Sopla la brisa en Merindades de Valdivielso, los quijotescos álabes de los aerogeneradores mecen las corrientes de viento y el sol tuesta las pieles de los turistas y aturde a los primeros insectos de primavera. Estas tierras están repletas de viejos fosos loberos; cerca del diapiro Poza de la Sal, en el corazón del páramo de Mesa, se erige un monumento a Félix Rodríguez de la Fuente; a lo lejos, por las noches, los rumores cuentan que el aullar de los lobos eriza el vello y sacude el espíritu. Quienes mejor conocen la sinfonía de las tierras son los Valle, los únicos ganaderos que quedan en activo en este pequeño municipio de Burgos. Los únicos, también, que defienden al enemigo público número uno de los campos de Castilla y León: el lobo.
Leandro. Ángel María. Roberto. Carlos. Todos ellos hermanos. Son los únicos hombres que mantienen vivas las praderas valdivielsanas gracias a su cabaña ganadera de 1.200 ovejas. O 'súper ovejas', por la mezcla de razas que han conseguido. Nadie más se dedica a ello en la zona. Por eso resulta paradójica su defensa a ultranza del cánido en un entorno en el que prácticamente nadie lo quiere acechando sus rebaños. Los Valle, que son quinta generación de ganaderos, han tenido por ello fuertes disputas familiares. "En sus últimos diez años de actividad, el lobo le mató a mi padre más de 200 ovejas", explica el mayor de los hermanos, Leandro Valle, portavoz de la familia.
"La última vez nos despeñó 32 por un desfiladero. Nos costó hacerle comprender que el problema no era el animal, sino nosotros, los humanos. Mi padre tenía las ovejas como actividad complementaria para que le dieran lana y algún corderillo. Estaban abandonadas. Cuando nosotros tomamos el testigo, decidimos que no íbamos a tener ovejas para que se las comiese el lobo. Al contrario: queríamos que fuese nuestro aliado". Su método, que se inspira en una mezcla de sabiduría ancestral y conocimiento científico aplicado al terreno, les ha funcionado. En sus treinta años de experiencia, ya no han vuelto a perder ni una sola cabeza de ganado.
"Hemos transformado la manera de gestionar. Gracias al lobo volvimos a ser pastores. Partimos de las 247 ovejas que tenía mi padre a las más de 1.200 que tenemos hoy. Fue un cambio de mentalidad. ¿Qué es más fácil? ¿Matar al lobo o proteger a los rebaños? Hoy todo el mundo te dirá que matarlo". Como ejemplo, pone un suceso surrealista que ocurrió a finales de 2016, cuando a un compañero perdió 22 vacas y 12 terneras. "Alucinamos. De pronto, esto se llenó de cazadores. Se hizo una batida con 100 coches, perros, quads, la leche, para cazar a un animal. Se mató a todo lo que encontraron. Años después, se demostró que esas ovejas habían muerto de hambre, no por el lobo".
¿Cómo es posible convertir en un aliado a un animal que ataca, por lo menos, a 1.000 cabezas de ganado cada año? Para Leandro Valle eso no supone un problema. Además, incide en que ese número es menos del 0,5% del total de ganado que hay en España. Una cifra ridícula para la presión mediática del sector cinegético sobre el lobo. Al contrario, la presencia del carnívoro ha supuesto para los Valle un aliciente. "Si el lobo no estuviese aquí, mi explotación ganadera no sería tan rentable. La gente no se lo cree, pero es la puñetera realidad". Tener lobos cerca les ha obligado a adaptarse al entorno, a los depredadores; se han forzado a seguir un modelo ganadero que tenga en cuenta el hábitat, la biodiversidad, el frágil equilibrio de hombre y naturaleza.
[Odile, la Hija de Félix Rodríguez de la Fuente, en Defensa de los Ganaderos: "No Estáis Solos"]
Leandro Valle incide en que muchos ganaderos tienen vacas y ovejas sin ser su primera actividad económica. Al descuidarlas y tenerlas libres en el campo, el lobo las ataca. "Si hay presencia humana, si hay mastines, si se resguarda a las ovejas todas las noches y no se las deja abandonadas, es prácticamente imposible que haya ataques. El lobo de por sí es zángano. Cuando ve personas, huye. Con la figura del pastor y el mastín, no ataca. ¿Dónde sí se lanza a por comida? Cuando los ganaderos tienen a sus ovejas o vacas abandonadas. Para mí es un chollo que mis vecinos las tengan descuidadas, porque se las come mientras a mí ni me toca". Los lobos, de hecho, han criado al lado de las ovejas de los Valle y jamás han tenido un problema con su cabaña.
