Hay pensamientos que se ocultan, que nunca llegan a convertirse en palabras. Y no necesariamente han de ser juicios negativos o pensamientos perturbadores, sino que forman una constelación de ideas dispersas, seguramente sin relación entre sí, pero que responden a un elemento común: la actitud crítica. Este mecanismo parte de la ausencia de aceptación de la realidad sin análisis racional, que evita fanatismos y dogmas para plantear cuestiones situadas en ocasiones en límites argumentales para acotar una opinión crítica.
“Las comparaciones, las clasificaciones jerárquicas y los exámenes se trasladan de las otras personas al yo; los patrones críticos se interiorizan. El oficio, es cierto, no elimina la comparación denigrante con el trabajo ajeno; pero vuelve a centrar las energías de una persona en la realización de un acto bueno en sí mismo, por sí mismo. El artesano puede sostener el respeto por sí mismo en un mundo desigual.” Richard Sennet
En este sentido la incorrección política aplicada al diseño, parte en gran medida de los patrones críticos interiorizados, y ésta es un aspecto que permite, como afirmada el diseñador Alexander McQueen revolucionar una disciplina vinculada a la creatividad o la moda. El engranaje de la incorrección permite un distanciamiento dogmático que cuestiona los sesgos adquiridos y permite trabajar con los contextos preconcebidos que arraigan una idea. En términos arquitectónicos, este enfoque resulta especialmente necesario en la intervención sobre lugares con fuerte carga histórica o en los que la memoria popular haya consolidado un relato significativo. La ampliación o reconversión de un edificio preexistente siempre conlleva un estudio previo de la construcción preexistente no sólo por motivos técnicos, sino también de parámetros que definen un contexto y una atmósfera. El recorrido en torno a este conjunto de parámetros que determinan la construcción emocional de un lugar se convierte en la nebulosa que termina tomando una forma tangible y configura el proyecto construido.
El proyecto de arquitectura que parte de esta actitud crítica está compuesto por un conjunto de ideas que se ocultan entre sí en una confusión que no se percibe como tal, sino que parece simplemente sumar parámetros que encajan entre sí, simulando casi un accidente afortunado. En realidad, tras ese engranaje perfecto se encuentra un concepto que sostiene cada decisión como la trama de una película. Y es que “¿Existe realmente algo parecido a un accidente, Elspeth? No sé. Los accidentes son para gente como tú. Para el resto de nosotros, hay trabajo. Y a diferencia de ti, yo sé trabajar.” Oliver Quick en Saltburn (Emerald Fennell, 2023). Las decisiones de proyecto pueden ser o no correctas, pero responden a una argumentación ordenada. La comprensión del lugar se encuentra en la génesis del razonamiento crítico, ya que a través de él se crea el arraigo, pero también la perspectiva de envejecimiento del edificio junto con el territorio.
La intervención en una pieza de arquitectura preexistente sucede en un momento concreto de la existencia del edificio original, es decir, que la ampliación se incorpora a la historia del edificio, pero esta situación no implica el renacimiento del edificio, sino que representa la continuidad a través de una nueva etapa. Tras la intervención se produce un proceso de consolidación que integra al edificio ya no solo con el entorno, sino con la preexistencia. La simbiosis se transforma en una única biografía para el edificio, compleja, saturante, crítica que se oculta bajo la normalidad del uso diario.
El centro universitario de Ciencias da Saúde
En 1994 se convoca un concurso para la construcción del Centro universitario de Ciencias da Saúde dentro de la estructura de una antigua construcción situada sobre el puerto de Oza. La propuesta firmada por el arquitecto Manuel de las Casas (1940-2014) resultó ganadora del concurso con una idea que renovaba la antigua estructura que fue centro hospitalario al tiempo que añadía una pequeña construcción. El antiguo edificio obra del arquitecto coruñés Pedro Mariño, de función hospitalaria y pabellón de colonias posteriormente, fue construido en la década de los años veinte. El volumen, riguroso y ordenado con una directriz longitudinal muy clara se asentaba sobre un jardín proyectado por el mismo arquitecto en 1909 que urbaniza toda la punta de las antiguas construcciones de Oza. En el momento en que se realizó el proyecto, la dimensión del antiguo pabellón, así como la morfología del parque se encontraban perdidas, por lo que la incorporación de un nuevo volumen que dotase de sentido organizativo al conjunto se convirtió en una acción necesaria. Además, esta ampliación permite ajustar el programa solicitado que exige una mayor superficie que la que proporcionaría el edificio existente sin alterar su estructura interna.
