La nomenclatura binomial latina y científica de este cánido depredador es Canis Lupus. Se le considera un familiar muy cercano del perro doméstico debido a su proximidad genética y similitud estética, pero su hábitat y comportamiento difieren bastante de los de nuestras mascotas. En Galicia se localizan buena parte de los ejemplares de este enigmático animal del bosque que tantas veces inspiró al archilegendario lobishome, licántropo o, simplemente, hombre lobo (que en la vida real no está en París).
El rey del bosque
Esta fiera de ojos amarillentos y visión nictálope puede alcanzar una estatura de hasta 90 centímetros y un peso que oscila entre los 35 y los 70 kilogramos, si bien algunos individuos rebasan este baremo. El animal puede correr a una velocidad de 65 km/hora durante una persecución, llegando a salvar nada menos que cinco metros de distancia en un solo salto. El lobo, como animal territorial que es, habita normalmente una demarcación de unos 35 kilómetros cuadrados (semejante a la del término municipal de A Coruña), extensible a los 200 km2 cuando va en busca de sus presas. No obstante, a partir de esa superficie se repliega con su manada al mismo lugar de siempre.
Habitual depredador de ganado, el lobo fue perseguido y sacrificado por la mano humana durante el siglo XX a lo largo y ancho del planeta, pero especialmente en Europa y Norteamérica, hasta situarse en peligro de extinción. En la actualidad, tras varios procesos de reintroducción promovidos por conservacionistas y ecologistas, el lobo está recuperando poco a poco su presencia en los bosques. No obstante, esta es tímida y aunque ha crecido de forma significativa en términos porcentuales, las cifras son bastante reducidas: hablamos solamente de decenas. Por contra, los datos son más que suficientes para el sector primario forestal, tradicionalmente víctima de los ataques de estas fieras y obligado a proteger de ellas a los animales de sus granjas.
En la cultura popular
La figura del lobo tiene un especial arraigo en Galicia, y la del hombre lobo no iba a ser menos. Su principal exponente histórico es sin duda el ourensano Manuel Blanco Romasanta, más conocido como Sacamantecas o Sacaúntos. Asesino en serie del siglo XIX en los alrededores de Allariz, Romasanta argumentaba sus crímenes con el pretexto de haber sido poseído por un lobo.
La toponimia gallega también está repleta de referencias lupinas: Fonte do Lobo, Rabo do Lobo, Serra do Lobo, Lobeira o Lobelle son algunas de las denominaciones de origen latino (Lob-), mientras que Randulfe y Trasulfe lo son de procedencia germánica (-ulf).
Una presencia muy distribuida
Así las cosas, Galicia, el norte de Portugal, la Cordillera Cantábrica, la Meseta Norte y algunos puntos de Sierra Morena son los espacios geográficos de la Península Ibérica en los que uno se puede topar con un lobo (o una manada) si se adentra en las profundidades del bosque. Se calcula que en toda la península la cifra de lobos es inferior a 3.000 ejemplares. Otras regiones de Europa en las que la presencia de este animal es notoria se sitúan al norte y sobre todo al este del continente: Balcanes, Cárpatos y repúblicas ex Soviéticas.