La concatedral de San Julián o San Xiao, en Ferrol, ostenta el mismo rango que cualquier otra catedral. No obstante, debe el sobrepeso de su prefijo a la capitalidad que comparte sobre la diócesis de Mondoñedo-Ferrol junto a la basílica-catedral de la Virgen de la Asunción de la localidad lucense. Lo cierto es que el templo ferrolano se distingue a simple vista de cualquier otro, a la vez que guarda una consonancia estética con varias iglesias del núcleo naval, como son la de las Angustias, los Dolores o el Socorro.
De Cádiz a Ferrol, pasando por Roma
El edificio fue diseñado en 1763 por el arquitecto gaditano Julián Sánchez Bort, pero su construcción comenzó dos años más tarde, en 1765, tras retirar los restos de una antigua iglesia románica que ocupaban el espacio. Las obras de edificación duraron unos siete años, siendo 1772 el año en que se pudo inaugurar finalmente un gran templo que en aquel momento sostenía la categoría de iglesia. Sánchez Bort se inspiró en los planos de la iglesia de San Andrés Avelino de Roma para el diseño del edificio concatedralicio.
El regalo de Juan XXIII
En el año 1959, el pontífice Juan XXIII emitió una bula papal mediante la cual concedía el estatus de catedral al templo de San Julián, que pasó a ser la nueva cabeza del dúo diocesano Mindoniense-Ferrolense. El santuario está consagrado a San Julián, patrón de la ciudad, cuya festividad se celebra cada 7 de enero.
Un exterior único
Ante la fachada principal se extiende un amplio atrio orientado hacia poniente. Está formada por dos entidades superpuestas, separadas por una cornisa de sillería y rematadas por un frontón triangular que sujeta una cruz en el centro y remates piramidales en sus extremos. Un vestíbulo de tres arcos y dos columnas, provisto de puertas hacia el fondo, ocupa la parte central del primer cuerpo y da acceso al templo. El segundo cuerpo ostenta dos ventanales y un frontispicio escarzado que corre sobre el arco central.
Separados de este cuerpo central por dos contrafuertes de sillería, se levantan dos muros laterales, con sendos ventanales. Sobre éstos, y sirviendo como base de otro segundo cuerpo en forma de sotabanco, se yerguen dos esbeltas torres de sillería totalmente simétricas, rematadas por bóvedas trasdosadas y flanqueadas por elevados pináculos provistos de cruz y veleta.
Un interior del todo particular
La planta exterior del templo ocupa una superficie cuadrada, mientras que su interior forma una cruz griega, inusual en España, de brazos perfectamente equiláteros y naves de bóvedas cilíndricas. Sus cuatro esquinas están ocupadas por otras capillas de bóvedas vaídas. Sobre los cuatro arcos torales se alza una cúpula de media naranja que culmina en una espaciosa linterna rematada por una pequeña bóveda esférica.
La proporción de sus dimensiones, la profusión de piedra de sillería y pintura blanca tanto en el exterior como en el interior y la armonía de todas sus líneas, dotan a la concatedral de San Julián de un encanto singular, cierto empaque monumental y un notable sabor artístico de inspiración castrense.