La faceta más tradicional de Galicia se hace evidente gracias a muchos de los singulares elementos etnográficos que definen su cultura, costumbres e incluso forma de vida de sus gentes. Cruceiros, molinos, petos de ánimas y palomares destacan por su función e importancia social a lo largo de la historia de la región. Sin embargo, si existe una estructura típica que se ha convertido en un auténtico símbolo del paisaje rural gallego, eso son los hórreos.
Estas construcciones tradicionales de piedra o madera, elevadas sobre pilares y compuestas por un tejado a dos aguas, son verdaderas joyas de la cultura, el patrimonio y la arquitectura tradicional. De hecho, la mayoría de estos hórreos gallegos eran utilizados antaño con el fin de almacenar o preservar ciertos recursos agrícolas como el maíz y otros cereales. Hoy en día, muchos de ellos han sido restaurados y adaptados para usos modernos, incluso en forma de alojamientos turísticos, restaurantes o espacios museísticos. Pero, ¿cuál es exactamente el origen de este elemento constructivo que tanto ha moldeado la figura paisajística de Galicia? Si bien no existe un consenso real sobre la procedencia de los mismos, la primera representación gráfica del hórreo nos remonta hasta el siglo XIII y las Cantigas de Santa María, atribuidas a Alfonso X El Sabio.
Historia y origen de los hórreos gallegos
Si bien el conjunto de composiciones en honor a la Virgen María deja constancia de la presencia de estas estructuras ya en el siglo XIII, lo más probable es que los primeros hórreos sean incluso anteriores a dicha época. Lo cierto es que el uso de graneros aéreos ha estado casi siempre vinculado al cultivo del mijo, que ya se practicaba incluso durante la época de los castros. De hecho, en relación a los antecedentes de este tipo de construcciones, muchos autores ven en el hórreo una prolongación de los palafitos, mientras que para otros es más clara la segregación de esta dependencia de las casas.
Lo que sí sabemos con certeza es que el área de expansión del hórreo gallego coincide en gran medida con los límites territoriales de la Galicia histórica. De esta forma, mientras el hórreo de cámara cuadrada comparte grandes similitudes con construcciones análogas de la Europa Central y Septentrional, más propia de poblaciones dedicadas al pastoreo; el hórreo de varas es el que estaría considerado el germen del actual hórreo gallego tradicional, el cual guarda un gran parentesco con otras variantes de la región mediterránea vinculadas a poblaciones recolectoras. De hecho, la introducción en Galicia de este tipo de construcción se le atribuye a los pueblos preceltas de origen y culturas mediterráneas, más conocidos como oestrimnios.
Existe otra alternativa al origen del hórreo gallego propuesta de manera conjunta por los profesores Dias, Veiga de Oliveira y Galhano, quienes apuntan una procedencia sueva del hórreo de cámara rectangular que habría dado lugar a una modificación posterior de los hórreos de varas preexistentes. En cualquier caso, y aunque no existe un consenso sobre la raíz real de los hórreos gallegos, la mayoría de expertos coinciden en señalar la diversidad de orígenes en el caso de los hórreos de cámara cuadrada (asturianos, cántabro, leonés o vasco-navarro) y los de cámara rectangular (gallego y portugués).
Los diferentes tipos y nomenclaturas
Más allá de la clasificación básica entre los hórreos de piedra o madera, en Galicia existe una gran diversidad geográfica que ha propiciado la creación de múltiples tipos arquitectónicos tales como los primitivos, pequeños graneros ligeros y portátiles construidos a base de materias vegetales; los mixtos, caracterizados por la petrificación parcial de los elementos estructurales y de cierre (hórreo tipo Mondoñedo o Pontevedra); o los especiales, que destacan por su variaciones volúmetricas sobre el tipo base de cámara rectangulares (Hórreo tipo Cabanas o Vilalba).
Dentro de las variantes tipológicas encontramos algunos casos curiosos distribuidos por toda la geografía gallega. En la zona costera de Galicia, sobre todo en el entorno de las Rías Baixas, se localiza una variante muy poco difundida y desarrollada: la hórrea, considerada una evolución tardía del hórreo (siglo XX) de mayor tamaño y capacidad, con tríos de pies en lugar de parejas, para almacenar rentas cuantiosas o para asumir el incremento de la producción agrícola a raíz de la mecanización de la agricultura. Otro de los subtipos más singulares son los hórreos en esquina, muy característicos debido a su forma atípica en forma de L. Según se cree, este tipo de planta respondía en mayor medida a las condiciones del terreno que a una conveniencia constructiva. Estos tipos de hórreos son bastante escasos en y de hecho apenas se localizan una docena de ellos en toda Galicia, la mayoría concretados en la provincia de Pontevedra.
En el norte lucense y el occidente asturiano es donde encontramos otra modalidad muy interesante: los hórreos de uso combinado con palomares, una estructura que acentúa la dimensión vertical para crear otros espacios auxiliares de almacenaje a nivel del suelo. Por lo general estas construcciones albergaban una zona de secado en la primera altura y otra de cría de palomas en su segundo nivel. Por otra parte, cabe destacar que en la clasificación general de hórreos, una de las divisiones más habituales dentro del territorio gallego responde a las agrupaciones de hórreos, tales como los conjuntos de Combarro (Pontevedra), A Merca (Ourense) o Bornalle (A Coruña). En términos generales estas agrupaciones suelen localizarse en terrenos comunales que en épocas pasadas tuvieron un importante uso productivo. Lo más llamativo de los conjuntos de hórreos es que en muchos casos no existe una conveniencia en cuanto a la tipología, distribución o materiales constructivos de los mismos.
Otra de las curiosidades de estas construcciones típicas tienen que ver con su nomenclatura, ya que reciben diferentes nombres según la zona. Fuera de Galicia, en el norte de Portugal estas estructuras son comumente conocidas como espigueiros, canastros o caniços; mientras que en muchas zonas de Asturias suelen recibir el nombre de cabazos. En el caso particular de Galicia se pueden encontrar un gran número de variantes etimológicas según la región en la que se ubiquen. De este modo, la palabra hórreo u hórrio es más típica del centro-norte gallego; cabazo respondería al noroeste de A Coruña mientras que cabozo es designado en el norte de Lugo y canastro en la zona sur. En la ría de Vigo y el río Miño es típico el uso de canizo, mientras que en el Salnés destaca la palabra piorno y en el Morrazo el nombre de paneira. Por su parte, en la provincia de Ourense podemos encontrar variantes como canastro, cabaceiro o cabaceira.