El edificio de Citroën en A Coruña, una obra de arquitectura singular
El edificio de Citroën en Coruña es un ejemplo de la arquitectura moderna que comienza a construirse en la ciudad a finales de los cincuenta y mediados de los sesenta. Un tipo de arquitectura que progresa en paralelo con el diseño industrial del que muchas veces es contenedora.
19 agosto, 2020 06:00El 5 de octubre de 1955 en el salón del automóvil de París se produce un paso adelante en el mundo del diseño. Las guerras europeas han terminado, la sociedad comenzaba a recuperarse lentamente y con dificultad del escenario y las reglas de juego de la crisis que dejaron los conflictos bélicos. La atmósfera social, a pesar de todo, estaba difuminada a través de un cierto optimismo, confiada de un futuro que se auguraba mejor. Peor no podía ser.
Ese día se suma un paso más que contribuye a formar el camino hacia el futuro. Se presenta el Citroën DS, un modelo revolucionario que da el relevo al Ligero 11, un automóvil de aspecto casi decimonónico. Estableciendo un paralelismo con la arquitectura, a mediados de los cincuenta en España se comienza a hacer tangible un cambio. Frente a la arquitectura rígida del Movimiento representada en los edificios institucionales o en la obra de Pedro Muguruza (palacio de la prensa de Madrid, 1924), aparece la obra de otros arquitectos que buscan sus referentes fuera de sus fronteras, en esa atmósfera de optimismo contagioso que parecía acercarse a la España de la dictadura.
La industria es una de las actividades a través de la cual la arquitectura comienza su camino hacia la modernización. Por una parte la ‘arquitectura industrial’ en aquellos momentos se encontraba en un segundo plano de importancia con respecto a las obras de edificaciones representativas o la vivienda unifamiliar. A pesar de ello, desde el siglo XIX existía una cierta continuidad en la aplicación del estilo arquitectónico a la tipología industrial, con mayor libertad y con cierta vanguardia respecto a otras tipologías. Por otra parte, existe un compromiso latente entre el diseño industrial y el diseño arquitectónico, si el automóvil, el electrodoméstico, el avión o el tren se modernizan, la arquitectura que lo contenga, reciba o lo fabrique ha de seguir esa misma filosofía.
Tras la revolución industrial de finales del XIX esta alianza se fue reforzando, y son muchos los ejemplos de arquitecturas y diseños que establecen un diálogo de modernidad entre sí: la fábrica AEG en Alemania o la obra del ingeniero francés Jean Prouvè. Hay un caso peculiar en esta modernización internacional. En Japón, tras la restauración Meiji, el lenguaje moderno comienza a entrar en el país, pero no se produce una traslación directa al modo occidental. Lo que sucede es una ‘digestión cultural’ que deriva en una reconversión conceptual de la forma de hacer arquitectura, que la relaciona con la tradición constructiva industrial naval japonesa. De esta forma, en muchas construcciones contenedor y contenido: diseño industrial y arquitectura, parten del mismo eje.
La arquitectura del automóvil en A Coruña
‘El arquitecto coruñés Andrés Fernández-Albalat, autor de la fábrica de Coca-Cola, es uno de los profesionales con más experiencia en el diseño contemporáneo de arquitectura industrial en la ciudad. Fernández-Albalat es también autor del concesionario de SEAT y del concesionario Citroën, además de otras muchas obras que se encuentran en el punto de mediación entre la fabricación y el ciudadano. Estas ‘pequeñas’ obras de tipología industrial necesitan de un refuerzo estético en su fase proyectual para transmitir precisamente la esencia de vanguardia que la marca solicita.
Exponer el último modelo de SEAT o Citroën ha de concebirse como un acontecimiento que sitúe al espectador en su futuro inmediato, como mostraba la película ‘El Cielo sobre Berlín’ de Wim Wenders, en la que los dos ángeles protagonistas se sentaban en un BMW expuesto en un concesionario, y su conversación se veía interrumpida por los pensamientos de las personas que se paraban a contemplar el último diseño de la marca alemana. ¿Importa el escenario en el que se contemple esa nueva máquina fruto del diseño europeo más avanzado?
Edificio Citroën: racionalismo y movimiento moderno
Para el arquitecto Miguel Ángel Baldellou, estudioso de la arquitectura moderna gallega, Bar Bóo y Fernández-Albalat son los pioneros, una primera generación que se suele denominar ‘heroica’ por lo que tiene de transgresora y casi temeraria en la introducción de una nueva arquitectura y una estética vanguardista. Diez años más tarde, según Baldellou, aparece la segunda generación: Manuel Gallego, César Portela, Javier Suances, Andrés Reboredo, Pascuala Campos, Carlos Meijide o Rafael Baltar entre otros. Los pioneros aplican con intensidad los referentes que han estudiado profundamente. La radicalidad de su obra reside no tanto en el contraste, sino en los principios proyectuales alejados de un funcionalismo anticuado. Esta nueva arquitectura se apoya en los avances de la tecnología (nuevos sistemas de carpintería, nuevos materiales como el acero y el aluminio, acristalamientos resistentes) para conseguir espacios mas solventes y fluidos, lo que garantiza una flexibilización el uso y por lo tanto un funcionalismo ambiguo que favorece a la tipología industrial.
