noticias del asedio al castillo llegaron a Bolaño, lo hicieron también las del fracaso de la invasión. Estaban solos y no podían huir. O se rendía o atacaban. Y decidió plantar cara a los ingleses.
El 10 de junio de 1719, un contingente de 850 soldados, 120 dragones de caballería y 4 baterías de morteros que había partido de Inverness para atajar la rebelión, se encontró con los españoles. Había llegado el momento de luchar en la que sería conocida como la batalla de Glen Shiel.
El Regimiento Galicia ocupó el centro de la formación quedando las alas cubiertas por los clanes escoceses. El combate se inició a las cinco de la tarde y se prolongó durante tres horas. Aunque los españoles y sus aliados consiguieron repeler el primer ataque, los escoceses comenzaron a huir en desbandada tras el abandono de Rob Roy, que había resultado herido, junto a su clan. Pero a pesar de todo, los hombres del Regimiento Galicia, sin perder la formación, soportaron los asaltos ingleses, causando numerosas bajas mientras se replegaban a un estrecho camino de montaña conocido aún hoy en día como el “Paso de los españoles”, conscientes de que no podrían vencer, pero tampoco podrían derrotarles. La colina donde aconteció esta batalla también se llama “Pico de los españoles” en honor a su heroica resistencia.
Sería la última vez que un ejército extranjero libraba una batalla en suelo británico. Una gesta que jamás logró Felipe II, Napoleón o Hitler, había sido llevada a cabo por un pequeño contingente de soldados movidos por su orgullo y el amor por su país.
Cuando el gallego se rindió junto a sus hombres, los ingleses les permitieron retirarse del campo de batalla sin romper la formación, con sus armas, banderas, estandartes y tambores y con apenas 20 bajas en todo el Regimiento. Fueron llevados, con su jefe Nicolás de Castro Bolaño a la cabeza, a Edimburgo, ciudad en la que se reunieron con los prisioneros que los británicos habían hecho en el asalto a Eilan Donan y donde estuvieron retenidos hasta el mes de octubre antes de ser repatriados en la fragata “Flamborough”, siendo recibidos en España como héroes.
Quién sabe lo que podría haber ocurrido si las tropas de Ormonde hubiesen llegado con todos sus efectivos y armas a las costas inglesas y hubiesen logrado su objetivo. La historia tal y como la conocemos sería completamente diferente.
Todos regresaron, aunque algunos lo hicieron tras haber dejado su vida en Inglaterra. El único que allí se quedó fue el fantasma del capitán español que todavía espera el barco que debería llevarle, junto a sus compañeros, de vuelta a España.
Iván Fernández Amil. Historias de la Historia.
Referencias:
- es.wikipedia.org
- larazon.es
- mudiario.com
- wanderer.es
- elmundo.es
- lavozdegalicia.es
- farodevigo.es
- elpais.com
- diariodepontevedra.es