En toda historia hay un protagonista y aquí es Julio Ferreiro Garea, vecino de esta rúa. Julio, ahora prejubilado, ejerció de reportero de televisión y trabajó como músico. Un día, decidió que no quería seguir saliendo de casa cada jornada encontrándose con una calle triste, llena musgo y humedades. “Quería mejorar el aspecto de este sitio, hacer de él un lugar agradable, alegre, con luz y color”, dice.
“Esto surgió como lo hacen la mayoría de las cosas: de un día para otro”, comenta Julio. Empezó arreglando y cuidando el pequeño jardín ubicado en el inicio de la calle que llevaba treinta años siendo una esquina descuidada. “Entonces vi que la fuente tenía una losa rota y la arreglé”, y en aquel momento se preguntó “¿Y si decoro todo con azulejos?”. Una cosa llevó a la otra y Julio, aficionado al bricolaje y a las manualidades, comenzó una labor artística altruista sin igual.
“Al poco tiempo de empezar ya me paraba la gente a preguntar si iba a seguir decorando todo el muro, si pensaba en diseñar figuras, a poner más colores…”, se ríe. Él escucha, se inspira, mezcla ideas… y así va creando este asombroso mural que le ha dado una nueva vida a la Rúa da Espiñeira. Esta aventura artística tiene, a día de hoy, un año y nueve meses de trabajo. “Es una jornada completa, dedico ocho horas al día, o incluso más, cuando el tiempo y la luz lo permiten”, comenta.
Los materiales son reciclados y variados: azulejos, espejos, platos… que consigue de restos de obras o almacenes. Julio rompe todo este material con un martillo, lo corta, lo pule y lo pega con cemento y cola. “Elegí los azulejos porque son duros y lavables, perfectos para el clima de Santiago”, afirma. La fórmula utilizada por el artista se basa en la técnica del trencadís, que consiste en la utilización decorativa de fragmentos cerámicos en forma de mosaico.
Lo que le gusta hacer es, a su vez, lo más complicado: las caras y las figuras. “Da mucho trabajo, porque no es colocar azulejos sin más sino que tienen que crear la forma o la cara que intentas reflejar”, confiesa. Aún así, Julio, rara vez cambia una pieza: “Si la coloco, continúo improvisando, no suelo deshacer”.
Esta obra callejera ha tenido una acogida total por parte del vecindario, de la gente que va allí a posta para ver ese trabajo y también de quienes se topan con esta espectacular decoración por casualidad. “La gente me saluda al pasar, ya me conocen por mi nombre, algunos incluso me gritan: ¡artista!”, comenta Julio contento por la alegría y energía que la gente le transmite.
“Un vecino de la zona que escribe poesía me dedicó uno de sus poemas”, nos cuenta. Ahora, ese poema está grabado en un azulejo y se puede leer en medio de la calle como homenaje a la labor de Julio. El mismo autor escribió otros dos poemas que también se pueden ver a lo largo de la calle: uno dedicado al barrio de Santa Marta y otro al peregrino/a que llega a la ciudad.
Monumentos como la Catedral, figuras como Rosalía de Castro, Castelao o Frida Kahlo, la banda de rock N.H.U. a la que pertenecía el propio Julio, las dos Marías santiaguesas, peregrinos, Las Meninas de Velázquez… en la Calle de la Espiñeira hay de todo un poco, y todo es bonito. ¿Lo mejor? Esta obra aún no ha llegado a su fin; Julio sigue trabajando en ella, feliz de haber conseguido tanto. “Ahora pasa más gente por aquí, vienen a ver cómo está quedando, sacan fotos, las comparten en redes, lo cuentan a las personas cercanas… es una calle feliz, llena de vida”, dice Julio, siempre abierto a charlar con cualquiera que se quiera acercar a disfrutar de su obra o a conversar con él.
Una nueva parada, un destino, un peregrinaje… que añadir a la lista de indispensables de Compostela.