Fue "una bendición" para ambos que Juan de Dios y Ganna se encontraran el 17 de marzo. Ella bajaba de un autobús con sus dos hijos, huyendo de la guerra de Ucrania y enferma de un cáncer de mama terminal que le había dejado el cuerpo en carne viva. Él los acogió en su hogar en Gibraleón (Huelva) y, cuando murió la madre el 20 de agosto, se ha convertido en el padre de los huérfanos Vadym y Zahar. Los dos hermanos ucranianos tienen ahora una nueva hermana en España, Estela, adoptada años antes por este educador social extraordinario.
Juan de Dios Martín Tocino, de 47 años, recuerda a Ganna Khodus, de 37, al cumplirse este domingo 20 de noviembre tres meses justos de la muerte de la refugiada en la unidad de cuidados paliativos del hospital Vázquez Díaz de Huelva y casi nueve meses del estallido de la guerra en Ucrania por la invasión rusa del 24 de febrero. "No sé cómo pudo viajar tres días en autobús con sus heridas. Lo hizo para salvar a sus hijos. Era puro amor", dice en su casa de campo de Gibraleón, en el mismo sitio donde ella pasó su último almuerzo en familia en julio, antes de su ingreso en el hospital para la recta final de su existencia.
Juan de Dios y Ganna se enamoraron, pero de una forma fraternal, espiritual, solidaria. Ella era madre soltera y él es viudo de Cristóbal, el hombre que es el amor de su vida. Juan de Dios, o Juande, es catequista en la iglesia católica de la Concepción, en Huelva capital, y cuenta que en la primera reunión con los padres de los niños se presenta así de directo, para despejar dudas: "El catequista de sus hijos es gay y viudo de su marido". No ha tenido ningún caso de rechazo, al contrario, su transparencia inspira confianza, aclara en este encuentro con EL ESPAÑOL | Porfolio. ¿Cómo llegaron Ganna y sus hijos Vadym y Zahar a la puerta de Juan de Dios, a 4.200 kilómetros de distancia por carretera? El viaje que les cambió la vida a todos ellos comenzó con un mensaje el 25 de febrero, el día después de la invasión rusa.
Desde Ucrania contactó con él uno de los niños, ahora adulto, que más de veinte años antes había estado en Gibraleón gracias al programa de acogida en vacaciones en el que trabajaba Juan de Dios. Serguéi le pedía ayuda para sacar de Ucrania a su familia y llevarla a España. El voluntario onubense −al que dio a conocer el programa Los reporteros de Canal Sur Televisión− decidió que iba a socorrer no solo al antiguo protegido, sino a todos los que cupieran en un autobús. El ataque a Ucrania ordenado por el presidente ruso lo empujaba a movilizarse de nuevo a favor de la que siente como su segunda patria desde que viajó allí por primera vez a finales de 1999.
Experto en Ucrania
Juan de Dios Martín recorrió hasta 2010 el territorio ucraniano de arriba abajo. Primero, con la Asociación Obras Cristiana de Gibraleón, trabajó organizando las expediciones de centenares de niños de Prípiat, en la zona del desastre de la central nuclear de Chernóbil de 1986, para que pasaran las vacaciones de Navidad y verano con familias onubenses. Recuerda a EL ESPAÑOL | Porfolio que él mismo, en casa de sus padres, acogió al pequeño Valery, que había perdido a su madre por las secuelas del accidente atómico.
Después, desde 2002, cuando fundó su propia entidad, la Asociación de Ayuda al Menor Ucraniano (Adamu), siguió trabajando en la acogida temporal de vacaciones y en las adopciones internacionales, pero centrándose esta vez en los niños que vivían en familias sin recursos y en orfanatos. En esa etapa calcula que sus colaboradores y él trajeron a más de 200 niños a pasar estancias en Gibraleón y ayudaron a tramitar la adopción de 38 niños ucranianos por familias españolas, la mayoría en este municipio a 16 kilómetros de Huelva, pero también en Sevilla, Málaga, Cádiz...
