Hace unos 335 millones de años, los primigenios continentes que había en la Tierra se unieron en un gran supercontinente, que existió entre el final de la era Paleozoica y comienzos de la era Mesozoica, al que se llamó Pangea, y que estaba rodeado por un único mar, Panthalassa. El movimiento de las placas tectónicas creó esta masa de tierra, pero también la desmembró. Pangea comenzó a fragmentarse entre finales del Triásico y comienzos del Jurásico, hace unos 175 millones de años, creando dos continentes, Gondwana al oeste y Laurasia al norte, que acabarían convirtiéndose en los continentes actuales, en un proceso geológico de desplazamiento que se mantiene en marcha todavía en la actualidad. Se cree que el lugar en donde Pangea se “desgarró” en dos, el lugar considerado el centro de la Tierra primigenio, forma parte, hoy en día, de un mágico y extraordinario paisaje, en el que podemos encontrar alguno de los acantilados más escarpados del mundo, las rocas más antiguas de la Península Ibérica y algunas de las más antiguas de Europa. Este maravilloso lugar, que un día fue el centro del mundo, está en Galicia y se llama Cabo Ortegal.
Cabo Ortegal se sitúa en la costa atlántica gallega y pertenece al municipio de Cariño, en la provincia de A Coruña, y constituye la marca divisoria simbólica de las aguas del océano Atlántico y el mar Cantábrico. El Ortegal es el segundo cabo más septentrional de la Península Ibérica, por detrás de Estaca de Bares, a escasos kilómetros, y está incluido en el lugar de interés comunitario “Costa Ártabra”.
Ortegal se clava en el océano con dos impresionantes salientes rocosos: Punta do Limo y Punta dos Aguillóns, donde se emplaza el faro y que se encuentra frente a tres peñascos afilados que surgen del mar constantemente azotados y erosionados por su acción, conocidos como “os Aguillóns” (los aguijones) y que ya fueron citados en el siglo II por el griego Ptolomeo, que los llamó “Trileuco” (los tres blancos), quizá a causa de la espuma que los golpea de manera perpetua.
Al oeste de la Punta dos Aguillóns se puede observar la Punta do Limo, con su espectacular pared rocosa donde vemos como poco a poco los acantilados van ganando altura sobre el Atlántico hasta los 613 metros sobre el nivel del mar, formando el acantilado más alto de toda la Europa continental, por encima del cual algunos pequeños ríos vierten sus aguas formando fabulosas cascadas de cientos de metros de altitud.
Y son esas rocas las que hacen a Ortegal uno de los lugares más extraordinarios del mundo, porque en el año 2006 se determinó que eran unas de las más antiguas de Europa y las más antiguas de toda la Península Ibérica.
Durante 5 años, varias universidades españolas, entre las que se encuentran la de A Coruña y la Complutense, y organismos internacionales, como el Museo de Historia Natural de Londres, decidieron crear un grupo multidisciplinar para la datación del granito negro que abunda en Ortegal y cuyo nombre científico es anfibolita.
Esta anfibolita es una roca oceánica que se formó bajo la superficie terrestre, a partir del magma, a varios kilómetros de profundidad de la corteza. Y allí estuvo durante millones de años hasta que afloró cuando se formó Pangea, que la trajo a la superficie. Cuando este supercontinente comenzó a fragmentarse, la anfibolita se quedó depositada en los acantilados de Ortegal, formando parte de ellos para siempre.
Pero los científicos creían que estas rocas eran más antiguas de lo que se pensaba. Y acertaron.
Hasta ese momento se estimaba que la antigüedad de la Península Ibérica era de unos 650 millones de años, pero con el descubrimiento que se hizo en el año 2006, esa edad quedaba casi duplicada, ya que la datación reveló que las rocas de Ortegal tenían aproximadamente 1.160 millones de años.
¿Pero cómo es posible conocer la edad de este granito negro? Para la datación de rocas tan primigenias rocas como las de Cabo Ortegal, los científicos tienen que estudiar la concentración de isótopos radiactivos que contienen. Desde el momento de la formación de los minerales que componen estas rocas, estos elementos se van desintegrando y transformando en otros, como el zircón, un mineral que contiene cantidades de uranio que, tras varias etapas de desintegración, acaba por convertirse en plomo. La proporción actual entre uranio y plomo determina el tiempo que hace que se formó la roca.
Pero Ortegal no es tan solo un lugar con unas viejas rocas olvidadas, sino que hay geólogos que afirman que, en algún momento de la historia, Ortegal fue el centro de la Tierra. En todo el planeta solo hay tres lugares con rocas tan longevas en Terranova, Polonia y Australia. Algunos estudios sostienen que estos cuatro puntos estuvieron unidos cuando la Tierra solo tenía un continente, Pangea.
Hay teorías que sustentan que ya las antiguas poblaciones sabían que Ortegal era el centro del mundo. Los romanos respetaban tanto estos lugares de fuerte valor simbólico que nunca construyeron nada sobre ellos, pero sí los delimitaban con su arquitectura. Hay quien afirma que las Aras Sestianas, monumentos que fueron levantados en el año 19 para conmemorar las victorias de las legiones en las últimas campañas de las guerras galaico-cántabro-asturianas, fueron construidas como delimitadoras de un lugar sagrado y la ciudad de Lucus Augusti, y tenían su centro en cabo Ortegal.
En la actualidad, un trozo de esa primigenia roca de Ortegal, que se forjó en el núcleo de nuestro planeta y que alguna vez formó parte del centro del mundo, puede admirarse en la Casa de las Ciencias de A Coruña.
Iván Fernández Amil. Historias de la Historia.
Referencias:
- es.wikipedia.org
- lavozdegalicia.es
- elmundo.es
- lavanguardia.com
- elpais.com
- elprogreso.es
- galiciaromana.blogspot.com
- madridmasd.org
- diariodelviajero.com
- elcorreogallego.es
- laopinioncoruna.es
- naukas.com