El concesionario para Citroën de Fernández-Albalat en el cruce entre la Ronda de Outeiro y la Avenida de Oza es una de esas obras singulares que, si se descontextualizan de su entorno próximo, parecerían pertenecer a otros lugares, o a otros tiempos. Pero no. El proyecto se entrega en 1959, pero la obra no se construyó hasta 1966. Se trata de un edificio de estética moderna con referencias que se toman de la arquitectura ligera americana (Richard Neutra o Albert Frey), pero también con perspectivas estéticas más cercanas, especialmente en términos de implantación como el expresionismo racionalista de Erich Mendelshon en el edificio para los Grandes Almacenes Schocken (1926, demolido en 1960). El racionalismo moderno de los materiales prefabricados se mezcla con el gesto radical del expresionismo alemán al curvar el plano de la fachada en esquina.
Observando el plano que incorpora un dibujo en perspectiva hay dos aspectos que muestran la intencionalidad y el acierto en la composición del edificio: en la perspectiva se elige el centro de la curva como eje para fugar el resto de la volumetría, y en el centro del lienzo de vidrio central se dibuja un vehículo. La curva y la materialidad del vidrio gracias a la carpintería de acero construyen el escenario para la exposición del protagonista del edificio: el automóvil, situado en el punto de la parcela desde el que más visibilidad tendrá. Quizás aquí estuvo durante algún tiempo un Citroën DS.
La relación entre la materialidad del edificio y los vehículos expuestos comienza a ser una constante en la arquitectura. El concesionario de líneas curvas, al igual que el vehículo que abandona progresivamente la rigidez de principios de siglo abrazando el aerodinamismo. La fachada de vidrio, con grandes paños que se sostienen mediante una carpintería de acero que se descuelga ligeramente para que la vista desde el exterior y la iluminación interior potencien el espacio, al igual que en el coche que busca cada vez más, transformar la conducción en un placer y no en un aspecto funcional más de la vida. La estructura, de hormigón armado, no es demasiado convencional, sino que se estudia de tal forma que permite la obtención de grandes luces y soportar grandes cargas. Aprovechando el descuelgue de la fachada hacia el exterior, se realiza una apertura de los apoyos en la recepción de las vigas para que, con la triangulación del nudo se consiga un mayor empotramiento entre apoyo y forjado.
En 1970 el edificio se amplía dotándolo de tres plantas más. La estética se mantiene a través del mismo lenguaje arquitectónico. La estructura planteada en el concesionario es muy solvente, por ello la ampliación se puede producir de forma sencilla creciendo en altura a partir de un sistema sencillo de vigas de canto y pilares con forjado de viguetas. El esqueleto del edificio es simple, pero muy resistente, y se separa de manera deliberada de la fachada, formada por un muro cortina de acero. La materialidad global del edificio incluyendo su ampliación es muy tecnológica y contrasta con la materialidad de algunos acabados interiores que, por ser de un arraigo más habitual en la época, pueden parecer más costumbristas. En el interior se utilizan terrazos in situ, aplacados de granito, pavimentos de gres. Destacan sin embargo algunos detalles en aluminio esmaltado, que de alguna forman recuerdan a los remates propios del diseño automovilístico.
La modernidad a través de las líneas
Entre 1963 y 1965 Fernández-Albalat había diseñado el concesionario de SEAT, una obra que sucede entre el proyecto y la construcción de la Citroën. La influencia de la obra del arquitecto alemán Mies van der Rohe y su socia Lilly Reich se hace patente en la arquitectura de la SEAT en España, cuyos autores como Fernández-Albalat, Ortiz-Echagüe y Echaide investigan soluciones constructivas que encajan dentro de esta nueva estética. La SEAT de A Coruña, que será objeto de análisis individual, completa esa imagen de precisión y eficacia que se había iniciado con la fábrica de Coca-Cola y continuado en paralelo con el concesionario Citroën.
El edificio de Citroën es una obra de arquitectura singular, de planteamiento y estética impecable, y que representa a una época de pioneros, en la que hacer arquitectura parecía más sencillo pero se enfrentaba a la enorme dificultad de caminar hacia adelante. Una lección construida hace más de cincuenta años que aporta enseñanzas sobre el significado de la arquitectura, la precisión de la construcción y la materialidad de una modernidad que aún hoy hay a quien le resulta transgresora.
Una sensación curiosa la que provoca esta obra, quizás la misma de cualquier asistente al salón del automóvil de París el 5 de octubre de 1955, contemplando aquel primer Citroën DS, o quizás la propia del filósofo francés Roland Barthes: "Es obvio que el nuevo Citroën ha caído del cielo, ya que a primera vista se percibe como un objeto superlativo".