Hasta 2010 trajo de vacaciones a cientos de niños de Chernóbil y ayudó a adoptar a 38 huérfanos, muchos de Mariúpol
El orfanato con el que más contacto tuvo fue el de Mariúpol, la ciudad que ha sido noticia este año al ser conquistada y arrasada por las tropas rusas en el este del país. Recuerda a su antigua directora, Ludmila. "El orfanato de Mariúpol era el más grande y el mejor organizado de los muchos que conocí en Ucrania. Con la guerra, han evacuado en bloque a todos los niños de los orfanatos, a Alemania, Bélgica, Holanda...", señala el voluntario.
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En esos años asistió sobre el terreno a la evolución de Ucrania −que se había declarado independiente de la Unión Soviética en agosto de 1991− en su creciente pulso entre los partidarios de acercarse a la Unión Europea y los de seguir bajo la tutela rusa de Moscú. "En noviembre y diciembre de 2004 asistí todos los días a las manifestaciones en Kiev de la Revolución Naranja", dice sobre el movimiento europeísta en el que sitúa el origen de la guerra en el área prorrusa del Dombás de 2014 y el actual conflicto por la invasión rusa de 2022.
En sus viajes a Ucrania, con estancias de hasta seis meses seguidos en Kiev, aprendió ruso, lengua que le resultaba entonces más útil que el ucraniano para moverse por el país. Destaca como episodios memorables de su juventud en el Este el viaje en tren a Moscú que hizo sin visado y cuando en 2005 el presidente proeuropeo Víktor Yúshchenko, tras recuperarse de un envenenamiento, lo invitó a Eurovisión. "Me sentó a su lado al enterarse de mi trabajo, y me regaló una moneda conmemorativa de la independencia".
Hacia 2010 cesó su actividad con los niños ucranianos. Hasta que la guerra le obligó ese día de finales de febrero a reanudar sus lazos con su segundo país y volver a hablar ruso. Contactó a sus antiguas amistades de asociaciones ucranianas para organizar una primera expedición en autobús de mujeres y niños refugiados. La lista ya estaba preparada. Pero le faltaban los 15.000 euros que costaba enviar el autobús a la frontera de Polonia y Ucrania y sufragar los gastos para el camino. Dice que una mañana de principios de marzo, tras días sin dormir, exhausto, sucumbió y se puso a llorar. "Yo, que soy creyente, decía: Dios mío, ya he hecho todo lo que podido; ahora, haz tú lo imposible".
Recuerda que al alba de la mañana siguiente le despertó por Whatsapp uno de los antiguos niños acogidos, que le mostraba "en directo" los vídeos que estaba grabando de un ataque ruso con misiles en Kiev. Espoleado por esas imágenes dantescas, el voluntario hizo un llamamiento en su Facebook para recaudar el dinero del autobús y cargarlo con la ayuda humanitaria que entregarían en Ucrania. En unas horas lo logró. "Esa misma semana, el sábado 12 de marzo por la noche, salió el autobús, con cuatro conductores y la traductora Mila", relata con emoción y mostrando su cara de felicidad en la foto que retrató ese momento. "Los días siguientes me los pasé llorando, pero de alegría".
El último viaje
El autobús que fletó se encontró en el lado polaco de la frontera con otro autobús en el que había salido desde Ucrania el primer grupo de mujeres y niños refugiados con destino a Gibraleón. Traspasaron del autobús español al ucraniano los víveres y utensilios de ayuda −como frutos secos, barras de comida energética y baterías portátiles para cargar los móviles 2G que usan los soldados ucranianos−, y las familias refugiadas se subieron al primero para continuar ruta hacia España.
Después de tres días de viaje a través de Polonia, Alemania, Bélgica y toda la península Ibérica, llegaron a Gibraleón el jueves 17 de marzo. Al poner pie en su tierra de acogida, Juan de Dios se fijó en una familia "muy humilde": una madre soltera que venía con sus dos hijos, de 17 y 11 años. Ganna Khodus se cubría la cabeza con un gorro azul. Con él ocultaba que se había quedado calva por efecto del cáncer. Las consecuencias más graves de la enfermedad las vio después cuando la acompañó a una primera revisión médica en el centro de salud de Gibraleón.
"Tenía el torso en carne viva, lleno de úlceras. Cuando lo vi, pensé: ¿cómo ha podido viajar así tres días, sin curas?"
