La Casa Barrié de A Coruña: un edificio lleno de imprevistos y dificultades
La Casa Barrié es una obra pionera en A Coruña. Uno de los primeros edificios que operan el cambio de escala en el tejido residencial de la ciudad. Y una obra llena de incidencias y problemas que a pesar de las dificultades consiguió ejecutarse como un icono de la modernidad a principios del siglo XX
11 agosto, 2021 06:00El 2 de octubre de 1985, en la revista Variety aparecía una esquela a página completa que decía: “Querido Sid Sheinberg, ¿Cuando vas a estrenar mi película ‘BRAZIL’? – Terry Gilliam". Gilliam, cansado de abogados que habían decidido bloquear el estreno de su película, decidió utilizar el humor sarcástico que le caracteriza. La película pudo estrenarse en todo el mundo salvo en EEUU, sin problemas. En EEUU, Universal había decidió transformar la película mediante el montaje para convertirla en algo más dulce, menos crítico y con final feliz. Brazil no era eso, y Gilliam consiguió su objetivo tras muchos inconvenientes y problemas. Pero no es ni mucho menos la película más problemática en términos de producción, de la historia.
El proyecto de arquitectura es una actividad muy similar a la producción de una película. Los profesionales implicados en el desarrollo de ellas, además del proceso, las etapas e incluso la trascendencia del resultado, pueden traducirse a una u otra disciplina realizando una lectura paralela y despegada en dos escenarios. Y en ambos, las eventualidades o los problemas adolecen de un reflejo común.
La historia del cine guarda en sus memorias más turbias los rodajes de Apocalypse Now (1979), Roar (1981), Vidas Rebeldes (1961) o La isla del Doctor Moreau (1996). Obras que mejores o peores que guardan una intrahistoria de paralizaciones, desastres naturales, drogas, egos, reformas de guion, y en definitiva una variedad de calamidades que de forma inexplicable llegaron a superarse. Las películas se estrenaron sin sospechas, sin explicaciones, quizás solo revelables a través de la lectura del rostro revelador de Francis F. Coppola, Noel Marshall, Tippi Hedren, Marylin Monroe, John Huston, John Frankenheimer o Richard Stanley, quien terminó viviendo en la isla en la que tuvo lugar el rodaje, en medio del bosque, e infiltrándose como extra disfrazado de leopardo en la película que había sido su proyecto maldito. No podía despegarse de su proyecto o quizás buscaba ser testigo de una nueva catástrofe.
En A Coruña hay un edificio que, de manera desacomplejada, podría leerse en paralelo con algunos de los proyectos cinematográficos anteriores. Una obra cuya construcción se dilató diez años, y cuyo punto de partida fue ya quizás una advertencia premonitoria de las dificultades que sucederían.
La Casa Barrié
La Casa Barrié, es una obra por la que pasaron cuatro de los arquitectos más importantes en la arquitectura coruñesa de principios de siglo XX: Leoncio Bescansa, Rafael Gónzález Villar, Antonio Tenreiro y Peregrín Estellés y Estellés. La historia de este edificio comienza en 1916, con una proposición muy interesante: construir a lo grande. Es decir, con esta obra se buscaba crear el punto de inflexión del tejido urbano coruñés, en el que la ciudad comenzase a experimentar un cambio de escala a la forma europea: de la ciudad regionalista y vernácula a la metrópolis europeísta. La estrategia planteaba varias ideas interesantes, pero que al mismo tiempo daban la espalda de forma desprejuiciada al territorio, a la identidad y a la cultura local. Las piezas de arquitectura de esta nueva escala, tienen mucho que ver con la construcción de intención monumentalista con sabor europeo de ciudades como Chicago o Nueva York y también con los edificios-muro del París post-Haussmaniano. Edificios que creaban fachada urbana en grandes avenidas respondiendo a las aspiraciones de crecimiento identitario realmente, ya que esta tenían mucho que ver con aspectos económicos, políticos y culturales. En EEUU este tipo de edificación se asienta sobre suelo nuevo o un tejido tan deteriorado que la nueva construcción higieniza esa área (a costa de echar a sus habitantes iniciales y desplazarlos a zonas más modestas de la ciudad. En Europa, el planteamiento es diferente, se produce el proyecto de grandes edificios destruyendo áreas de tejido de origen tradicional bien para acallar revoluciones o bien para demostrar la categoría económica de la ciudad y de aquello que son capaces de financiar este tipo de obras. Todos ellos comparten un lenguaje similar o al menos emparentado, que oscila entre el Art Dèco y el eclecticismo con cierto sabor modernista a veces.