El ajuste funcional del edificio parte de la compresión del lugar y sus preexistencias, por lo que la parte del programa que incluye las aulas, seminarios, departamentos y oficinales de administración se ubicaron en el edificio preexistente, mientras que en el nuevo pabellón incorpora las aulas de mayor tamaño y algunas otras menores. También resuelve el acceso y la conexión entre ambos edificios. La única intervención volumétrica que se realiza sobre el edificio preexistente es la adición de un ático de pequeñas dimensiones que no altera demasiado la imagen del edificio original. También se incorpora un ascensor para hacer accesible el conjunto del edificio. El nuevo pabellón, aunque utiliza un lenguaje moderno, sirve de enlace compositivo entre el edificio preexistente y el conjunto, en gran medida porque utiliza una relación escalar con la ermita de Santa María de Oza que se encuentra a pocos metros. Es precisamente el lenguaje moderno, neutro y sencillo el que permite tener una percepción abstracta del conjunto que crea una lectura dual, por una parte, olvida el contexto para comprender la composición volumétrica, y por otra resalta la presencia de la memoria del lugar. La claridad en el planteamiento de la intervención realizada por Manuel de las Casas, encaja a la perfección función, estructura, forma y estética.
La obra finalizó en 1997, pero su materialidad y organización es aún contemporánea. La fachada se reviste con granito local utilizando un despiece de grandes dimensiones. Esta elección no solo crea una conexión material con el lugar, sino que busca un envejecimiento natural con todo el conjunto (a pesar de que hoy en día se encuentre ligeramente descuidado). El edificio se mimetiza en el conjunto y eso lo hace desaparecer en una primera mirada rápida. Poco a poco, y a través de un recorrido pausado aparecen los detalles que definen la intervención, la presencia de la memoria, el lugar y la materialidad.
Racionalismo y modernidad
Esta obra de Manuel de las Casas pertenece a una etapa de madurez, a la que precede una extensa experiencia entre las que destacan la restauración de la Catedral de Toledo en 1982, el pabellón de Castilla-La Mancha en la expo 92, la Real Fundación de Toledo, un amplio conjunto de 198 viviendas sociales en Alcobendas, el Palacio de congresos y exposiciones y auditorio de Pontevedra en 1997. A este centro universitario le siguieron otras obras en Galicia como el Recinto ferial de Pontevedra en 1998. La obra de Manuel de las Casas se caracteriza por un acercamiento racional y pausado al proyecto mostrando un compromiso con el lugar y con la disciplina. Su mirada regeneradora dibujaba una forma de enfocar las obras mediante la inyección de una nueva vida.
El lenguaje del movimiento moderno español y la arquitectura racionalista de principios de siglo XX aunque alejadas conceptualmente, son capaces de crear una simbiosis que termina integrando ambas en una misma línea temporal. El Centro universitario de Ciencias da Saúde es un ejemplo de convivencia entre diferentes lenguajes arquitectónicos desde una sensibilidad crítica que observa el territorio y aplica estas conclusiones a la intervención. En este proyecto la escala y las relaciones formales entre los elementos del edificio original la pieza nueva es paralelas y, aunque su materialidad es diferente, esta es más cercana al conjunto urbanístico cercano creado por la ermita y el parque. Así el pabellón sirve de estructura conciliadora en términos estéticos, combinando la volumetría y modulación del edificio racionalista con la materialidad de las estructuras del entorno. La arquitectura en este proyecto responde a una vocación de servicio crítica y honesta.
Arquitecturas invisibles
La mirada crítica es una forma de abstracción que crea una estructura de pensamiento, un conjunto de patrones quizás sensatos, que se constituyen como herramientas para afrontar la realidad. Cuando la crítica forma parte del pensamiento arquitectónico y de su génesis como materialización en el proyecto, se produce una obra que se despega del cinismo mediante una mirada consciente y vuelve, de alguna forma, al individuo, al ser humano y su relación con el hábitat.
“posible remedio a la situación del hombre postmoderno, necesitado de normas y valores en medio del cinismo, el nihilismo, y la amenaza terrorista y nuclear. Se trata de una vuelta al sujeto, alejado de concepciones estructuralistas y de su afán por eliminarlo, pero al mismo tiempo consciente de las limitaciones sociales y la reproducción de las jerarquías basadas en la clase, el género, la raza, y la orientación sexual” Cornel West. La evasión americana de la filosofía. Una genealogía del pragmatismo
La postmodernidad es, a veces capaz de leer la modernidad desde la abstracción crítica y reconocer algunas obras como extraños iconos atemporales que desaparecen en la compleja amalgama de la realidad cotidiana. La disolución perceptiva de algunas arquitecturas en la realidad del día a día muestran la naturalización de la intervención. La invisibilidad visible es quizás una prueba significativa de una obra correcta.