La idea de la ciudad como un organismo cambiante no es sorprendente. Pasear por un tejido urbano permite ver en una calle un sinnúmero de realidades simultáneas. De tal manera que, lo que parece un lugar conocido se convierte en un espacio cambiante que obedece a un contexto mutante. Las estaciones, el clima, las dinámicas urbanas y las circunstancias sociales cambian de forma constante la atmósfera de la calle sin alterar su estructura y sus características básicas. Quien pasea por la ciudad se convierte en un viajero ocasional impulsado por una curiosidad indeleble. Y la ciudad, a sus pies, se vuelve un territorio desconocido.
"Una gran ciudad siempre es terra incógnita, no importa si vives en ella durante cien años o una hora. Quien abre la puerta de su casa y sale a comprar cigarrillos es como un valiente explorador que se ha aventurado en un peligroso viaje. Una misteriosa tierra habitada por extrañas criaturas que corren de un lado para otro en una insuperable danza ritual que se presenta ante sus ojos". Alexander Brodsky e Illia Utkin. Trienale de Milán, 1988.
Las ciudades occidentales han sufrido transformaciones paralelas a lo largo del siglo XX. Las estructuras urbanas se han construido a lo largo de los siglos mediante consolidaciones sucesivas, a pesar de la destrucción y los conflictos. De alguna manera, cuando la visión del mundo se reducía solo a Europa, las afecciones de los eventos sobre el territorio provocaban efectos similares en todas las ciudades. El urbanismo del siglo XX, se vio transformado por un cambio de paradigma internacional en el que la globalización entre las diferentes culturas construyó una nueva morfología urbana. Los intercambios culturales entre los diferentes desarrollos metropolitanos provocaron 'contagios' entre las ciudades en favor de la modernización. Las políticas higienistas, junto con una nueva perspectiva sobre el bienestar social, derivan en una mejora del espacio público y de la calidad de vida en la ciudad.
Una de las principales transformaciones del urbanismo contemporáneo es la eliminación del tejido industrial del centro de la ciudad y su traslado hacia áreas perimetrales a las zonas residenciales. La industria no sólo provocaba residuos y espacios de alta contaminación, especialmente a principios del siglo XX, sino que su entorno estaba formado en muchas ocasiones por un espacio público residual peligroso y degradado. El traslado de la industria no significaba solo una modificación de la estructura urbana, también una transformación social. Las mejoras higiénicas y sociales comenzaron a hacerse visibles, reduciéndose la mortalidad y las enfermedades. Los centros de las ciudades, liberados de las grandes construcciones industriales se convirtieron en espacios públicos y áreas de desarrollo. La escala de las áreas industriales es tal, que la liberación de terreno cuando desaparecen es muy amplia. De esta forma se producen extraños contrastes en los que una tipología vernácula tradicional se sitúa próxima a una construcción más moderna, creando una percepción de collage. El crecimiento urbano se articula mediante la superposición, adaptación y consolidación del tejido urbano a través del tiempo. Las áreas industriales que se transforman en tejido residencial son absorbidas por la dinámica urbana de forma orgánica siguiendo los patrones del planeamiento. Y en un momento dado, esa percepción de extrañeza sobre el cambio urbano, se convierte en algo reconocible e incluso dialogante.
"Tergvinder dice que ahora en las noches en que vaga por la casa oscura viene y se para en el pasillo que da a la sala y escucha la paz que existe en medio de la habitación. Él conoce su tamaño, su peso, su textura, lo que se ha pensado de ella. Él sabe que hay paz. En tanto él escucha, algo de esa paz lo invade. A menudo, después de un rato, se adentra en la sala y va y se arrodilla junto a la piedra y conversan en el silencio de la casa-un silencio roto solamente por el sonido de su propia respiración". W.S Merwin. La Roca Tergvinder
Fábrica de estampación La Artística
En A Coruña, las áreas industriales se encontraban en zonas hoy consolidadas en términos residenciales como Monte Alto, Zalaeta o Cuatro Caminos, pero también en los márgenes de caminos que actualmente son calles populares como Juan Flórez o la avenida de Finisterre. El crecimiento de la ciudad a partir de los sucesivos proyectos de ensanche motivó el desplazamiento de los limites residenciales conocidos. La calle Juan Flórez, era tan solo un camino (el camino Nuevo) que conectaba con la vía de salida de la ciudad, las parcelas en su entorno pertenecían a diversos propietarios, y en ellas se ubicaban algunas instalaciones industriales. Una de las más conocidas era la fábrica de estampación La Artística.