La parcela sobre la que se edificó la Casa Barrié, propiedad de Pedro Barrié de la Maza había sido rechazada inicialmente como opción para construir su Banco, por lo que decide darle uso de vivienda. Ya desde 1919 Pedro Barrié de la Maza y Ricardo Rodríguez Pastor (tío de Antonio Tenreiro) habían comenzado a comprar parcelas en los cantones y la marina, que entonces se encontraban sin edificar o contaban con viviendas con galería de poca altura. Inicialmente el proyecto fue encargado a Leoncio Bescansa (1879-1957) y Rafael González Villar (1887-1941), ambos arquitectos de cierta experiencia o reconocimiento en la ciudad. Este primer proyecto consistía en un edificio de 54 viviendas distribuidas en diez plantas. Para conseguir este encaje compositivo en la distribución de las viviendas y los espacios comunes que exigía el encargo, el edificio creció en volumen saltándose todas las ordenanzas municipales de edificación: altura permitida, alineaciones, rasantes, lenguaje de la fachada y otros aspectos menores. La singularidad del proyecto que transgrede las normas, inicia un debate entre la administración y los arquitectos, que implica justificaciones, modificaciones y paralizaciones, hasta que el edificio responde a las exigencias de la administración, pero también a las del cliente, quien buscaba en estas un beneficio económico.
La Casa Barrié iba a ser una de las primeras obras de la ciudad ejecutadas en hormigón armado, un material por entonces aún novedoso. La obra, sin embargo, no avanzaba como debía. Las incidencias eran constantes lo que motivaba paralizaciones hasta que, cuando se encontraba en ejecución el forjado de la planta segunda, este se vino abajo. Una desgracia que motivó un cambio de proyecto. El proyecto recae en Antonio Tenreiro (1893-1972) y Peregrín Estellés y Estellés (1891-1981), quienes al mismo tiempo estaban proyectando y ejecutando el edificio del Banco Pastor (1922-1925).
Un segundo proyecto
Los nuevos arquitectos desarrollaron un proyecto muy diferente, de menor altura, en el que la nueva distribución permitía que las estancias fuesen más luminosas e higiénicas. Las fachadas que dan hacia Linares Rivas y Plaza de Vigo son muy regulares, pero la fachada hacia la calle Marqués del Adalid entrañaba una cierta complejidad compositiva, ya que se encuentra en pendiente obligando a la fragmentación del volumen para encajar las plantas y mantener la morfología. El seccionado del edificio para adaptarlo a la topografía da como lugar tres cuerpos, que son similares entre sí a través de la homogeneidad lingüística.
El lenguaje de la fachada es ecléctico, pero ligeramente depurado con respecto a otros edificios morfológicamente similares como la Casa Cortés o el Edificio Escariz (ambos de Eduardo Rodríguez-Losada). Las esquinas de cada uno de los tres cuerpos se resaltan con volumen suavizando los vértices mediante chaflanes apilastrados. El lienzo central se resuelve mediante una fachada lisa, de huecos regulares que se adornan con guirnaldas en el vierteaguas. Verticalmente, el volumen se estratifica en tres cuerpos que parten desde la uniformidad del bajo. La primera planta actúa de transición entre la planta baja y el grupo formado por las plantas segunda, tercera, cuarta, quinta y sexta. Para significar dicha transición se sigue el mismo orden de huecos que en las plantas superiores, pero se resaltan con pilastras adornadas y guirnaldas en las esquinas. El cuerpo central es homogéneo salvo por los balcones de la planta segunda que culminan la planta inmediatamente inferior como si se tratase de un almenado y los de la planta tercera, más ligeros. El cuerpo superior está compuesto por dos plantes, en la que la superior se retranquea de la inferior mediante una cubierta tipo mansarda, al estilo francés. Hacia la calle Marqués del Adalid, las esquinas se rematan con cúpulas decoradas con guirnaldas. El límite del edificio con respecto a su parcela adyacente se remata con un abuhardillado que se corona con frontones partidos mediante volutas.
El lenguaje del edificio, entre el clasicismo pre-art déco y el eclecticismo, le proporciona de manera definitiva el objetivo buscado. La imagen final de la Casa Barrié es la de un edificio afrancesado y clasista, que proporciona una fachada innovadora al tejido del ensanche. Tras diez años, en 1926 finalmente se culmina una pieza representativa de la arquitectura coruñesa.
Arquitectura en contra de la adversidad
“Estás en una profesión en la que absolutamente todo el mundo te está diciendo su opinión, que es diferente”. Francis F. Coppola
Al igual que Brazil o Apocalypse Now, la Casa Barrié forma parte tangible de la historia. A pesar de las dificultades y los imprevistos, estas obras consiguieron materializarse constituyéndose en testigos culturales e identitarios de una época. Al igual que cuesta despegar Brazil de la década de los ochenta (convirtiéndose en la versión oscura y sarcástica de Blade Runner), o Apocalypse Now de los setenta, la Casa Barrié representa los años veinte coruñeses junto con el Banco Pastor y algunas otras obras.
Coppola hablaba de la experiencia de hacer una película, incluso a pesar de las dificultades, como un aprendizaje que siempre aportaba conocimiento. Gilliam decía “Si es fácil no lo hago; si es imposible, lo intento”, una declaración de principios también propia de la arquitectura. Y aquí terminan los paralelismos entre la producción de una película y el proyecto arquitectónico. Al menos por el momento.