El 18 de agosto de 1965 un, entonces, joven periodista Henri Pessar buscaba encontrar la suerte en la Costa Azul. Un eufemismo para referirse a un intento por encontrar alguna buena imagen de alguna “celebrity”, que por entonces y gracias a la reciente boda de Grace Kelly con el Príncipe Rainiero, comenzaban a dejarse ver por el nuevo lugar de moda para veranear. Allí, coincidió con un experimentado paparazzi quien, buscando evitar la competencia y al mismo tiempo encaminar al joven fotógrafo hacia un camino más adecuado a sus incipientes intereses, le aconsejó acercarse a Roquebrune-Cap Martin diciéndole que allí estaba dándose un baño el arquitecto Le Corbusier: “A mi, no me interesa la arquitectura” apuntilló su colega de profesión. Pero a Pessar, se le iluminaron los ojos al escuchar el nombre del arquitecto de la Unité d’Habitation, obra que admiraba profundamente.
Cámara en mano, se acercó a la paradisiaca playa, donde Le Corbusier sorprendido y quizás molesto al ver a un individuo apuntándole con la cámara desde la orilla le dijo: “No deberías perder el tiempo con un tipo viejo como yo: no le intereso a nadie. Ve a sacar fotos de la Princesa Grace en su roca de Montecarlo o de Brigitte Bardot en Saint-Tropez”.
Después ambos se quedaron hipnotizados ante un buzo que acababa de atrapar un pulpo con su arpón y lo golpeaba contra las escaleras de la playa. “Me siento halagado, pero todos estos años han intentado hacerme de menos, de golpearme como a ese pulpo”, comentó le Corbusier a Pessar.
El carácter complicado del arquitecto suizo, le llevaba a dejar este tipo de testimonios rotundos, malhumorados y en ocasiones de aspecto rencoroso. Sin embargo, era cierto que la imagen de aquel viejo hombre dándose un baño en una playa, le desproveía de todo aquel brillo de las grandes obras que había realizado y habían asociado a su nombre un brillo cegador e influyente en numerosas obras de la arquitectura contemporánea.
A algunas obras de arquitectura les sucede este tipo de “efecto antipaparazzi”, y en una determinada etapa de su vida útil desaparecen del interés popular, a veces deslumbrados por otra obra, en ocasiones de manera intencionada, pero en muchas ocasiones presa de un olvido descuidado sin más. Un declive fruto de la desmemoria o el desconocimiento de la arquitectura de la ciudad. Los avatares de la historia en ocasiones ocultan esa etapa dulce de “estreno” de un edificio, apartando el disfrute de esa novedad frente a otros hechos más importantes socialmente.
Una obra de Faustino Domínguez y Coumes-Gay
Décadas antes del encuentro en la playa entre el joven Pessar y el avejentado Le Corbusier, se inauguraba en A Coruña una obra que da imagen a uno de los lugares más icónicos de la ciudad, y que hoy parece ser sólo un escenario más. Una obra mimetizada, discreta en un segundo plano sobre el que transcurre la vida ruidosa y dinámica de uno de los centros del sistema nervioso de la ciudad: la Plaza de Pontevedra.
El conjunto de viviendas desarrollado por Faustino Domínguez y Coumes-Gay (1845-1900) en 1895, es hoy parte de la imagen de la Plaza Pontevedra, un lugar en el que el edificio Ocaso, las Escuelas da Guarda, el edificio Escariz, la Casa Salorio e, incluso el café Manhattan, son objeto de las miradas y la curiosidad popular. Se crea una red magnética de polos perceptivos, en los que los habitantes marcan sus referencias arquitectónicas de este complejo espacio público.
Este conjunto de viviendas, responde a una estrategia muy común en el urbanismo europeo. Parte de las propuestas que buscaban “higienizar” la atmósfera urbana tenían como objetivo invertir en redes generales de la ciudad como el saneamiento, el abastecimiento, las circulaciones, pero también la estética. Este último aspecto que parece más una resultante que un punto de partida, tiene que ver en realidad con la forma en la que el habitante se relaciona con su entorno.
Si el escenario urbano es limpio y ordenado, el comportamiento social y la tendencia urbana del uso y la morfología de la ciudad se transformarán, creando un espacio saneado. Los edificios-muro del tan influyente París de Haussman, o las intervenciones higienistas sobre los diversos planes de arquitectura del Chicago novecentista, son aplicaciones a gran escala de estos principios. Y si este tipo de acciones no parecen lo suficientemente contundentes, el ayuntamiento de Chicago decidió también, vestir de blanco impoluto a sus barrenderos y basureros, como muestra de la importancia de la higiene urbana como una de las claves de la convivencia.
