A veces las cosas desaparecen antes de tiempo, o quizás es que ése era su tiempo. Y es que la brevedad de la existencia confiere excepcionalidad, a través de esta incertidumbre tan humana sobre el futuro. Las artes clásicas siempre parecen contar con la impavidez de su tránsito a través de los años, y por eso las estatuas de los emperadores romanos aún nos miran a los ojos. Es quizás esa penetración sensitiva la que, como un pliegue temporal toca nuestra conciencia para decirnos un simple: hola. Una palabra en forma de arte capaz de atravesar siglos.
Pero en algunas ocasiones el arte no logra atravesar el tiempo, o simplemente se queda incompleto. Afortunadamente el ser humano y su naturaleza inconformista permite inventar trucos y narrativas, como decía la ópera Nabucco de Giusepp Verdi "Va pensiero, sullíali dorate" (Vuela, pensamiento, sobre alas doradas). Va pensiero… no es una frase azarosa, es uno de esos toques que buscan trascender el tiempo. Su valor fue tal que este canto fue el himno del "Risorgimento" italiano, una actitud política frente a la ocupación austriaca de los Estados Italianos y a la reunificación del país, que se trasladó a todos los ámbitos del arte y la cultura.
En arquitectura, "va pensiero" es siempre el primer paso de un proyecto, pero también el último. Es el arte capaz de transmitir emociones a través del espacio y la experiencia de forma intensa y tangible. Si la arquitectura desaparece, no habrá más piedra, el espacio será distinto, pero quedará el recuerdo de esa experiencia. Siempre habrá una narrativa posible a partir de las referencias de las que esa arquitectura haya formado parte, un imaginario personal, como todos aquellos objetos, fotografías y prendas que han pertenecido a alguien que ya no está.
De esta forma, es fácil pensar en la Scala de Milán al escuchar a Verdi o de forma inversa, evocar la estridente risa de Mozart en Amadeus (película de Milos Forman, 1985) al escuchar cualquiera de sus piezas. Y, sin embargo, quizás no hemos escuchado una obra de Verdi en la Scala, y desde luego es imposible conocer a ciencia cierta el timbre de la risa del compositor austriaco. Son asociaciones curiosas que permiten entender algo vivo, un arte que tuvo vida. Y es que la cosa va de memorias y de segundos planos, un juego de referencias que permite entender un trocito de la ciudad de A Coruña, va pensiero.
Un juego de máscaras en A Coruña
"El teatro no puede desaparecer porque es el único arte donde la humanidad se enfrenta a sí misma." Arthur Miller
Hubo una vez un teatro que desapareció para volver a aparecer unos años después. Y no tiene tanto que ver con Mozart o con Verdi, o quizás hay algo en estos dos personajes que puede ayudar a que ese teatro desaparecido vuelva a ser real, aunque sólo sea en la imaginación del que deja volar el pensamiento a través de las alas doradas de la ópera.
En 1900, se propone la construcción de un nuevo edificio que hospede el teatro-circo que de forma casi provisional se encontraba en grave estado de deterioro en la Calle de la Marina. Esta propuesta parte de una necesidad, pero es una oportunidad para construir un nuevo edificio en una zona destacada de la ciudad y transformarla.
"Para sustituir al vetusto edificio de madera que en la calle de la Marina servía para exhibiciones de acróbatas y excéntricos, clowns y bailarinas, construyose hace pocos años, sobre el mismo solar, por la iniciativa y esfuerzo de algunos capitalistas coruñeses, el nuevo teatro tratando así de dotar a La Coruña, al mismo tiempo que de una pista de espectáculos de circo, de un escenario en que pudiesen actuar compañías dramáticas y líricas". Pedro Ferrer, 1904
La idea que nace con el cambio de siglo, no se materializa hasta unos años después con una imagen neoclásica muy representativa, tanto que recordaba al que Sthendal refería como el "Primer Teatro del mundo", que no era otro que el Teatro alla Scala de Milán, inaugurado en 1778. Resulta curioso el parecido de la fachada casi palladiana del teatro italiano con el proyecto del teatro diseñado por Atanasio Anduiza y modificado por el arquitecto director de obra Pedro Mariño. Una imagen, la de la fachada de la Scala que ésta adquiere en 1830 y se populariza a partir de entonces, convirtiéndose en el icono del teatro europeo.
Es aquí donde entra la imaginación, y es que la Scala se inauguró no con una ópera de Mozart, como parecería lógico por esa influencia austriaca de los estados del norte de Italia, sino con una de Salieri: L’Europa riconosciuta. Aunque la realidad sobre al rivalidad entre Salieri y Mozart se quedase en la ficción, a ojos contemporáneos es un personaje secundario el que inaugura la historia de un gran edificio para la historia de la música y especialmente de la ópera. Pero si hablamos de secundarios, el teatro construido en A Coruña lo es a su vez del milanés, ya que su parecido es muy sorprendente. Un juego de máscaras que ocultan una tipología común a través del mismo lenguaje arquitectónico.
Si evocar la relación entre Salieri y Mozart puede hacer resonar de forma atronadora el Dies Irae del Réquiem, de esa misma forma pensar en la Scala unos años después hace sonar a Verdi. Sus melodías alegres, interpelantes y siempre dinámicas, trasladan la percepción de esa imagen del edificio, la que tiene desde 1830 (no la que tenía cuando se estrenó con la obra de Salieri) a una realidad que busca alentar al pueblo en una suerte de actitud del "risorgimento". De esta forma evocar el desaparecido Teatro-Circo que poco después se bautizaría como Teatro Emilia Pardo Bazán, es sumergirse en las atmósferas de estas magníficas óperas.
