La Camisería José Carbajo de la calle Real de A Coruña y su detalle oculto
La excepcional reforma que Santiago Rey Pedreira realiza en la calle Real para albergar la Camisería José Carbajo, es una pieza arquitectónica que no pasa desapercibida. Sin embargo, esta obra esconde en su fachada un detalle que da pistas sobre su biografía.
17 febrero, 2021 06:00Los policías degustaban el cordero asado mientras Mary Maloney los miraba con ojos tranquilos. En el cuento “Cordero asado” de Roald Dahl hay un detalle escondido, uno que lector conoce y le hace cómplice de Mary, Por lo tanto está sentado en esa mesa escuchando los elogios de los policías ante una cena tan sabrosa. Un detalle sin importancia, de esos que dan
“verosimilitud” como decía Anton Chéjov para huir de la “especificación endeble” enunciada por Henry James.
Los detalles, esos estilemas de la cotidianeidad anónima que causan un pequeño sobresalto agradable dentro del cuerpo. Sin escala ni proporción, los detalles hacen percibir la realidad a través de matices vívidos y no de composiciones neutras, autómatas. De alguna forma el detalle se convierte en recuerdo, aunque su contexto se disuelva en la narrativa de la vida.
Una tienda en la calle Álvaro Cebreiro
Hay una calle estrecha que se mimetiza entre lugares de paso habitual, llenos de vida. La calle Álvaro Cebreiro (1903-1956) que lleva el nombre del artista (antigua calle Fuente de San Andrés), magnífico ilustrador e intelectual coruñés vinculado a la Irmandade da Fala y Nosa Terra, es un paso estrecho entre la calle Real y el punto de conexión entre la calle Olmos y la calle Galera. Una vía aparentemente secundaria que esconde un detalle en una de sus fachadas. Observando con cierto cuidado se puede leer, grabado en el mármol a la altura de la vista: “Rey Pedreira Arqtº, Pedro Lasheras Aparejador, Justo Fandiño Construyó 1954”. Una obra firmada, algo poco común, un hilo que permite ver ese detalle como un matiz a la pieza arquitectónica y desde la mirada contemporánea, un recuerdo fijado a la inmarcesibilidad de la piedra.
La obra firmada es la icónica Camisería Carbajo, hoy en día una tienda de bolsos. Al igual que en su intervención en el Café de Macondo y en las Galerías Maisonfor, el proyecto en este bajo comercial lleva asociada la consolidación estructural del edificio. Este tipo de actuaciones, aparentemente sencillas, eran un requerimiento básico que ha permitido que no sólo se haya construido una obra de gran calidad sino que el edificio preexistente haya permanecido en buen estado con el paso del tiempo.
Un proyecto de Rey Pedreira
La Camisería Carbajo es un proyecto desarrollado en 1951, cuya construcción se llevó a cabo entre 1952 y 1954. El diseño, realizado por Santiago Rey Pedreira, junto con su socio González Cebrián, propone la “solución de la esquina” un conflicto habitual en arquitectura debido a la presencia en la trama urbana del volumen, a la percepción interior-exterior de la misma, la funcionalidad interior por su excepcional exposición hacia fuera y especialmente la complejidad estructural.
No era una labor sencilla, y no era el primer proyecto que se proponía para este local. En 1925 Rafael González Villar había realizado una propuesta para la camisería Carbajo. Las propuestas están separadas unos cuantos años, pero la forma de afrontar el proyecto es muy similar. El proyecto sobre este bajo comercial proponía en ambos casos la desmaterialización de la esquina, además de la introducción del dinamismo debido a su contexto en una vía transitada. Para definir esta diferencia entre la intervención sobre el bajo y el edificio de viviendas, conservando la identidad del segundo intacta, se interpone una fuerte línea divisoria. La marquesina, presente en ambos proyectos, es un elemento básico aunque se formalice de manera diferente en cada uno de ellos: una solución más contenida en el caso de González Villar y más dinámica en el caso de Rey Pedreira. El proyecto de González Villar se abandona debido a varias circunstancias, y no se retomará hasta pasada la guerra civil.
