Los restos de Alfonso Daniel Rodríguez Castelao yacen en el Panteón dos Galegos Ilustres, en Santiago de Compostela, desde el 28 de junio de 1984, 34 años después de su muerte. Su traslado estuvo envuelto en la polémica y protagonizó uno de los momentos clave de la Transición en Galicia.
Poeta, ensayista, narrador, dramaturgo, político y padre del nacionalismo gallego, la figura de Castelao es imprescindible en el panorama tanto político como cultural de la Galicia del siglo XX.
Fue uno de los principales impulsores del Estatuto de Autonomía de Galicia, aprobado en plebiscito en 28 de junio de 1936. Sin embargo, la sublevación militar y la posterior Guerra Civil impidieron que llegase a entrar en vigor y, tras instalarse en Valencia y después en Barcelona, Castelao se exilió en 1938.
Exilio y muerte
Pasa la mayor parte de su exilio en Buenos Aires, aunque también pasa largas etapas en Nueva York, La Habana y París, donde llegó a ser ministro del Gobierno Republicano en la clandestinidad.
Perdió la vida en el hospital del Centro Gallego de Buenos Aires a causa de un cáncer de pulmón el 7 de enero de 1950 y fue enterrado dos días después en el cementerio bonaerense de La Chacarita, donde su cuerpo permanecería por 34 años.
La Dirección General de Prensa del Gobierno de España dejó muy claro entonces que Castelao, un referente de la lucha contra la dictadura, era persona non grata para el régimen franquista.
"Habiendo fallecido en Buenos Aires el político republicano y separatista gallego Alfonso Rodríguez Castelao, se advierte: la noticia de su muerte se dará en páginas interiores y a una columna; caso de insertar fotografía, ésta no debería ser de ningún acto político", detallaba en sus instrucciones a la prensa.
Así, tan solo se podría elogiar a Castelao como "humorista, literato y caricaturista" y, de mencionar su actividad política, se diría "que aquella fue errada y que se espera de la misericordia de Dios el perdón de sus pecados".
A la hora de referirse a su obra, no se podría hacer mención alguna a su ensayo más relevante, "Sempre en Galiza", ni a sus álbumes de dibujos de la Guerra Civil. Todas estas indicaciones, de ser quebrantadas, supondrían la apertura de un expediente por parte del régimen.
La decisión
Los años pasaron y Castelao, cuyo cuerpo descansaba todavía en Argentina, fue homenajeado en el Día das Letras Galegas de 1964. Tras la muerte de Francisco Franco en 1975, la llegada de la democracia y el nombramiento de Xerardo Fernández Albor en 1982 como presidente de la Xunta de Galicia en 1982, la cuestión del regreso de los restos de Castelao empezó a tomar forma.
Años más tarde, Fernández Albor confesaría que, si bien se había planteado la posibilidad de devolver a Castelao a su Galicia natal, no se había atrevido a impulsarlo ante el temor de que se acusase a Alianza Popular de "anotarse el tanto".
De este modo, no fue hasta el 4 de mayo de 1984 cuando la cuestión llegó al Parlamento de Galicia, aunque desde otras coordenadas ideológicas bien distintas: fue el diputado de Esquerda Galega Camilo Nogueira quien impulsó la iniciativa para enterrar a Castelao en Galicia.
La propuesta fue aprobada por unanimidad, toda vez que los tres diputados electos del Bloque Nacional Popular Galego (BNPG) no estaban presentes en la Cámara gallega, a la que no pudieron acceder por no haber acatado la Constitución Española.
Este sector del nacionalismo se opuso fervientemente al traslado de los restos de Castelao, quien en "Sempre en Galiza" había expresado su voluntad de volver a Galicia, pero cuando ésta fuese "una patria liberada".
Del mismo modo, también entendían que el Gobierno que llevaría a cabo la operación, de Alianza Popular, estaba compuesto por "herederos" del régimen franquista -particularmente su presidente, Manuel Fraga-, y había intentando situar a Castelao como una suerte de defensor del autonomismo cuando este lo situaba como "la antítesis del nacionalismo".
El traslado
Una vez acordado el traslado e iniciados los trámites, quedaba por decidir una cuestión: dónde sería enterrado Castelao. Aunque planeó la posibilidad de que fuese en su Rianxo natal, Fernández Albor le trasladó a su hermana, Teresa Castelao, su voluntad de que reposase en el Panteón dos Galegos Ilustres, junto a Rosalía de Castro, Ramón Cabanillas o Alfredo Brañas. Ella aceptó.
El día elegido para su entierro fue el 28 de junio, coincidiendo, precisamente, con el aniversario del plebiscito del Estatuto de Galicia de 1936, lo que no contribuyó a calmar los ánimos de los contrarios a aquella operación.
"La normalidad democrática está restaurada y Galicia adquirió en su estatuto de autonomía reconocimiento de nacionalidad histórica: Castelao puede dormir el sueño de la eternidad", aseguraban Xunta y Parlamento de Galicia en la víspera del traslado, que cerraba "una etapa histórica llena de deseos, ilusiones, trabajo y dolor".
El avión con sus restos aterrizó a las 20.02 horas en el Aeropuerto de Lavacolla tras un retraso de tres horas debido a una amenaza de bomba en Madrid.
Desde las 16.30 horas se había congregado frente al Panteón dos Galegos Ilustres un amplio grupo de manifestantes que había abucheado a los diferentes representantes políticos que acudían al lugar al grito de "a Castelao no se traiciona" y "Galiza ceive, poder popular".
El féretro llegó acompañado de un amplio despliegue policial y casi inmediatamente comenzaron los disturbios y las cargas policiales, emitidas en directo en TVE de la mano de una emocionante narración de Tareixa Navaza.
Tras la entrada de Castelao en el Panteón, se le impuso la Medalla de Oro de Galicia y se celebró una ceremonia religiosa. Desde entonces, sus restos yacen allí mismo, en Santo Domingo de Bonaval, donde cada año la Xunta de Galicia entrega las Medallas Castelao.