"Tenía el torso en carne viva, lleno de úlceras; por un agujero, en el lado derecho, se le veía un hueso de la caja torácica. Sufría cáncer en las dos mamas desde hacía seis años y medio. Le habían extirpado los dos pechos, y le habían puesto un implante en el izquierdo", describe. "Estaba en el tercer ciclo de quimioterapia en Ucrania cuando estalló la guerra. Lo suspendió para venirse a España con sus hijos. Viajó con un cáncer en estadio cuatro, con metástasis. Cuando vi cómo tenía el cuerpo, pensé: ¿cómo ha podido viajar tres días así, sin curas? Lo hizo para salvar a sus hijos".
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El anfitrión instaló a su nueva familia ampliada en su piso de tres habitaciones en Gibraleón donde él vivía solo con su hija Estela, una niña española de 13 años a la que adoptó hace seis. Alaba la actuación de los sanitarios de Gibraleón y Huelva, del Ayuntamiento de su pueblo y de los agentes de Extranjería de la Policía Nacional que tramitaron la asistencia a los recién llegados.
Ganna reanudó a los pocos días el tratamiento con quimioterapia en el departamento de Oncología del hospital Juan Ramón Jiménez de Huelva y su salud experimentó una ligera mejoría, mientras de la mano de Juan de Dios comenzaba a integrarse con sus hijos en la vida de Gibraleón y la cercana capital de la provincia onubense.
El padre de acogida los llevó por ejemplo a participar en una actividad por el día de apoyo a los transexuales, a comer en la calle, a unirse a las fiestas del pueblo. En casa, ella cocinaba a veces borsh, la sopa típica ucraniana; como no podía mover el brazo derecho, removía la olla con el izquierdo o les daba instrucciones como pinches a los hombres del hogar.
Ganna, diez años más joven que él, le contó que vivía con sus hijos −de padres distintos− en Fastiv (o Fastov, en ruso), ciudad de 45.000 habitantes a 75 kilómetros al suroeste de la capital, Kiev, y que allí había trabajado en una cafetería hasta que su enfermedad se agravó. Juan de Dios recuerda que en sus últimos meses de vida en Gibraleón, la inesperada madre de sus nuevos hijos "desprendía más luz que el día" e irradiaba alrededor esperanza pese a su situación irreversible. "No se quejaba nunca, aunque por su cara te dabas cuenta del dolor que estaba sufriendo por dentro". Tuvieron que hospitalizarla durante once días por una infección de sus úlceras.
Ganna era madre soltera de dos hijos, tenía 37 años y vivía en Fastiv. Antes de enfermar, trabajaba en una cafetería
Juan de Dios había preparado para pasar el verano la casa de campo que heredó de sus padres en un altozano al otro lado del río Odiel, en Gibraleón, entre jaras y eucaliptos, y con grandes vistas hacia la costa atlántica, que se intuye a lo lejos. Pero cuando fueron al principio de julio, a Ganna apenas le dio tiempo de disfrutar allí un almuerzo, lamenta su acogedor. "Estuvo comiendo aquí en el porche, luego se tumbó en un sofá, decía que estaba muy cansada".
Poco después, con el lado derecho casi paralizado y apenas voz, la ingresaron en la unidad de cuidados paliativos del Hospital Vázquez Díaz de Huelva para atenderla hasta su muerte. Su hijo mayor, que cumplió 18 años en verano, la acompañaba todas las noches en su habitación en el hospital. "Murió en sus brazos a las seis y media de la mañana del 20 de agosto", dice Juan de Dios.
Nueva vida
Antes de morir, Ganna había manifestado que quería que su hijo pequeño también se quedara a vivir en España con Juan de Dios, como ya había expresado el mayor al alcanzar la mayoría de edad. El padre de acogida explica que Vadym, el grande, firmará en el juzgado la adopción voluntaria y que este le ha dicho que quiere llevar sus apellidos. También tramita la custodia del pequeño, después de que la abuela materna haya pedido que se quede en España porque ella está cuidando a la bisabuela de los menores y no tiene recursos. Zahar se refiere a él ya como "mi padre", aunque mantiene el contacto con su progenitor biológico.
