Junto al Monte do Gozo, el Pedroso es el monte santiagués por excelencia: desde su cumbre, que se eleva a 461 metros de altura, se puede observar todo el esplendor de la capital de Galicia, especialmente cuando está bañada por el brillo del atardecer. La ruta repleta de cruceiros que asciende hasta su cima -que atrae la atención de picheleiros, peregrinos y turistas por igual- es una de las más recorridas en la actualidad, pero su historia se remonta a varios siglos atrás.
El santo y el carbonero
En la famosa peregrinación de San Francisco de Asís a Santiago de Compostela en 1214, éste fue acogido por Cotolay, un carbonero que vivía en las faldas del Monte Pedroso, cerca de la capilla de San Paio do Monte. El santo, quien partía desde esta capilla para pasar las noches rezando en lo alto del monte, encargó al humilde carbonero la construcción del primer convento franciscano de Galicia.
Al no disponer de medios para llevar a cabo una tarea de tales proporciones, San Francisco le habría indicado a Cotolay dónde encontrar un tesoro con el que costear su construcción. Así, y después de que los monjes benedictinos de San Martiño Pinario le cediesen unos terrenos en Val de Deus -a escasos cien metros de la Catedral de Santiago– a cambio de una cesta de pescado al año, el carbonero comenzó a erigir el que a día de hoy es el Convento de San Francisco, que alberga el Hotel Monumento del mismo nombre.
El convento original se derrumbó en su gran mayoría en el siglo XVIII, aunque todavía se conservan varios arcos y el sepulcro del propio Cotolay. Junto a la tumba figura una placa en la que se recoge este relato, a caballo entre la historia y la leyenda.
La historia del santo y el carbonero hizo que la orden franciscana sintiese una especial devoción por el Monte Pedroso, de tal modo que en el siglo XVII erigió un vía crucis que recorre su ladera.
La ruta
Un total de catorce cruceiros grabados con números romanos marcan el sendero que lleva a la cima del Pedroso. Estas cruces de piedra son estaciones del vía crucis y representan los últimos instantes de la vida de Jesucristo, desde su condena a muerte hasta su sepultura y posterior resurrección, pasando por el ascenso al Calvario.
El primero de los cruceiros se puede encontrar al inicio del ascenso, en la Costa de Santa Isabel, cerca del barrio de Galeras. Un pequeño desvío en la ruta permite visitar la capilla de San Paio do Monte, cerca de la que vivía el carbonero Cotolay y desde la que San Francisco emprendía sus viajes nocturnos hacia el Pedroso.
Los primeros metros de la senda marcada por las cruces transcurren en paralelo al curso del Rego de Bar -un pequeño río que acaba fundiéndose con el Sarela, afluente del Sar- y acaban dirigiendo al caminante hacia la Granxa do Xesto, un parque que marca el ecuador de la subida.
Conforme la pendiente se va haciendo más pronunciada, cada vez se encuentran más cruceiros en los laterales del camino. Sin embargo, ninguno rivaliza con el que corona la cima del monte, una gran estructura de piedra que se puede observar desde la lejanía de la Praza do Obradoiro, al igual que las antenas de redifusión de radio y televisión.
Son varias las rutas que recorren las laderas del Pedroso hasta su cima -que también se puede alcanzar en coche-, pero la más tradicional es, sin duda, la que sigue sus cruceiros, que permite disfrutar por igual del patrimonio histórico y de la belleza natural del entorno sin alejarse del corazón de Santiago.