La costa de Loiba de la mano de Rafael Prieto, constructor del "mejor banco del mundo"
La belleza del litoral, las vistas desde sus acantilados y la puesta de sol inspiraron la construcción del famoso asiento ubicado en Ortigueira
17 noviembre, 2020 19:00“The best bank of the world”. La frase que se puede leer en el banco de Loiba tiene una curiosa historia detrás. También la tiene la fotografía de Dani Caxete que catapultó el lugar a la fama en 2015. Y es que si de algo sabe este asiento es de historias. Tantas como personas se han sentado sobre él para sacarse el selfie de rigor o disfrutar de las vistas y el sonido las olas que rompen contra el acantilado. Pero si algo tienen en común todas ellas es el propio banco. Su historia se remonta al año 2009, cuando Rafael Prieto, vecino de la parroquia, decidió instalarlo para que todo el mundo pudiera disfrutar de un paraje que conoce como la palma de su mano. Lo que no se imaginaba es que personas de todo el mundo irían a visitarlo.
“Puse ahí el banco para que quien quisiera pudiera disfrutar de las vistas tranquilamente”, cuenta Rafael Prieto frente su obra. Desde allí se pueden ver dos de los puntos más conocidos del norte gallego: el Cabo Ortegal, hacia el oeste, y Estaca de Bares, hacia el este. Aunque el tiempo no acompaña, el goteo de personas que hacen cola para sacarse fotos en “el mejor banco del mundo” es incesante.
Prieto es mecánico y a sus 69 años aún ejerce como tal en su taller de Loiba. Debido a su profesión, hacía pequeños trabajos para el ayuntamiento de Ortigueira, municipio al que pertenece la parroquia. “Un día me pidieron que les pasara las facturas. Entonces decidí que, en vez de pagarme con dinero, me dieran dos bancos para instalarlos en el mirador”, cuenta.
Pero fue un año después, en 2010, cuando un grupo de músicos escoceses que participaba en el Festival de Ortigueira escribieron la frase que aún se puede leer hoy: “The best bank of the world”. Lo curioso de la historia es que el término bank no hacía referencia al banco, sino al acantilado. Una mala traducción bautizó al asiento como “El mejor banco del mundo”.
Prieto recuerda el debate que se formó a raíz de la inscripción: “Un día me llamaron para decirme que habían escrito en el banco, pero que la frase tenía una falta de ortografía. A mí me pareció raro que los escoceses se hubieran equivocado escribiendo en su propio idioma. Luego fue cuando nos dimos cuenta de que hablaban de la costa. Pero aun así hubo gente que tachó bank y escribió bench por encima”.
La fama llegó cinco años después a través del objetivo de Dani Caxete. El viveirense popularizó el banco con una instantánea que llegó a ser finalista del Certamen Internacional de fotografía de Cielos Nocturnos en 2015.
La repercusión no tardó en llegar. Las visitas “crecieron exponencialmente”, afirman desde la Oficina de Turismo de Ortigueira. “Aunque es muy difícil de cuantificar el número de personas que llegan a Loiba cada año, mucha de la gente que para en la oficina pregunta solo por el banco”, explican.
La costa de Loiba
La relación entre el banco y la costa de Loiba se asemeja al refrán gallego “o Miño leva a fama e o Sil dálle a auga”. Rafael Prieto opina que el verdadero tesoro no es el asiento, sino el lugar donde está ubicado. Las vistas, el cielo nocturno fotografiado por Caxete e incluso la inscripción de los escoceses se deben a la magia del litoral. De hecho, fue el escenario de películas como Matías juez de línea y series como Piratas antes de saltar a la fama.
La costa de Loiba se caracteriza por sus acantilados, de una altura de entre 50 y 200 metros, y sus numerosos islotes. Pero su seña de identidad son las furnas, unas pequeñas cuevas creadas en las rocas por el continuo golpe de las olas. La más famosa es Penafurada. Algo que pocos saben es que “el banco más bonito del mundo” se iba a ubicar en el mirador que recibe su mismo nombre, a pocos metros de esta joya natural. “El dueño de las tierras no dejó hacerlo y por eso está en O Coitelo”, aclara Prieto.
Pero ¿qué hace que la costa de Loiba sea una de las más bonitas del mundo? Ante esta pregunta Rafael guarda silencio unos segundos y responde: “¿Escuchas el sonido de las olas? ¿Hueles la brisa del mar? Lo bonito de esta zona es que puedes sentir todo eso. En otros acantilados más altos, como el de Herbeira, las vistas son privilegiadas, como aquí, pero no puedes sentir el mar de cerca”. Desde la Oficia de Turismo explican que las comunicaciones son clave en este asunto: “Además de ser bonitos, los acantilados de Loiba son muy accesibles”.
