El centro de salud en Elviña en A Coruña, una obra de Noguerol+Díez
El Centro de Salud de Elviña de Alberto Noguerol y Pilar Díez, es una lección de arquitectura discreta, sencilla y llena de decisiones. Una obra que explica con sencillez cómo transcurre el proceso de desarrollo y construcción de un proyecto
30 noviembre, 2022 06:00La decisión como dice el psicólogo Daniel Kahneman es como hablar en prosa “la gente lo hace todo el tiempo, lo sepa o no”. Estos procesos psicológicos tan interiorizados definen caminos que construyen la vida. Si bien, como dice Kahneman la mayor parte de decisiones se encuentran silenciadas por la deriva de la dinámica cotidiana, hay un pequeño puñado de estas que adquieren carácter determinante. O quizás, de forma individual se las dota de ese relieve distintivo.
En arquitectura la decisión forma parte del proyecto, convirtiéndose en una acción fundamental continuamente ejercitada. El arquitecto Alejandro de la Sota siempre apuntaba que la primera decisión del proyecto era la forma en la que se pegaba el papel de dibujo al tablero, y es que el formato y su posición son determinantes en un condicionamiento inicial de la propuesta. Mirar el lugar de proyecto con una u otra orientación construye una topografía virtual que estructura una volumetría capaz de asentarse en la forma de percibir el territorio. Esta decisión, de apariencia aleatoria, se convierte en el punto de partida de la propuesta y desencadena el proceso de proyecto dentro de una inercia en que el camino se construye mediante trazos determinantes. El recorrido del proyecto define una estrategia de trabajo construida a partir de la constante toma de decisiones de diferentes escalas y naturalezas sucediendo, como en la propia vida, que a veces se desarrollan solas de manera orgánica.
"No soy una arquitecta que pueda hacer muchos edificios. Cada uno me lleva mucho tiempo. No me interesa tanto hacer muchos como hacerlos con tiempo. Yo necesito tiempo para decidir qué es lo realmente importante en cada edificio" Kazuyo Sejima
El tiempo es quizás el patrimonio más escaso en el mundo contemporáneo, pero en arquitectura es un valor capaz de matizar el desarrollo de un proyecto. Y es que en el proceso de desarrollo de una propuesta el camino se hace complejo porque las decisiones son un avance y una omisión o una pérdida de forma simultánea, creando un estado de ánimo que se debate entre lo racional y la intuición creativa que es constantemente impulsada por la inteligencia. La mano del arquitecto se convierte de alguna forma en la herramienta de ejecución de determinadas decisiones, de tal forma que comete actos deliberados de ausencia o presencia en su trazo.
El músico de jazz Thelonious Monk afirmada que el piano no tiene notas equivocadas. El piano es un instrumento concreto que sigue una serie de reglas matemáticas y físicas conjugadas para producir un objeto capaz de producir sonidos que, a través de las manos formadas se convierten en música. Es decir, el piano es una constante, la variable la constituyen las manos de quien lo toca.
“el toque de piano habitual de Monk era áspero y percusivo, incluso en las baladas. A menudo atacaba el teclado de nuevo para cada nota, en lugar de esforzarse por mostrar cualquier apariencia de legato. A menudo, segundos aparentemente no intencionales adornan sus líneas melódicas, dando el efecto de alguien que toca con guantes de trabajo […] Tocaba las teclas con dedos que mantenía planos en lugar de con una curva natural, y mantenía los dedos libres bien por encima de las teclas […] A veces tocaba una sola tecla con más de un dedo, y dividía las melodías de una sola línea entre las dos manos” Thomas Owens sobre la técnica musical de Thelonious Mon en The Music and its Players
Procesos creativos. Procesos de proyecto
La voz cambiante de Bob Dylan desde una sonoridad arenosa a la nasalidad y el fraseado encadenado, la interpretación ‘libre’ de Glen Gloud o la extraña gravedad casi recitada de Leonard Cohen, son alteraciones de una interpretación canónica, pero en realidad, todos ellos, al igual que Monk son conocedores de ciertas reglas y están formados musicalmente (de manera tradicional o no). Sólo toman decisiones, a veces orgánicas, a veces minuciosamente estructuradas. Y es que para tomar según qué decisiones no sólo es necesario el tiempo, sino el conocimiento necesario que permita barajar más parámetros que los aparentemente visibles o los popularmente opinables.
