Hay ideas que parecen opuestas. Pero a veces, cuando los términos se descomponen mediante una abstracción racional se encuentran planteamientos sorprendentemente cercanos. En el debate sobre la ciudad, siempre flota una mirada conceptual que busca una metáfora con la que describir la atmósfera y las dinámicas de esta. Una de estas polémicas es la mirada opuesta entre la arquitecta Jane Jacobs (1916-2006) defensora y activista del derecho a la ciudad y el economista ganador del premio Nobel Friedrich A. von Hayek (1899-1992) que, sin embargo coinciden en la visión del urbanismo a través del comercio y su integración social como mecanismo de lucha contra la segregación social y catalizador de la libertad de acción de los ciudadanos de tal forma que se cree un mayor abanico de oportunidades capaz de reavivar todos los ámbitos de la ciudad. El punto de partida, sin embargo, siempre es el mismo: la realidad.
“Como organizador empiezo desde donde se encuentra el mundo, tal como es, no como a mí me gustaría que fuera. Que aceptemos el mundo tal como es no debilita en ningún sentido nuestro deseo de cambiarlo a lo que creemos que debería ser; es necesario comenzar donde está el mundo si queremos cambiarlo a lo que creemos que debería ser… Eso significa trabajar en el sistema”. Saul Alinsky en ‘Rules for Radicals’
El estudio de la ciudad lejos de metáforas, solo con la contemplación de la realidad, puede devolver una imagen decepcionante. Libre de utopías o lecturas optimistas, el lugar, la calle, el barrio son aquello que existe, lo que no impide el planteamiento de medidas de mejora sobre ellos. El crítico de arquitectura Kenneth Frampton (1930) planteaba en el prólogo a una de las recientes reediciones de su ‘Historia crítica de la arquitectura’ que la arquitectura avanza por crisis o por utopía, es decir, sometiendo a análisis aquello que existe o planteando un proyecto nuevo que funciona por sí mismo. La tesis de Frampton define la realidad con la que se integra un nuevo cambio urbano, porque además se realiza, siguiendo los postulados de Alinsky, de manera realista, dejando las idealizaciones que suelen ser producto de un lenguaje demagogo o falaz.
A pesar de todo, la ciudad muestra una escenografía, una composición similar a los ‘Gritos y susurros’ (1972) de Ingmar Bergman, en la que la sucesión de formas, colores, recursos y flujos crean unos extraños armónicos que construyen el territorio. Esas áreas urbanas que se intuyen “correctas” a pesar de sus imperfecciones no suelen ser objeto de transformación ya que su consolidación supera cualquier deficiencia y la memoria envuelve la saturación. Las zonas en expansión, sin embargo, aparecen como territorios para el exceso imaginativo en los que cualquier cosa es posible. La ausencia de ciudad no implica la falta de construcción del territorio, simplemente describe otras formas de comprender el lugar. Y es que la ciudad nunca es una arquitectura ‘blanco sobre negro’, no está definida por límites exactos como sucedía en las antiguas estructuras urbanas amuralladas o como se percibe aún en algunas ciudades de reciente creación. La consolidación de la ciudad conlleva el borrado de sus límites mediante un ejercicio de difuminado, pero también numerosos procesos internos que convulsionan y mutan su tejido. Los palimpsestos, collages, reajustes o superposiciones que pueda sufrir el tejido de la ciudad tienen un origen sociopolítico en el que las nuevas formas de vida necesitan de nuevas formas urbanas, y la necesidad de transformación genera estas actuaciones que se plantean desde la crisis o desde la utopía.
Uno de los parámetros que más convulsión genera a la forma de la ciudad es la guerra. Al margen de las acciones que motivan las atrocidades sobre los seres humanos, se produce una profunda destrucción de infraestructuras, pero también de símbolos, memoria y cultura. Estas mutilaciones urbanas, una vez cesada la brutalidad del conflicto o la agresión, resultan en una ‘arquitectura forense’ en la que la autoridad competente, sea cual sea, se ve en la necesidad de dotar de servicios a la ciudad si es que esta vuelve a ser habitable. En España, tras la Guerra Civil fruto del golpe de estado de 1936, el país se encuentra completamente devastado y en pleno gobierno autárquico, lo que motiva el desarrollo de planes de desarrollo de regiones devastadas, con el objetivo de intentar impulsar la supervivencia del país. En las ciudades, el trabajo es quirúrgico, y son los gobiernos municipales los que afrontan la recuperación, ampliación o limpieza de algunas áreas urbanas. Poco a poco, y bajo el yugo de la dictadura, se producen tímidos procesos de regeneración urbana. En A Coruña, la ampliación de la ciudad en el entorno del río Monelos es un planteamiento que culminará con grandes transformaciones como la canalización del río, la construcción de la avenida de Lavedra, la construcción de los polígonos de Elviña, el Barrio de las Flores y el gaseoducto. La granja experimental (1888-1928) situada en la zona que actualmente ocupa el polígono de Elviña, desapareció dejando un gran vacío que, junto con la existencia de pequeños núcleos poblacionales como Oza (anexionado en 1912), introdujo una opción de desarrollo urbano hacia esta zona. Pero, antes de la construcción de los ambiciosos proyectos residenciales, los grandes bloques rodeados de espacios verdes abiertos, se realizaron algunas pequeñas actuaciones, fruto de la mera necesidad, para dar servicio a quienes ya vivían allí.
