En Galicia contamos casi con 4.000 cementerios, más de 3.200 parroquiales y unos 800 municipales. Es un hecho que gran parte de los ayuntamientos tienen saturados sus cementerios y, si a ello sumamos que cada vez son más los turistas que deciden incorporar estos lugares como parada obligatoria en sus escapadas a los diferentes destinos, podemos decir que los campos santos son cada vez más, cosa de vivos.
El necroturismo o turismo funerario es la actividad turística que se realiza en cementerios, panteones, catacumbas y cementerios y cuyo foco de interés está en el valor histórico, estético y biográfico que ese conjunto patrimonial posee. En nuestro territorio se encuentran algunos de los cementerios con más fama internacional y que fueron recogidos en la Ruta Europea de la Asociación de Cementerios Singulares (ASCE), destacando entre otros las Ruinas de Santa Mariña de Dozo (Cambados), el cementerio de Goiriz (Vilalba) y el Cementerio de San Amaro (A Coruña) en donde descansan personalidades como Eduardo Pondal, Wenceslao Fernández Flórez o Manuel Murguía.
Pero si ponemos los ojos en Compostela podemos afirmar que aquí se encuentra uno de los lugares con más misterio y encanto del territorio gallego y que, por el momento, aun pasa desapercibido para algunos viajeros. En medio del parque de Bonaval se encuentran lo que un día fueron los nichos del antiguo Cementerio Municipal de Santiago del que hoy les contamos algunas curiosidades.
1. Cementerio para vivos
Para los miedosos, sepan ustedes de antemano que ya no hay difuntos enterrados en él y que es así desde que dejó de tener uso funerario a mediados de los 60 del siglo pasado y aunque los nichos que hace décadas albergaban los cuerpos de los difuntos permanecen, ahora están totalmente vacíos, como podrán comprobar si dedican un tiempo a pasear por la zona en donde se ha respetado la arquitectura funeraria, combinando los nichos desacralizados con la implantación de nuevos jardines, un ejemplo de intervención respetando elementos preexistentes y que acogen actividades culturales como conciertos o representaciones teatrales, sesiones de cine de verano o alguna que otra performance.
2. Orígenes
Para conocer el origen del antiguo cementerio hay que remontarse al primer tercio del siglo XIII cuando se funda el Convento de Santo Domingo de Bonaval (por aquel entonces Santa María de Bonaval).
Es en los años treinta del siglo XIX con la Desamortización de Mendizábal cuando el Ayuntamiento compra unos terrenos tras la exclaustración del Monasterio de San Domingos. Las primeras observaciones sobre la creación del campo santo datan de 1837 aunque no sería hasta finales de la década de los cuarenta cuando empezaría a funcionar con fines funerarios, como cementerio municipal.
3. Inscripciones conservadas
Si bien el acceso al parque se puede hacer por varios lugares, para visitar el antiguo cementerio que hoy nos ocupa, lo correcto es hacerlo por la Rúa de Bonaval, en cuyo portón y arco metálico aun podemos observar el cartel de “Cementerio General, 1847” y si se fijan con atención leerán en la parte trasera “ Bienaventurados los que mueren en el señor”.
4. Lugar de disfrute
Lejos de pensar que un cementerio no es un lugar cómodo, Bonaval es uno de los lugares más concurridos para compostelanos y turistas, en especial en los meses de buen tiempo y altas temperaturas, donde es habitual ver a grupos de jóvenes tomando el sol, leyendo, tocando la guitarra o improvisando un picnic. También es, por excelencia, un lugar estratégico desde el que ver los famosos Fuegos del Apóstol, que tienen lugar la noche del 24 al 25 de Julio.
Es frecuente observar a perros jugueteando por las diferentes zonas verdes aunque la normativa no permita tal uso y en los últimos tiempos la vigilancia policial ha aumentado.
5. Rehabilitación y conservación
En 1940 el Convento de San Domingos de Bonaval era declarado Conjunto Histórico-Artístico pero, dos décadas después y una vez clausurado el cementerio se dejó abandonado y el deterioro fue avanzando hasta la década de los 90. Se llegaron a caer muros, dejaron de funcionar las fuentes y la basura y la maleza reinaron a sus anchas unos cuantos años hasta que en 1994 se comienza a plantear la actuación en la finca, ya planteada en 1989 y que correría a cargo del arquitecto portugués Álvaro Siza y de la gallega Isabel Aguirre.
Gracias a su labor se llevó a cabo una minuciosa construcción que respetaba las piezas arboladas históricas y se obtuvo un espacio público desde donde se puede gozar de estupendas vistas o contemplar los edificios históricos del conjunto conventual. Siza y Aguirre optaron por evitar poblar el parque y todo el conjunto de mobiliario convencional, con ausencia de bancos o papeleras (que tanto reclaman los usuarios) y que refuerzan la singularidad de unos de los pulmones verdes de Compostela que cuenta con 36.963 metros cuadrados.
6. El cementerio y la radio
En la zona más alta del parque y separada del antiguo cementerio por un muro de piedra (que ha sufrido diferentes derrumbes en los últimos años) se colocó la primera antena de radio de Galicia en el año 1933.
7. Unas vistas inesperadas
Si bien es conocida y frecuentemente fotografiada la panorámica que hay desde lo alto del parque de Bonaval, en la ladera poniente de la colina de la Almáciga, desde la cual podemos ver los singulares tejados de la zona antigua nosotros les recomendamos que al adentrarse en el cementerio desde la Rúa Bonaval se dirijan a su izquierda y atraviesen el campo para descubrir desde lo alto del muro una vista en alzado del cementerio privado de la Cofradía de Nuestra Señora del Rosario, un pequeño jardín pegado a la iglesia de Santo Domingo y donde se encuentran los restos mortales y las almas de algunas de las familias más conocidas de la capital gallega.