Escondidos entre tranquilos valles, bosques y montañas, los monasterios en Galicia conforman un auténtico patrimonio por descubrir. El paisaje de los pueblos y ciudades gallegas se perfila ante estos monumentos religiosos que albergan en su existencia una parte importante de la historia de esta región del noroeste peninsular.
Lo cierto es que desde la Antigüedad, Galicia ha sido un verdadero reclamo para los distintos pobladores que colonizaron el grueso de la geografía y dejaron a su paso un sinnúmero de muestras de su espiritualidad, sobre todo tras el descubrimiento de los restos del Apóstol Santiago. Aquel hito histórico atrajo hasta el territorio gallego a muchas de las principales órdenes monásticas que habían ido surgiendo en Europa a lo largo de los siglos, las cuales dejaron en Galicia una huella excepcional en forma de cenobios, iglesias y otras obras de la arquitectura religiosa.
De todos cuantos monasterios se conservan en Galicia, son muy pocos los que tienen una historia vinculada a la de la Orden de Cluny, una de las congregaciones monásticas más poderosas de todos los tiempos. De hecho, cabe recordar que la orden cluniacense llegó a tener una gran influencia política en los reinos cristianos del norte de la Península y sus monasterios ibéricos se construyeron principalmente a lo largo del Camino de Santiago.
En el caso particular del territorio gallego, Galicia contó con cuatro antiguos cenobios adscritos a dicha congregación: el Monasterio de Valderde (Monforte), el de San Vicente de Pombeiro (Pantón), el de Budiño (Pontevedra) y el de San Martiño de Xuvia (Narón), este último convertido en iglesia y que conserva a día de hoy una puerta románica única, pues no existe otra semejante en ninguna iglesia románica conocida.
Breve historia de este monasterio familiar en Narón
El Monasterio familiar de San Martiño de Xuvia se enmarca en un entorno privilegiado de la localidad de Narón: dentro de los límites de la parroquia de O Couto, en plena ruta xacobea del Camino Inglés y a escasos metros de la ría de Ferrol. Este arcaico cenobio es en la actualidad propiedad de la diócesis de Mondoñedo-Ferrol y sus raíces más remotas nos remontan al reinado de Ramiro I, a mediados del siglo IX, aunque también es cierto que el documento más antiguo en el cual aparece referenciado data del año 977, cuando formaba parte de una edificación dúplice de propiedad particular de la familia Traba. Con todo, su época de máximo esplendor coincidió con su incorporación a la Orden de Cluny ya en el siglo XII, tras una donación de la citada familia a esta casa borgoñona.
Antes de pasar a formar parte de la congregación cluniacense, los monjes benedictinos se hicieron cargo tanto de la iglesia como de la casa rectoral. Siglos más tarde, tras la desamortización de Mendizábal, el cenobio naronés se incorporó al priorato del Monasterio de San Martiño Pinario (Santiago de Compostela) y de San Salvador de Lourenza (Lugo).
Cabe destacar que la mayor parte de la estructura que ha llegado hasta nuestros días pertenece a una obra de comienzos del siglo XII. De hecho, en la actualidad, junto al antiguo monasterio, declarado Monumento Artístico Nacional por el Ministerio de Cultura, se encuentra anexada la iglesia de San Martiño, fechada también en el siglo XII, si bien su fachada y torre son ya del siglo XVIII.
En las entrañas del actual templo
El antiguo conjunto monástico de San Martiño de Xuvia conserva su iglesia románica de los siglos XII y XIII, aunque bien es cierto que también ha sido rehabilitada en alguna ocasión para favorecer su conservación. La estructura, de claras influencias francesas, presenta una planta basilical con tres naves de cinco tramos y arcos de medio punto peraltados así como capiteles esculpidos sobre los pilares de las grandes columnas que separan la nave principal del resto de la construcción.
Sobre la nave central, unas pequeñas escalinatas dan paso a la capilla mayor, iluminada por tres ventanales enmarcados en un gran arco de triunfo. En su interior se conservar asimismo varios sepulcros que hunden sus raíces en la época medieval, destacando los restos del caballero Rodrigo Esquío (siglo XV).
En la cara exterior del monasterio llaman la atención los tres ábsides con ventanas de medio punto y su fachada principal. Además, uno de los tesoros patrimoniales más interesantes de este antiguo monasterio familiar de A Coruña tiene que ver con uno de sus accesos, pues conserva una puerta románica única en el mundo.
El portalón en cuestión carece de tímpano pues el original se rompió y fue reutilizado más tarde como base para una de las ventanas de las dependencias monacales. La puerta románica es muy sencila, armada sobre dos arquivoltas coronadas por un arco decorativo de cuadrados y semicírculos rebajados en la piedra. También muestra un rigor cisterciense que pudo haber llegado a finales del siglo XII.
¿Qué es un monasterio familiar?
Los monasterios familiares acogían en la misma comunidad a miembros con todo tipo de familiares lazos familiares, siendo habitual que el marido dirigiese a la congregación de hombres y la esposa a de las mujeres ―o bien dicho papel pero entre hermanos. Lo cierto es que los primeros grupos cristianos dieron paso a estos llamados monasterios familiares, formados en su origen por comunidades, como decíamos, propiciadas por un determinado linaje en las que era posible encontrar a hombres, mujeres e incluso niños formando parte de esta vida monacal que les servía asimismo como un efectivo mantenimiento del patrimonio. De hecho, este tipo de cenobios fueron el antecedente directo a los grandes monasterios presentes en toda la región.
En el caso del antiguo Monasterio de San Martiño de Xuvia, la propiedad sirvió a los Froilaz, Petriz y Traba ―y a sus sucesores― como un eficaz instrumento para vincular y mantener las propiedades en el particular régimen proindiviso conservado en Galicia, referido a un concepto en el que dos o más personas comparten la propiedad de un bien en común sin que esté dividido en partes específicas y claramente delimitadas para cada propietario. En aquel entonces las mencionadas familias tenían, por ejemplo, el derecho de presentación en el monasterio y panteón familiar de Xuvia.