Bañarse en Riazor y en Orzán puede ser considerado en muchas ocasiones un deporte de riesgo. Cuando la mar está brava, poco o nada pueden hacer los bañistas de A Coruña por no ser arrastrados por la corriente. No obstante, hubo un tiempo en el que los niños de la ciudad nadaban tranquilos en Riazor. Entre 1970 y 1989 en el extremo más próximo a Las Esclavas había una 'piscina natural' que permitía a jóvenes y adultos pegarse un chapuzón sin preocupaciones.
La piscina de Riazor fue un proyecto aprobado en 1969 y construido en 1970 bajo el mandato de José Pérez Ardá. La infraestructura consistía en un pequeño dique que aprovechaba las particulares rocas de Riazor para crear una balsa salada al principio del arenal.
La piscina se abastecía con agua del mar gracias a unas pequeñas compuertas ubicadas en el espigón, tal y como reflejan los artículos periodísticos de la época. La estructura, además de servir como muro de contención para las olas en las jornadas de invierno, también actuaba como una grada en la que los bañistas podían poner sus toallas. Aunque cuando la corriente azotaba, de poco servía la barrera de hormigón: las olas sobrepasaban con facilidad la barrera construida por el hombre.
La Jefatura de Costas y Puertos de Galicia fue la administración que financió el proyecto, dividido en tres fases y ejecutado en un año, aproximadamente. Durante dos décadas la zona fue muy frecuentada por los vecinos de la ciudad, pero en 1989 se decidió derribar la estructura y volver a la casilla de salida. Más tarde la ciudad le ganaría terreno al mar a base de arena de cantera, dejando un escenario más similar al de hoy en día.
Y es que piscina de Riazor todavía es recordada por muchos coruñeses, especialmente por aquellos nacidos entre los 60 y los 70. Se trataba de un espacio frecuentado por familias y niños dada la tranquilidad y seguridad que suponía frente a las bravas aguas del Orzán o las sucias mareas de Matadero. Aunque, tal como la describían las crónicas de la época, tras los primeros años de uso allí también empezó a haber malos olores y suciedad.
El historiador Xosé Alfeirán es uno de esos niños que cada día del verano bajaban ilusionados a la piscina de Riazor."Lémbroo como unha época moi feliz e divertida", cuenta a Quincemil.
Sin embargo, la piscina no es lo único que ha cambiado en los alrededores. Cuando Alfeirán describe sus veranos en Riazor es inevitable pensar que no habla de la misma playa que da nombre al estadio del Deportivo: arena fina, arcados con actividad y algún que otro barco navegando por la zona. La estampa era, sin duda, muy diferente a la de hoy en día.