La fábrica de estampación La Artística, fundada por el abogado Germán Suárez Pumariega, se construyó en 1890 en el número 102 de la calle Juan Flórez. El edificio, una nave de aspecto convencional y superficie no muy extensa, se situaba sobre una parcela de grandes dimensiones. En 1899 la fábrica se consolida con el acuerdo firmado entre Suárez Pumariega y Manuel Salgado Rosendo para continuar la explotación del establecimiento que llevaba por nombre La Artística. La industria de estampación sigue la tradición de fabricación de latas coruñesa, una actividad vinculada a la pesca, ya que gran parte de estas se utilizaban para conservas. Estas latas se utilizaban para envasar mantequilla, chorizos, dulces, pero también conservas de pescado, escabeches y anuncios, carteles o placas. A principios de siglo XX, el negocio contaba con más de cincuenta trabajadores y mantenía una producción estable a pesar de que las cuentas no parecían reflejar dicha circunstancia.
Un edificio modesto
El edificio, presentaba una morfología muy modesta, formada por dos volúmenes con cubierta a dos aguas. Ambos estaban unidos por una pieza central más baja. Su construcción, habitual para la época, presentaba muros de mampostería ordinaria sobre la que se apoyaban cuchillos de madera tradicional. La cubierta presentaba un cerramiento de teja. La configuración simétrica de la estructura garantizaba su estabilidad a pesar de la simplicidad constructiva. A partir de la década de los veinte la prosperidad del negocio permite ampliar la fábrica, dotándola de una altura más en una de las naves en 1924. En 1938 la segunda nave se amplía de manera análoga a la primera. En la década de los treinta se inicia una nueva etapa en la empresa, ya que, por motivos familiares (la vinculación de los propietarios con la familia Rubine, también empresarios coruñeses) esta se vio renovada a través de una nueva generación. Si bien la Guerra Civil no afectó de manera profunda a la fábrica, ya que no sólo no se produjo falta de abastecimiento de material, sino que además aumentó la demanda de conservas para el ejército y las poblaciones ocupadas con restricciones para conseguir productos frescos. Pero esta etapa, aparentemente positiva, termina con la militarización de la fábrica y los problemas de abastecimiento debido al estallido de la Segunda Guerra Mundial. La crisis de la posguerra española hundió más la prosperidad de la fábrica, por lo que la propia estructura fue deteriorándose. Aún así, se mantuvo en producción hasta la década de los cincuenta, cuando a pesar de la mejora del contexto económico y el mando de una nueva generación a cargo de la empresa, la producción se redujo. Las siguientes décadas la empresa se mantuvo, aunque ya no en su ubicación inicial, afrontando de manera solvente diversas crisis económicas hasta 2004.
La Artística, formó parte de la cultura coruñesa durante décadas, dibujando un pasado industrial en lo que hoy es el corazón de la ciudad. La desaparición de la fábrica dejó un vacío que fue absorbido por el crecimiento de la ciudad. La dimensión de la parcela permitía una actuación de grandes dimensiones que contrastaba con el tamaño de las parcelas próximas. El nuevo plan urbanístico, el Plan General de 1967 (redactado por Ramón Vázquez Molezún, José Antonio Corrales y José María Pagola) además, permitía aumentar la altura de las construcciones por lo que en la parcela se desarrolla el edificio Trébol (1973) obra del arquitecto Carlos Meijide (1936-2001).
El humano moderno
El dibujante Saul Steinberg (1914-1999) fue uno de los ilustradores más conocidos de The New Yorker, nacido en Rumanía y arquitecto de formación, Steinberg emigró a EEUU huyendo de Mussolini. Su dibujo Aspera, muestra una imagen extrañamente dramática de los suburbios americanos. En esta ilustración muestra una multitud de personas casi idénticas que intentan encontrar su casa entre edificios casi idénticos. El ingenio de Steinberg, mostraba de manera sencilla la atmósfera y el espíritu de determinadas áreas urbanas con actitud crítica.
"Los estudios de arquitectura son un magnífico entrenamiento para hacer cualquier cosa, menos arquitectura". Saul Steinberg
Y es que la ciudad no es un organismo homogéneo, como la serie de ilustraciones que como Aspera, Steinberg realizó sobre papel milimetrado. Sino que se aleja de ese 'humano moderno' que W.S. Mervin que "uno tras otro// solitario y sin hablar // compra el periódico de la mañana // en camino al trabajo".