El litoral de Loiba, junto con el de Céltigos, Espasante y Estaca de Bares es un espacio protegido por la Red Natura 2000. Desde la Oficina de Turismo recomiendan hacer el Camino de la Costa para apreciar todo el entorno: “Es una ruta de senderismo con diferentes miradores, como el de Penafurada o el propio mirador de O Coitelo, con todo tipo de playas tranquilas, puntos de merendero… Puedes internarte un poquito más hacia el interior o puedes seguir toda la costa. Son 20 kilómetros de caminos desde la zona de Loiba hasta la de Ladrido”.
Aunque la mayoría de los arenales son de difícil acceso, algunos se pueden visitar gracias a los senderos serpenteantes que bajan desde los acantilados. Es el caso de la playa de Ribeira do Carro. “La ruta que llega hasta allí se llama Ruta das Algas porque sigue el camino que hacían las algueiras, unas mujeres que recogían las algas y las retiraban en carros. En la ladera de la montaña aún se puede ver el camino por donde subían los burros”, explican en la Oficina de Turismo.
“Loiba siempre fue un punto estratégico para la economía de la zona”, aclara Rafael Prieto, que durante un tiempo trabajó recogiendo arena para obras en otra de las playas. “El lugar donde está el banco lo utilizaban las conserveras de Cariño en su época de máximo esplendor, cuando había 28 empresas que tenían sus propios pesqueros. Como en aquella época no había forma de saber dónde estaban los bancos de peces mediante la tecnología, había una persona en el mirador que les indicaba dónde debían echar las redes según lo que veía desde aquí”, explica.
La belleza del crepúsculo desde Loiba es otra de las razones que llevó a Rafael Prieto a instalar el banco. “Cuando no tengo mucho trabajo en el taller, aviso a mi señora y me escapo a sacar fotos del atardecer, es casi una adicción”, cuenta Rafael. Su interés por este fenómeno le ha llevado a hacer un seguimiento diario de la luz y desvelar uno de los secretos del banco: “El 22 de abril y el 20 de agosto se ve el sol ponerse justo sobre la v que forman las rocas del cabo Ortegal. Desde el banco se ve a las 21:20, minuto arriba, minuto abajo”.
Fruto de su afición por la fotografía, Rafael llegó a capturar el famoso destello verde en varias ocasiones. Se trata de un fenómeno óptico que se produce unos segundos después de que el sol desaparezca, justo en sobre el punto en el que se ven sus últimos rayos. “El secreto es esperar al momento justo”, explica.
Los bancos y Loiba
La obra de Rafael Prieto no se quedó en “el mejor banco del mundo”. Bajo su petición se instalaron varios asientos y merenderos en la zona de Loiba. “Me gusta especialmente un banco al que le llamo el cajero, por ser más pequeño que el banco famoso”, bromea. “Está más alejado, es más íntimo y está más protegido del nordés. Es el lugar idóneo para los enamorados o para pedir matrimonio”, añade mientras se sienta sobre él.
“Al final el banco es solo eso: un banco. La belleza está en el lugar, en el paisaje. Pero el banco es el que llama a los turistas”, reflexiona Prieto. “La economía aquí está muy mal. No hay trabajo. En Loiba quedamos unas 400 personas cuando en el siglo pasado éramos más de 2.000. Al menos si viene gente de fuera dejan algo de dinero. Si no es en el restaurante, es en la tienda, en la gasolinera o el bar. Pero al final es algo que nos beneficia a todos como vecinos. Mira la carretera que nos están haciendo, con aparcamiento para autobuses y todo, a cuenta del banco”, sentencia.
Aunque una de las ideas de Prieto a la hora de colocar los bancos fue la de atraer turistas, nunca se imaginó la repercusión que tendría. “Vino gente de todas partes, también de fuera de España”, cuenta. Pero la visita más original que tuvo llegó a los pies del acantilado de O Coitelo hace unos años: “Un día apareció un cartel en francés, era el indicativo de una reserva natural. Pero lo curioso es que no venía de Francia, sino de Mauritania. Un temporal lo arrancó y la corriente lo arrastró hasta aquí. Lo tuvimos un tiempo apoyado en el banco y luego me lo llevé a casa. Y ahí sigue”.
El banco de Loiba tiene ya un competidor en Redondela e inspiró a los creadores de “el banco más bonito de Cáceres”. Pero, sea o no el más bonito del mundo, supuso un antes y un después para los vecinos de la zona. Algo que se nota cada vez que Rafael se acerca a los acantilados. El claxon de su coche suena a cada rato como respuesta a todos los saludos que recibe por el camino.