Lo cierto es que las probabilidades de que caigan copos de nieve sobre Santiago son escasas, muy escasas. Pero fueron suficientes la noche del siete de enero de 2010, porque a las cuatro de la mañana comenzó a nevar.
Mientras casi todos dormíamos, la ciudad se preparaba como una novia para recibirnos vestida de blanco. Seguro que muchos nos acostamos la noche anterior pensando que lo único que caería del cielo sería lluvia, para no variar. Pero por la mañana supimos que nos habíamos equivocado cuando al mirar por la ventana nos quedamos boquiabiertos: estaba nevando.
A primera hora de esa atípica mañana de viernes el tráfico de la ciudad se vio colapsado e incluso hubo zonas, como San Lázaro y San Caetano, en las que se requirieron cadenas para circular. Las pocas personas que las guardaban “por si acaso” pudieron por fin estrenarlas sobre las carreteras congeladas.
A ese tráfico se sumaron los autobuses escolares, llenos de niños que ese día más que nunca deseaban no tener que asistir al colegio. De hecho, es muy posible que alguno estuviese viendo cómo su deseo de Navidad se cumplía. Tarde, pero a tiempo, un paisaje idílico nos demostraba que en Santiago sí podía llegar a nevar.
Si hablamos de números cabe señalar que tan solo se registraron 3,2 litros por metro cuadrado. Pero qué tres litros más emocionantes. Esa fantasía casi ficticia duró poco y a mediodía apenas quedaba nada de ese rastro de nieve, tan solo el frío y alguna foto.
A pesar de algún pequeño contratiempo y del frío polar todos disfrutamos de esa Compostela blanca y salimos a la calle a sabiendas de que estaba sucediendo una de esas cosas que tal vez solo ocurran una vez en la vida.
Y así fue, porque tras esa mañana de 2010 la nieve no volvió a caer sobre Santiago.
Trece años después, se prevé una bajada de la cota de nieve hasta los 300 metros y se vuelve a tantear la posibilidad de que nieve. Es entonces cuando unos recordamos esta y alguna otra nevada, como la de 1983. En cambio, los más pequeños solo pueden permitirse el lujo de soñar con una ciudad helada mientras escuchan lo de siempre: que es imposible que nieve en Santiago.
Pero… ¿Y si otra vez nos equivocamos y hoy sí nieva aquí?