La antigua camisería es en apariencia un local más, de estética racionalista y reminiscencias eclécticas con un cierto lenguaje clásico, pero esconde detalles muy ingeniosos. El detalle oculto radica en el disimulo de los apeos del edificio, con especial cuidado en la esquina, ya que se trata del punto más delicado a la hora de consolidar la estructura. Los apeos se esconden tras los, aparentemente, parteluces de la fachada que separan los diferentes ambientes del escaparate. En realidad el parteluz que en fachada se percibe como una división meramente funcional disimulada tras un aplacado de granito verde en forma de columna dórica, esconde un apeo direccional que se estira hacia el interior. Estas costillas que componen la estructura de la tienda no se perciben como tal desde el exterior, y pueden entenderse como una organización meramente funcional desde el interior.
Una marquesina inconfundible en la calle Real
La marquesina es el elemento más reconocible del proyecto, un “manierismo” que dota de identidad al local. Esta marquesina está ejecutada en losa de hormigón armado, precisamente para garantizar que su vuelo sea resistente. La visera, de carácter racionalista, dota de dinamismo a la solución arquitectónica, ya que completa la solución de la entrada en esquina que incorpora vidrios curvos a hueso. Rompe la esquina, y la composición de la vivienda tradicional en la que se incrusta, pero al mismo tiempo provoca una atracción indefectible sobre este punto. Esta pieza tan singular obtiene su estabilidad estructural a través de la forma, y encorseta la parte inferior del edificio rigidizando la esquina. La fecha en la que se diseña y construye este proyecto no se corresponde exactamente con el lenguaje arquitectónico contemporáneo a su época, sino que reproduce una narrativa enlazada con la tradición de arquitectos modernistas como Antonio Palacios. Una imagen de lectura beaux-arts que recordaba a las boutiques francesas de principios del siglo XX en París o Nueva York.
La materialidad elegida para definir la atmósfera del local son el granito verde, el hormigón, la madera, el bronce y el vidrio, con matices. El granito verde podía interpretarse como una rareza ya que habitualmente este se solía utilizar en tonos grises o negros, y el vidrio curvado colocado a hueso requiere una precisión en su proceso de fabricación y colocación que lo convierten en una pieza muy especial. En el interior, el mobiliario hoy sustituido, era también diseño de Rey Pedreira y componía una organización en consonancia con su estética exterior.
Cuestión de escala: del urbanismo al pequeño detalle
La dinámica que introduce este proyecto de Rey Pedreira en la calle Real, es un catalizador que transporta al paseante a una atmósfera diferente. Una pequeña sorpresa en medio de una calle popular en la ciudad. La escala de la arquitectura que atraviesa transversalmente desde la ciudad a un pequeño mueble, adquiere a través de esta intervención una lectura que relaciona la pieza con el contexto urbano a través de sus detalles. Como una incrustación magnífica en un relato que discurre con calma. Una estrategia que Vladimir Nabokov elogiaba diciendo a sus estudiantes: ¡Acariciad los detalles! ¡Los divinos detalles!
Casi como en relato de Dahl, si el lector no fuese cómplice de la señora Maloney, el transcurrir del relato urbano no presentaría sobresaltos sino que sería una calmada velada que culmina con una magnífica cena, si bien es cierto que arroja una duda sin resolver. Un detalle sin mayor importancia que finaliza el cuento, y que en este caso se encuentra a la vuelta de la esquina entre la calle real y la calle Álvaro Cebreiro, grabado en su fachada. Ojalá, para los policías que compartían mesa con Mary Maloney hubiese sido tan sencillo encontrar el pequeño detalle que estaban buscando y parecía estar delante de sus narices mientras degustaban un sabroso cordero asado.
“-Mi opinión es que tiene que estar aquí, en la casa.
-Probablemente bajo nuestras propias narices. ¿Qué piensas tú, Jack?
En la otra habitación, Mary Maloney empezó a reírse entre dientes.”