Desde hace años, Leando Valle y sus hermanos exigen a la Junta de Castilla y León una profesionalización de la ganadería, lo que se empeñan en llamar 'la dignificación de la figura del pastor'. "La tontería de 'lobo sí, lobo no' se quita con la regulación del sector, con inversiones, analizando quién está detrás de cada explotación ganadera. Muchas se usan para blanquear dinero. Gente que alquila terreno a precios impagables, que vienen de otras actividades, ponen cuatro vacas y Europa les da dinero por tenerlas. Las ayudas europeas deberían ir sólo a aquellos cuyos ingresos sean del sector primario. Pero tenemos hasta empresas públicas que cobran de la PAC", denuncia.
"Cuando te dedicas a esto, tienes que conocer bien el terreno. Analiza este monte. ¿Es apto para vacas o para ovejas?", continúa Valle mientras se acerca a un grupo de ovejas. Su lana está impoluta. Se las ve sanas, fuertes, dóciles; apenas se asustan con la presencia humana. "Debes adecuar el tipo de animal que tienes a los pastos que ofrece el terreno. Si hago algo mal, puedo tener problemas de compactación del suelo, o con la desertización de los pastos. Es más, en España, en concreto en Segovia y Ávila, vamos a ver desiertos por culpa de tantas vacas descuidadas mal adaptadas a sus entornos".
La súper oveja de Merindades
Los Valle, a diferencia de otras muchas otras personas que se dedican al campo, tienen la producción ganadera como primera actividad profesional, de la que pueden vivir junto a sus familias. Sus 1.200 ovejas pastan en sus más de 3.000 hectáreas de terreno. "Nosotros nos dedicamos exclusivamene al cordero lechal, el famoso lechazo de Burgos tradicional, que tiene 25 días de vida y pesa entre 9 y 11 kilos. Nuestra ganadería, realmente, es bastante pequeña. Antes había 17.000 ovejas en las Merindades y hoy sólo quedan las nuestras".
Cuentan con 1.200 ovejas. Concretamente, con una raza que ellos mismos califican de "única", ya que es un cruce de oveja merina con castellana y churra, una suerte de 'súper oveja' con una mayor capacidad adaptativa. Es más grande y da más leche, lo que, sumado al conocimiento de los hermanos de la geografía burgalesa y de las necesidades de sus animales, ha conseguido que aumente hasta en un 60% su productividad.
"Creemos que es única, pero aún no le hemos puesto nombre", bromea Leandro Valle Peña mientras camina, apoyándose en su bastón de pastor, por la verde pradera que rodea su establo. Como si estuviera automatizado, su rebaño de ovejas, secundado por varios mastines gigantescos, uno de los cuales responde al nombre de Troll, se introducen en la majada sin que nadie las guíe. "¿Veis cómo se meten solas? Eso indica que hay un manejo y una alimentación adecuada. El 80% de lo que comen viene directamente del monte. Son animales sanos y bien cuidados".
Como los Valle conocen los ritmos vitales de sus animales, saben perfectamente cuándo las ovejas les van a dar a luz. "A mi padre le parían en el monte. Nosotros, 15 días antes del parto las retiramos al corral del pueblo y las alimentamos con piensos que producimos nosotros. La oveja, al estar bien alimentada, ya tiene la leche suficiente, y cuando le quitas el cordero, como está sano, tienes unos ciclos reproductores muy automáticos".
PREGUNTA.– Ustedes hablan de 'ganaeuros' y ganaderos. ¿Qué les distingue?
RESPUESTA.– Los 'ganaeuros' son los que va a ver a sus animales cada 15 días, ven una res muerta y dicen automáticamente que ha sido el lobo, y a veces se inventan el ataque. Viene el funcionario de turno y lo certifica. Maravilloso. Después, vienen los cazadores, que en un día ven más lobos que los pastores que estamos aquí toda la vida. Manipulación pura y dura. Los ganaderos somos los que tenemos este oficio como primera actividad. Nosotros hemos puesto medidas, es decir, pastores y mastines, y no hemos tenido ni un incidente. Nada más. Ni siquiera vallados.