El Teatro Emilia Pardo Bazán
El proyecto presentado por Atanasio Anduiza, arquitecto bilbaíno formado entre España y Bélgica, se entrega el 12 de septiembre de 1900. Apenas unos meses después el 5 de febrero de 1901 se demuele el circo antiguo y el 3 de julio de 1901 se comienza a replantear el nuevo Teatro-Circo en un terreno inmediato a los actuales jardines de Méndez Núñez.
La obra atraviesa numerosos problemas, y es que el teatro se sitúa en un terreno ganado al mar (la actual parcela del edificio de la Junta de Obras del puerto), y éste está formado por arenas sifonadas (muy similares a llamadas arenas movedizas, pero sin limos ni arcillas), es decir arenas saturadas de agua y con contenido en aire, lo que provoca el constante hundimiento de la cimentación salvo que ésta sea flotante.
La obra finaliza el 18 de febrero de 1903 siendo inaugurada el 15 de abril de ese mismo año. Tras su inauguración el Ayuntamiento llega a un acuerdo con la sociedad explotadora del teatro, cediendo la propiedad a la ciudad pasados cuarenta años. El problema para el nuevo teatro radicaba en la competencia directa con el vecino Teatro Rosalía de Castro, por lo que se llegó a un acuerdo para evitar la contraprogramación en la que los últimos y primeros días del año, así como fechas destacadas en el Teatro Emilia Pardo Bazán no se podían realizar representaciones. Aün así, la competencia fue tal y las presiones tan duras que el teatro hubo de ser demolido doce años después, por orden del entonces concejal del ayuntamiento Santiago Casares Quiroga (posteriormente presidente del gobierno cuando estalla la Guerra Civil).
El edificio era una construcción exenta, situado a apenas cincuenta metros del Teatro Rosalía de Castro (por entonces Teatro Principal). El volumen, un cubo de 30x50m en planta, era un proyecto que iniciado por Anduiza, fue modficado y coordinado por Pedro Mariño, arquitecto autor del ayuntamiento de A Coruña, quien entonces era el arquitecto municipal.
Mariño decidió ampliar la profundidad del edificio para que el escenario superase los 11 metros iniciales, para ello fue necesario cambiar la orientación del edificio y por lo tanto modificar su calle de acceso, ya que éste sería interrumpido en la fachada posterior por las casetas de la Junta de Obras del Puerto. Éste se traslada hacia una perpendicular a la Avenida de la Marina.
La fachada principal, que recuerda en su ritmo y lenguaje a la de la Scala de Milán, está compuesta en estilo neoclásico, casi palladiano, incluyendo el orden corintio en los elementos verticales, frontón y acróteras. El acceso se realizaba a través de un pórtico compuesto por tres arcos, sustituido posteriormente por una marquesina de forja con partes traslúcidas en vidrio. La Cubierta del edificio estaba construida originalmente en pizarra, aunque debido a varios temporales fue sustituida por una de zinc (que era el material que figuraba en el proyecto). La cubierta de la pista, de geometría octogonal, se remataba con un pequeño lucernario que coincidía con el escenario.
El edificio se compone de dos plantas, aunque el proyecto original incluía tres, con huecos adintelados en las dos últimas. Está formado por muros de carga de 50cm de espesor que sostienen su perímetro y una estrucutra interior de fundición. Se modificó el proyecto inicial en que la estructura interior era de madera en favor de la fundición en base al Reglamento General de Edificios de Espectáculos Públicos. Esta estructura generaba un volumen posterior en que se encontraba el escenario y dos cuerpos más bajos ligeramente retranqueados en que se encontraban las dependencias de los actores a un lado, y los almacenes y cuadras de los animales al otro. La planta inferior estaba resaltada por un zócalo de cantería, mientras que las superiores utilizan un cerramiento de ladrillo que sustituye los enfoscados de mortero de cemento originales del proyecto.
El interior del edificio presenta una estructura clásica de un teatro tradicional, con un vestíbulo que conduce al patio de butacas, una sala de descanso y una escalera que da al anfiteatro. Pero Mariño decide añadirle algunas mejoras para cumplir la normativa municipal, como dos escaleras de incendios retiradas 10 metros de la fachada principal, así como la ampliación de las puertas de acceso de 1,50 a 2m para garantizar la evacuación de los ocupantes. La capacidad del teatro-circo era de 450 butacas y hasta 2000 espectadores, por lo que se consideraba un teatro de primera, con mayor capacidad que el Teatro Rosalía de Castro.
El teatro Emilia Pardo Bazán desapareció por un tiempo, hasta que se construyó el Colón varios años después en una parcela muy próxima. Frente al Teatro Principal aparecía esta segunda pieza de arquitectura, al igual que en cualquier drama la secuela completa a la historia principal, pero "esta es otra historia que debe ser contada en otra ocasión" como decía Michael Ende en la Historia Interminable.
Aunque suene el Réquiem de Mozart, detrás viene el Risorgimento de Verdi, y es que dos teatros no son demasiado.
"Si es absolutamente necesario que el arte o el teatro sirvan para algo, será para enseñar a la gente que hay actividades que no sirven para nada y que es indispensable que las haya." Eugène Ionesco