A lo largo del Siglo XVIII, y parte del XIX, ser corsario en España se convirtió en un gran negocio. La crisis del comercio con las Colonias de Ultramar y las guerras con Inglaterra obligaron a buscar alternativas para generar ingresos. Así fue como comerciantes y empresarios de toda Galicia se embarcaron en la aventura de capturar buques mercantes enemigos amparados por la Patente de Corso, que concedía Su Majestad. Para comprender la magnitud del episodio corsario en Galicia, es necesaria tan solo una cifra: 424. Esos fueron los buques enemigos que llegaron a apresar los corsarios gallegos en un solo año, 1799.
“El Audaz”, “El Veloz” o “El Atrevido” fueron algunos de los fabulosos sobrenombres de legendarios buques corsarios que surcaron las rías gallegas, y que convirtieron a Vigo y a A Coruña en algunas de las bases corsarias más temidas de toda Europa. Así fue como la Galicia corsaria sembró el miedo y el terror en el Océano Atlántico. Y todo comenzó por culpa de una oreja.
Hace ya algún tiempo hablábamos sobre el último gran pirata del Atlántico, el pontevedrés Benito Soto Aboal. El 26 de Enero de 1830, este gallego era ahorcado en Algeciras por el delito de piratería. Moría antes de cumplir los 25 años y se cree que la famosa “Canción del Pirata” de José de Espronceda se basó en su vida. Aquí puedes leer la historia completa.
Pero los corsarios no eran piratas, aunque se parecían mucho. Ambos se dedicaban a saquear barcos, pero los piratas lo hacían violando las leyes para su propio beneficio, en tiempos de paz o de guerra, y contra cualquier enemigo o nación. En cambio, los corsarios lo hacían sólo en tiempos de guerra y bajo el permiso de su país, concedido en una Patente de Corso. Es decir, era legal, y lo que hacían era sabotear el tráfico marítimo de las naciones enemigas buscando debilitarlas.
En épocas de escasez de negocios más “normales”, la Patente de Corso era muy codiciada, debido a los privilegios que concedía al armador que la poseía: cobertura militar, suministros de munición y armamento, títulos nobiliarios, grados militares, pensiones… además de la mayor parte del botín del buque atacado.
Gracias a estos motivos y a la privilegiada situación geográfica de Galicia, en la ruta comercial entre Inglaterra y Portugal, proliferaron los corsarios gallegos.
Pero no era fácil serlo. Era necesario un barco en propiedad, armamento, pertrechos y tripulación, que tenían que pasar una inspección por parte de la Comandancia Marítima. Además, la Patente de Corso tenía un importante requisito que pocos podían cumplir: era necesaria la presentación de una fianza o aval como garantía frente a comportamientos fuera de la ley y de la Patente.
Por ese motivo se explica que los más grandes corsarios de Galicia fueran comerciantes, empresarios y armadores de la época. Y, como hemos dicho anteriormente, todo comenzaba por una oreja…
En Abril de 1731, el guardacostas español “La Isabela” apresaba, en aguas del Caribe, un barco contrabandista inglés, el “Rebecca”. Su capitán, Julio León Fandiño, cortaba una oreja al capitán inglés, Robert Jenkins, advirtiéndole: “Ve y dile a tu rey que lo mismo le haré si a lo mismo se atreve”. Ante la afrenta española, el Imperio Británico reunió una descomunal flota compuesta por 180 navíos y 20.000 hombres para atacar Cartagena de Indias. La defensa española estaba compuesta por seis barcos y 3.000 soldados… Comenzaba la “Guerra del Asiento o Guerra de la Oreja de Jenkins”.
Y con esta “excusa”, comenzaba la actividad de los corsarios gallegos, durante una guerra que abarcó desde 1739 hasta 1748.
Los barcos mercantes británicos eran su mejor presa. Navegando por el Corredor Atlántico, contaban con una pequeña tripulación no mayor de 10 personas, mientras que los corsarios solían alcanzar los 40. Además, era habitual que también contaran con superioridad armamentística, lo que provocaba que la mayoría de sus víctimas se rindieran sin dar batalla, lo que reducía las pérdidas humanas y económicas. Durante esta época en Galicia se llegaron a armar a 60 corsarios, capturando un total de 170 embarcaciones enemigas. Vigo y Marín eran, en aquel momento, las mayores bases corsarias.
Tras unos años de calma, la actividad corsaria vuelve a la palestra. La crisis del comercio colonial y la firma de la Paz de Basilea con Francia, en 1796, ponen de nuevo a Inglaterra en el punto de mira y el Corso vuelve a ser un negocio en auge.
Durante esta nueva etapa, A Coruña fue el núcleo corsario más importante de Galicia, siendo concedidas 171 Patentes de Corso. Entre los mayores corsarios coruñeses figuraban empresarios ilustres como Juan Francisco Barrié o Marcial F. del Adalid. En Vigo, quizá el mayor corsario de todos los tiempos fue el industrial Buenaventura Marcó del Pont, que llegaría a ser alcalde de la ciudad, prestamista de la Corona y, en 1800, ante las noticias de una invasión británica a Vigo, defensor de la ciudad, reuniendo 800 hombres y varios cañones impidiendo que la flota inglesa de 50 navíos consiguiera desembarcar.
De todas las batallas que se entablaron en las rías gallegas entre corsarios y sus presas, la más épica quizá fue la que enfrentó el 27 de junio de 1798 al vigués “Santa Victoria” (rebautizado como Corsario “Fortuna”) con el carguero inglés “Friendhisp”.
El buque gallego contaba con una tripulación de 25 hombres y como armamento un solo cañón. Su presa inglesa tenía 12 cañones. Durante una hora el “Friendhisp” disparó toda su artillería contra el “Fortuna”, logrando éste esquivarla y contraatacando con su único cañón. Lo lógico sería haber desistido. Pero cuando a un gallego se le mete algo entre ceja y ceja, mejor no interponerse en su camino. El capitán del Fortuna dio una orden inesperada: ¡ABORDAJE!
Al amanecer del día siguiente, la silueta de dos barcos entrando en la ría de Vigo por las Islas Cíes dejaba boquiabiertos a sus paisanos. El pequeño “Fortuna” había apresado al gigante inglés “Friendship”.
Firmada la paz con los ingleses, el corsarismo acabó cediendo paso a negocios más tranquilos, menos estresantes y más “pacíficos”.
Así fue como durante 100 años, con permiso de Su Majestad, los corsarios gallegos se convirtieron en el terror de los ingleses, algunos se convirtieron en legendarios gracias a su audacia y fueron los mejores contribuyentes, con su “negocio”, al auge de grandes ciudades como Vigo o A Coruña.
Empresarios, corsarios y gallegos. ¿Qué podría salir mal?
Historias de la Historia…
Iván Fernández Amil. Top Inspira LinkedIn 2019. Storyteller. Jefe de Compras.
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Referencias:
- VÁZQUEZ LIJÓ, J.M. El Corso gallego en la Guerra del Asiento (1739-1748): Escenarios, actores y presas. Obradoiro de Historia Moderna – Universidade de Santiago de Compostela, 2017.
- elespanol.com/quincemil
- es.wikipedia.org
- lavozdegalicia.es
- laopinioncoruna.es
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