El hijo mayor de Ganna completa ahora en clases virtuales por internet el curso de diseño gráfico que estaba estudiando en Ucrania al estallar la guerra −los profesores y alumnos están desperdigados por el país y el extranjero−, mientras que su hermano pequeño cursa sexto de Primaria en un colegio público de Gibraleón, con lecciones de refuerzo de español. Los hermanos tienen como lengua materna el ucraniano, aunque también saben ruso, el idioma en el que a veces les habla su padre de acogida.
Vadym ha cumplido 18 años y termina sus estudios por internet, y Zahar, de 11, cursa 6º de Primaria
A Ganna y sus hijos los acogió un benefactor muy especial. Juan de Dios Martín está acostumbrado a las familias grandes porque él es el séptimo de los ocho hijos que tuvieron Tomás (albañil y agricultor) y Carmen (ama de casa) en Gibraleón. Se formó como técnico superior en Administración y Finanzas y diplomado en Educación Social, y, además de su larga experiencia con los niños de Ucrania, ha trabajado de educador de menores en centros de acogida de España, con migrantes en la asociación Accem en Sevilla y, desde hace casi dos décadas, como técnico municipal en Gibraleón, en las delegaciones de Servicios Sociales, Juventud, Mayores o Desarrollo Económico.
Ha participado activamente en política: hijo de un padre comunista y luego socialista, a los veinte años pasó fugazmente por las Juventudes del PSOE, luego fue concejal del Partido Popular en la oposición entre 2007 y 2011, y en 2019 se presentó como candidato de Ciudadanos a la Alcaldía de su pueblo y al Senado. No milita ya en ningún partido pero mantiene su compromiso cívico, como ha demostrado con su movilización para acoger a los refugiados ucranianos de 2022. A través de su reactivada asociación Adamu, ha traído tres autobuses con 210 personas −el primero en llegar fue el de Ganna y sus hijos−, a los que se suman otras 60 llegadas en avión, detalla.
Además de ser catequista en la parroquia católica de la Concepción de Huelva, milita desde hace décadas en la asociación Colega de la provincia, en defensa de los derechos de homosexuales, transexuales y otras personas de diferente orientación, aunque lo hace rechazando "el victimismo". Es miembro del Consejo Andaluz LGTBI desde que el anterior gobierno de la Junta de PP y Ciudadanos constituyó este órgano consultivo en 2020. Añade que el Obispado de Huelva le ha encargado dos informes sobre diversidad sexual.
Mientras Ganna recibía quimioterapia, a Juan de Dios le extirparon con éxito un tumor maligno en el pene
Este 2022 está siendo para él un año difícil. Está pendiente de que se celebren dos juicios laborales por denuncias que presentó contra el Ayuntamiento de su pueblo, gobernado como alcaldesa por su prima hermana Lourdes Martín (PSOE), por no permitirle, según alega, tener un horario que concilie su trabajo con la atención a su familia. La llegada al hogar de los dos chicos ucranianos refuerza su causa.
Y en mayo, mientras su nueva amiga Ganna, a la que él llamaba Ana, iba al hospital en Huelva a recibir las últimas sesiones de quimioterapia por su cáncer de pecho, a él le operaban para extirparle un tumor maligno en el pene que le habían detectado años antes y había crecido. Por suerte, dice, el tumor estaba encapsulado y se lo extrajeron con éxito. Le implantaron una prótesis para reconstruir las cavidades del pene afectadas en la operación y espera otra para corregir el glande, cuenta el paciente con la transparente naturalidad que lo caracteriza. En la actualidad está de baja médica.
En 2014 murió por las complicaciones de una neumonía Cristóbal Alcázar García, su amado compañero, cuando estaban planeando la boda tras años de convivencia. Después de perder a quien aún recuerda como su marido aunque no se casaran, fallecieron su padre y su madre, Tomás y Carmen, quienes también fueron acogedores de niños ucranianos.
Pero dice el viudo Juan de Dios que a pesar del dolor de esas pérdidas encadenadas de "las tres personas que más quería" y de las dificultades de este año, hoy se siente un hombre feliz y sereno gracias al ejemplo de sacrificio que le ha dado la madre refugiada y al amor que hoy comparte con la nueva familia que ella le entregó. Ganna consiguió su objetivo. Vivir lo suficiente para dejar a salvo a sus hijos en las buenas manos de Juan de Dios, el español con alma de ucraniano.