El edificio-muro y las corrientes del urbanismo higienista
Las viviendas diseñadas por Coumes-Gay, utilizan el efecto muro de las prácticas europeas y estadounidenses.
Coumes-Gay hijo de arquitecto, fue arquitecto municipal de Santiago de Compostela entre 1879 y 1887, pero también arquitecto provincial de A Coruña en las mismas fechas. Fue autor de obras icónicas para la ciudad, vanguardistas y enormemente influyentes como las Escuelas da Guarda (1891), la reconstrucción del Teatro Rosalía de Castro (1868), el Mercado Municipal de Padrón (1899), la Iglesia de San Andrés (1884-1890), viviendas en la calle Ferrol y calle Compostela (alrededor de 1889), también de la fachada que se utilizó en los fuegos del Apóstol durante aproximadamente cien años.
Coumes-Gay desarrolló tanto proyectos de vivienda en la ciudad, que formuló incluso una tipología propia que se adaptaba a las condiciones de la parcela, tal y como indica J. Luis Alonso Torreiro en su artículo “Los edificios de viviendas en la obra de Faustino Coumes-Gay”.
El grupo de viviendas de la Plaza Pontevedra, se ubica en un solar de forma trapezoidal, con un frente de 42m y un fondo de 30m. Sobre esta parcela Coumes-Gay proyecta cinco edificios de vivienda independientes. La estructura formal del edificio es muy sencilla en la que las plantas superiores se dedican a vivienda mientras que la inferior es un espacio semiprivado formado por la caja de escaleras que se ubica a un lado dejando el resto como almacén que conecta la fachada y el patio de manzana.
Frente a la sobriedad compositiva del programa funcional y morfológico, la estética del edificio emerge como clave arquitectónica y urbana.
La vivienda burguesa de sabor regionalista
La fachada de los cinco edificios es estrictamente simétrica, definiendo una envolvente de apariencia continua que parece disimular la individualidad de cada uno de ellos. La simetría es una herramienta muy útil si el lenguaje utilizado tiene una raíz más o menos tradicional o clásica.
En esta obra Coumes-Gay combina el regionalismo vernáculo con el clasicismo característico de la arquitectura burguesa. Hay elementos propios del regionalismo como la galería o la escala de los huecos, combinados con otros utilizados en el clasicismo monumentalista de la vivienda burguesa como los balcones o los recercados de los huecos. Hay sin embargo, un pequeño “error” compositivo y es que para mantener la simetría se crea una puerta de acceso con el ornato propio del resto de edificios, pero que, sin embargo, da hacia unos almacenes. Un recurso peculiar, pero muy común a lo largo de la historia de la arquitectura como una suerte de “trampantojo” construido para dar sentido compositivo al conjunto. El uso de la piedra en combinación con la madera de las galerías crea una materialidad reconocible en la identidad de A Coruña.
Los números 2 y 6 de la Plaza de Pontevedra constituyen un ejemplo sereno y tranquilo de intervención urbana, mediante la transformación del tejido residencial. Dado el cargo que ostentaba Coumes-Gay y su experiencia previa en la construcción de las Escuelas da Guarda, se puede entender esta intervención como parte de un proyecto de ordenación de la plaza, o al menos un intento de ello.
La opción de utilizar este tipo de edificios-muro en segundo plano, permite naturalizar un espacio público, en el que de forma deliberada se busca llevar la atención hacia las piezas monumentales o destacadas sin interferencias estéticas del resto de construcciones de la plaza.
I tried to be like Grace Kelly*
(*”intenté ser como Grace Kelly”, fragmento de la canción Grace Kelly de Mika, 2009)
Grace Kelly dijo en una ocasión “Si alguien me empieza a utilizar como escenario, voy a volver a Nueva York”. Una expresión elocuente y sin duda trasladable al mundo de la arquitectura. Si Grace Kelly hubiese pasado al segundo plano del escenario, tal y como se quejaba Le Corbusier, quizás tan sólo un fotógrafo a la búsqueda de un lugar donde comenzar su carrera la hubiese encontrado con su objetivo. De la misma forma, el segundo plano que ocupan los edificios de vivienda diseñados por Coumes-Gay, ponen en valor las construcciones monumentales: han pasado a formar parte del escenario. No se han ido a Nueva York, aunque paradójicamente Manhattan está en medio del lugar.