El mercado de Monelos
Uno de los proyectos más interesantes de esas actuaciones adaptativas en el entorno del río Monelos es la construcción de un mercado que garantizase unas condiciones higiénicas y funcionales mínimas. El 9 de enero de 1953 se publica la licitación pública para las obras de la primera fase del Mercado de Monelos. El proyecto, era obra del arquitecto municipal Antonio Vicéns Moltó. Vicéns Moltó fue arquitecto municipal de Ponferrada desde mediado de la primera década del siglo XX hasta el estallido de la Guerra Civil, su adhesión como voluntario al Bando Nacional, le valió en 1937 (BOE 22 febrero) el ascenso a Alférez Honorario del Arma de Ingenieros. Apenas unos años después se trasladó a Coruña ejerciendo el mismo puesto de arquitecto municipal además de realizar algunas pequeñas obras en otras ciudades próximas como Noia, Cedeira, Muros, Outes, Ribeira o Sada. En A Coruña destacan algunas obras racionalistas como el Edificio Vázquez en Juan Flórez o el Edificio Gómez de la Puente en la calle Calvo Sotelo. Pero dentro de su trayectoria se encuentra también la plaza de Abastos de Ponferrada, construida durante su etapa como arquitecto municipal en la capital del Bierzo, y que sirve como experiencia en el desarrollo de esta tipología arquitectónica.
La importancia de los mercados modernos
Los mercados o plazas de abastos construidos en la etapa de la autarquía se configuran como espacios radicalmente funcionalistas en los que la presencia de la estructura es esencial para la organización de un espacio suficiente, luminoso e higiénico. A diferencia de sus precedentes construidos con hierro colado, la aparición del hormigón, entonces más barato, caracteriza la morfología de estas estructuras que se apoyan en los desarrollos geométricos para optimizar el material. Además de la experiencia personal del arquitecto, existen referentes cercanos como el Mercado de San Agustín de Antonio Tenreiro y Santiago Rey Pedreira construido entre 1932 y 1938, y otros no tan próximos, pero enormemente influyentes en cuanto a la construcción de mercados de hormigón armado en España como el Mercado de Algeciras de Eduardo Torroja (1934-1935). Y es que la influencia de Eduardo Torroja en el desarrollo de estructuras de hormigón armado con relación a su desarrollo geométrico y optimización es casi catártica. La vanguardia tecnológica del hormigón asociada al estudio geométrico de las cáscaras y las membranas como optimización de este se convirtieron en manifiesto a través de obras como el Hipódromo de la Zarzuela de Carlos Arniches Moltó y Martín Domínguez (junto con el ingeniero Eduardo Torroja) que resultó ser una obra admirada y estudiada por los arquitectos contemporáneos a ella. La culminación de esta investigación estructural es la publicación de “Razón y ser de los tipos estructurales” en 1957, escrito por Eduardo Torroja.
Vicéns Moltó realiza un proyecto humilde en el mercado de Monelos, que busca la dignificación y la higiene de una actividad que se realizaba mediante estructuras improvisadas. El conjunto consiste en una serie de muros de fábrica de ladrillo a panderete, es decir, muros de gran esbeltez que se arriostran mediante el uso de unas pequeñas bóvedas de hormigón y muy poco espesor. El conjunto se amplía hacia la zona de compraventa interior mediante dos apoyos puntuales concebidos como pilares de hormigón, que se cubren igualmente con una bóveda de hormigón. Hacia el exterior los puestos incorporan únicamente una ventana y un desagüe inferior, mostrando una opción más cerrada. La geometría del conjunto obliga a que, en ciertas zonas estas bóvedas se abran más creando una forma irregular. Además, las dos bóvedas presentan pendientes diferentes para permitir la evacuación de agua. Esta dislocación de pendientes en las bóvedas recuerda vagamente a la elegancia estructural del hipódromo de la Zarzuela. La morfología del conjunto podría ser el de cualquier mercado tradicional, pero con voluntad de permanencia, como los pendellos de Agolada. El conjunto de puestos se cierra perimetralmente con un muro que protegía el recinto. La construcción, aunque precaria resultó ser solvente, y estuvo en uso durante varias décadas, incluso llegó a tener una zona verde en su interior que proporcionaba sombra, hasta que el desarrollo de esta zona promovió su derribo. Su ubicación cerca del cauce del río Monelos donde hoy se ubicarían las bolsas de aparcamiento entre la avenida Salvador de Madariaga y la avenida de Monelos, ocupaba un espacio intersticial entre los grandes bloques de viviendas.
Tu futuro te está observando
En una de las estaciones de metro del lower Manhattan en Nueva York hay una pieza de streetart (Chambers Street Subway, 2010) con cerámica en la que aparece un ojo, y bajo él se encuentra escrita la frase del gerontólogo biomédico Aubrey de Grey: “Your future self is watching you right now through your memories” (Tu futuro yo está observándote ahora mismo a través de tus recuerdos). La presencia de esta frase en un elemento urbano adquiere una nueva lectura y es que, no solo apela a la responsabilidad de los habitantes que construyen la ciudad, sino también a sus dinámicas. La convivencia del pasado y el futuro como opuestos es posible gracias a la interpretación crítica. Si no hay crítica, la interpretación sería como decía Susan Sontag “una venganza del intelecto sobre el arte, e incluso la venganza del intelecto sobre el mundo” como una superposición de los deseos y aspiraciones a la realidad tangible que crean un mundo de significados fabricados. Quizás por eso en la ciudad es necesario observar críticamente la realidad y hacer aquello que desde un futuro será percibido como un buen recuerdo.