P.– Parecen ustedes bastante combativos con sus compañeros de oficio.
R.– Hace tres meses, en Villarcayo hubo un ataque de un lobo en el que murieron varias ovejas. El señor afectado tenía 12 jardineras, que son las que te limpian el jardín o usas para comerte algún lechazo. Este señor, afiliado a Vox, llamó al vicepresidente de la Junta de Castilla y León y empezó a decir que los lobos estaban arruinándonos. Se dijeron cosas indecentes, como que el lobo es un peligro para los humanos. Que se comen a niños y a gente mayor. Sólo buscan crear miedo. En fin, nosotros no queremos que nadie se sienta representado por nuestra forma de hacer las cosas. No estamos aquí para decirle a nadie cómo actuar. Sólo queremos aportar nuestra experiencia. Nosotros no pertenecemos a asociaciones, organizaciones sindicales ni partidos políticos. Sólo somos quinta generación de ganaderos y aplicamos nuestro conocimiento del entorno.
P.– En Castilla y León hay un discurso que defiende a ultranza la caza del lobo. Es un animal demonizado y hasta politizado.
R.– Abramos el debate. El lobo como especie cinegética. Bien. El que tenga que cazar el lobo, que lo cace, pero que no me utilice a mí como ganadero como excusa para hacerlo. Aquí hubo muchos lobos, pero se exterminaron todos hacia los años setenta. ¿Sabes cuándo volvieron? Cuando le pusimos la comida fácil. El otro día vino Juan Carlos Suárez-Quiñones [Consejero de Medio Ambiente, Vivienda y Ordenación del Territorio de la Junta de Castilla y León] diciendo que la caza era el gran motor del mundo rural. Que era la única forma de llenar la España vaciada. Bueno, hablamos de un juez en excedencia que no tiene ni idea de medio ambiente y que te dice que la caza es el elemento que controla los daños en la agricultura.
P.– ¿Pero el lobo no es realmente peligroso para el ser humano?
R.– Eso es mentira. El lobo se larga cuando le pegas un grito. Lo que dicen que a raíz de la protección va a haber una explosión de los lobos es una estupidez. Antes de la protección todos están ganaderos estaban descontentos con la desprotección de las administraciones, y ahora sigue habiendo los mismos problemas. Nuestro gran problema no es el lobo, sino la burocracia.
[La "hazaña" de unos guardas del medio natural de Asturias: un lobo colgado de su coche]
P.– ¿Cómo salvar una burocracia imbricada en la propia génesis del sistema?
R.– Llevamos 15 años de lucha contra la administración. Hay que evolucionar y adaptarse. Reclamamos que se haga una normativa clara y contundente sobre la ganadería extensiva que defina la figura del pastor, las zonas de pastos, los derechos y obligaciones de quienes se dedican a la ganadería. Y que, antes de matar al lobo, protejamos los rebaños. Necesitamos respetar la flora y la fauna, hacer cursos de formación, dotar de infraestructuras la zona, que los consumidores tengan plenas garantías de lo que comen.
P.– ¿La llegada de las políticas de sostenibilidad les ha favorecido?
R.– Me hace gracia que ahora estén de moda las renovables, cuando claramente son incompatibles con la biodiversidad del mundo rural. En el año 2000 nos montaron el primer parque eólico de Burgos. ¿Qué pasó? Que empezaron a morirse las ovejas. El movimiento de tierras activó una bacteria llamada carbunco que me mató a decenas. Aún esperamos que nos pidan perdón. Después, aquí teníamos un 1% de las colonias de buitres de Europa. Más de 160 parejas. No quedan ni 60. La propia administración dice que no se pueden poner parques eólicos. La Ley de Patrimonio Natural y Biodiversidad, estatal, lo prohibe. Pero ahí están. Cuantas más leyes hacen, más joden al ciudadano. No decimos que no a las eólicas, sino que haya una ordenación del territorio y cuenten con nosotros para hacer las cosas. Quiero que lo que nos ha dejado mi padre en el siglo XX no lo destruyamos de en el siglo XXI por una visión mercantilista del medio natural.