En arquitectura, el proceso de proyecto se aproxima más a la construcción musical de Monk, Dylan, Gloud o Cohen que a la reducción racional de lógicas proposicionales. El proceso es en ocasiones tortuoso, meditado y siempre equilibrado entre las variables determinadas por los todos los parámetros involucrados, desde el presupuesto, a la funcionalidad, pasando por la estética, la durabilidad y el urbanismo. Aquello que es funcionalmente utilizable no siempre tendría aspectos estéticos socialmente aceptables, o aquello que urbanísticamente es perfecto puede generar un problema de seguridad, durabilidad o accesibilidad. Atravesado el temporal y superada la sensación constante de vértigo, la propuesta se materializa como una pieza que se ha desprendido de lo superficial, y presenta una limpia apariencia elegante y armónicamente destilada, cuando en realidad es un cuerpo que ha sufrido transformaciones traumáticas llenas de cicatrices y dolores internos, como en un parto. La decisión en arquitectura no es una labor unívoca, es un proceso esquizofrénico, con el final (en el mejor de los casos) de un rostro similar al de Giulietta Masina en Las noches de Cabiria (Federico Fellini, 1957) : una sonrisa alegre y una lágrima que arrastra la máscara de ojos.
En A Coruña hay edificios que muestran decisiones claras de proyecto. La altura, la escala, la posición son en ocasiones deliberadas, discutibles o indiscutibles. De hecho resulta un ejercicio interesante observar cualquier edificio, e intentar desentrañar algunas de las decisiones que se esconden tras él, analizar los posibles caminos alternativos, las omisiones deliberadas, las imposibilidades y las proposiciones dibujadas por la mano del arquitecto.
Un Centro de Salud escondido
En el centro de Salud de Elviña, Alberto Noguerol y Pilar Díez, toman decisiones de forma brillante, organizando como en una pieza de Monk una propuesta arquitectónica por la que parece no pasar el tiempo. Diseñado y construido entre 1995 y 1996, el centro de Salud de Elviña ocupa una posición urbana discreta, en la que la decisión fundamental es la de crear un espacio propio, tranquilo y estable dentro de un entorno hostil frente a una vía tráfico intenso. Situado en la calle Alexander von Humboldt, la primera decisión, la ubicación del volumen dentro de la parcela es determinante para el desarrollo de la propuesta.
El volumen, en forma de caja, se sitúa tras la iglesia de la Milagrosa en Elviña, creando un acceso tangencial a esta de carácter doble: peatonal para los usuarios y rodado como acceso al garaje y sótano del centro. Además, su posición fronteriza entre el polígono de Elviña (fase II) y la avenida de Alfonso Molina genera una situación de tensión que se ve agravada debido a la zonificación del propio polígono que aglutina los equipamientos de manera conjunta buscando la creación de un diálogo funcional entre los mismos. Esta complejidad deja como resultado la decisión de independencia y ensimismamiento en favor del bienestar de sus ocupantes. Además, el edificio se posiciona disponiendo las consultas hacia el sur protegidas por un parasol que es en sí una reja de protección y el espacio de espera se sitúa al norte abierto al jardín privado del centro.
Resuelta la organización espacial de forma abocetada, comienzan a dibujarse los matices y la distribución del centro. El edificio consta de dos plantas con una disposición sencilla, en dos bandas con orientación norte (zonas de espera) y sur (consultas), de tal forma que, en caso de modificación del uso, ampliaciones o transformaciones derivadas de avances médicos o reorganizaciones administrativas o cambios de cualquier naturaleza, el edificio sea capaz de adaptarse y absorber el cambio sin provocar una nueva construcción que haga necesaria una inversión presupuestaria. El acceso al edificio se realiza por un extremo de la caja, de tal forma que genera el mínimo impacto organizativo y al mismo tiempo permite tener el control perceptivo del centro para el visitante no habitual. Dentro de la configuración del complejo programa que requiere un centro de salud, se da prioridad a aquellos servicios en los que la accesibilidad se encuentre más comprometida, por ello las consultas de rehabilitación y pediatría (que pueden requerir el uso de sillas de ruedas, carritos u otros medios auxiliares para garantizar la movilidad segura) se posicionan para permitir un acceso directo reduciendo al máximo las circulaciones.
Una envolvente discreta
La disposición de las consultas hacia el sur permite que estas se beneficien de mayor luz natural, así como mayor beneficio térmico. Además, al oponer a estas, al norte, los espacios de espera, se puede llegar a producir una correcta ventilación cruzada favorecida por la diferencia de presiones y el gradiente térmico (aunque en la actualidad se prefieren los sistemas de climatización cerrados). Para impedir las posibles molestias de un exceso de luz sur (aunque en A Coruña, esta no sea una variable nociva) se protegen las ventanas mediante varios mecanismos: por una parte, se coloca arbolado de hoja caduca frente a la fachada, la cual permite el paso de luz en invierno, y tamiza la misma en primavera y verano, por otra, se coloca una protección solar en forma de reja (móvil y operable) que impide la radiación directa. Esta reja además protege las ventanas de posibles actos vandálicos (aunque la fachada ha sido vandalizada notablemente con graffitis). Para tamizar el acceso de la luz natural, a veces demasiado gris o blando, el hueco de la ventana se reviste con madera de tono anaranjado.
La fachada del edificio está formada por una envolvente que busca retomar la decisión inicial del proyecto, basada en una cierta neutralidad o discreción. El volumen se reviste con piedra caliza gris, tratada cuidadosamente con una buena resolución de los detalles ya que se encuentra completamente enrasada definiendo límites claros. Las carpinterías que dan al norte se sitúan en el mismo plano que el revestimiento de la fachada, de tal forma que se percibe como un plano de reflejos y percepciones variables. Para garantizar la privacidad del conjunto, los accesos se protegen mediante cierres de hormigón que definen los límites de su parcela.
A vela o a motor
El arquitecto catalán Óscar Tusquets trata en su último libro “Vivir no es tan divertido, y envejecer un coñazo” (Anagrama,2021) un debate ente amigos a raíz de una cita de Gabriel Zaid “Ante la disyuntiva de tener tiempo o cosas hemos optado por tener cosas”. La deriva los lleva a comentar el trabajo de un compañero hasta que en un punto de inflexión y lucidez uno de sus amigos exclama “pero vamos a ver ¿este individuo va a vela o a motor?”. Este debate informal esconde tras de sí un relato silenciado deliberadamente: la forma en la que transcurre la vida sin perder de vista el inevitable fin. Tras ese debate subyace una decisión.
“No toques todo (o siempre); deja ir algunas cosas…lo que no tocas puede ser más importante que lo que sí” Theloniuous Monk
En arquitectura, la decisión da forma a la estrategia de proyecto y se encuentra en la esencia dogmática de la disciplina. Pero también se encuentra presente en esa mirada más distante que se encuentra en los debates de sobremesaa, y es que la durabilidad de una obra arquitectónica es el reflejo de la cuestión que Tusquets debatía con sus amigos “a vela, o a motor”. Hay obras que atravesarán el tiempo con envejecimiento natural, otras que no lo lograrán porque su construcción sea deficiente o porque estéticamente sean desvirtuadas con respecto a las transformaciones socioculturales sucesivas. Pero a veces, el truco para que un edificio envejezca con dignidad es la decisión de no tocar todo, de dejar algunas cosas y situarse en el plano de la discreción. Un camino decidido.