Si algo tenemos claro de nuestra evolución, y no siempre lo decimos de forma bienintencionada, es que el hombre viene del mono. No en vano con algunas especies, concretamente con dos, compartimos más del 98% de nuestro código genético. Son nuestros primos más cercanos. Sin embargo, lo que no tenemos tan claro es a quién nos parecemos más de nuestros antepasados: si a los chimpancés o a los bonobos. Y la respuesta es clave para entender el mundo y la masculinidad.
"Los bonobos son nuestros primos, nuestros parientes vivos evolutivos más cercanos, al igual que los chimpancés. Muchas veces preguntan quién es más cercano y es como preguntar quién es más cercano nuestros primos maternos o paternos: los dos son nuestros primos", aclara la prestigiosa primatóloga de la Universidad de Oxford, Isabel Behncke, que se pasó tres años en el Congo estudiando su comportamiento.
Sin embargo, hoy en día casi podemos distinguir, con un simple vistazo por la calle, en la barra de un bar o en una reunión social quién de nosotros se parece más claramente a los primos chimpancés y quién ha recogido más herencia de la familia bonobo simplemente por cómo entienden el poder, las relaciones hombre-mujer y el sexo.
"La sociedad de los bonobos está fundamentalmente organizada en la jerarquía de coalición de las hembras"
"La sociedad de los bonobos está fundamentalmente organizada en las jerarquías de coalición de las hembras que andan juntas. Están organizadas en cuanto a edad y, desde el punto de vista evolutivo, el interés de la hembra es que sobreviva no sólo su hijo sino el hijo de su hijo. Eso impone una perspectiva a largo plazo fundamental, pacífica, de redes sociales", añade Behncke.
Como explica esta reconocida primatóloga chilena, los bonobos son una comunidad donde mandan las mujeres, concretamente las madres, donde el juego y la risa se imponen como símbolo de su propia cultura y donde la mayoría de los conflictos se resuelve con un sexo entre iguales: de hecho, son la única especie, junto con los humanos, que utiliza la postura del misionero en sus encuentros.
Entonces, ¿por qué en el relato de nuestra evolución hay tanto chimpancé y tan poco bonobo? "Porque la especie de los bonobos se descubrió muy recientemente", aclara.
Concretamente, el Pan Paniscus (bonobo común) fue hallado en 1927 en la orilla izquierda del río Congo, el único lugar donde habitan en libertad. En la orilla de enfrente, hay chimpancés y otras especies de homínidos. Pero en su lado del río, ellos se mantienen como una comunidad pacífica con, en la actualidad, unos 15.000 especímenes, y que viven de forma protegida.
No fue hasta los años 90 cuando un holandés, Frank de Waal, demostró que estos hermanos de los chimpancés, que se separaron evolutivamente hace 1,5 millones de años precisamente por la formación del río Congo, tenían un sistema social y sexual mucho más diferente que sus vecinos guerreros y más próxima a algunos de los comportamientos humanos más evolucionados.
"Los chimpancés resuelven los problemas del sexo con poder y los bonobos resuelven los problemas de poder con sexo", aseguraba este investigador en sus estudios de finales del siglo XX.
"Los chimpancés resuelven problemas del sexo con poder y los bonobos problemas de poder con sexo"
Y es que lo primero que llamó la atención de los científicos (los japoneses fueron los que iniciaron los estudias de nuestros primos maternos) es que no hay un macho dominante en la manada dispuesto a luchar con cualquiera por el mero hecho de hacerle sombra o discutir alguna de sus decisiones. Lo que existe, como hemos dicho, son coaliciones de hembras que marcan la dirección del grupo, que mandan y toman decisiones y que, en caso de pelea entre dos bonobos, es la madre más mayor la que sale a defender a su niño, aunque éste sea ya un adulto.
Con este ejemplo concreto que nos ofrece la propia naturaleza es fácil advertir que lo que llamamos ahora "nuevas masculinidades" también vienen del mono y llevan desde hace miles y miles de años siendo esenciales en algunos de los animales más próximos a los seres humanos.
Una forma de vida en esa naturaleza que, como explicaremos más adelante, ha sido utilizada muchas veces para justificar una construcción social (el rol masculino y femenino) que sólo favorecía a la mitad de la sociedad: a los hombres.
De hecho, De Waal insistía ya en 1995 que "el comportamiento de este pariente cercano del ser humano pone en tela de juicio las teorías sobre la supremacía masculina en la evolución de nuestra especie".
Es decir, para lecturas futuras, el macho chimpancé que se erige en el único por ser el más fuerte, no siempre el más listo, que vive decidido a quedarse con la mejor hembra y con la mejor comida, tiene una alternativa justo en la orilla de enfrente mucho más pacífica y divertida, que ha conseguido una evolución igualmente positiva aunque menos sangrienta.
Grandes diferencias
- La sociedad chimpancé está organizada en base a un único líder, a un macho, en una pirámide cerrada que se decide por la fuerza y la violencia. Mientras tanto, los bonobos apuestan por coaliciones de hembras donde la edad y la experiencia tienen más peso.
- Los chimpancés son carnívoros y buenos cazadores, siempre en competencia y en peligro, mientras que los bonobos se han adaptado también a una dieta vegetariana que les hace disfrutar de la fruta y de una buena mesa donde las primeras en acercarse a los alimentos son las hembras que garantizan así la comida de los más pequeños.
- Si bien es cierto que ambos crean herramientas, los científicos han observado que los chimpancés viven más sometidos a la tecnología, mientras que los bonobos no dependen tanto de ellas para ser felices.
- Y mientras los chimpancés son xenófobos, matan a adultos e infantes de los grupos vecinos para evitar posibles invasiones del territorio, los bonobos han generado esas fuertes relaciones entre las hembras para mantener a los infantes vivos y tienden directamente a integrar en sus grupos miembros de otras manadas sin problema.
Con esta aproximación sobre las diferencias entre los primos que viven en dos orillas del mismo río, resulta fácil extrapolar esas imágenes a un bar, viendo a homínidos tomando algo con los amigos, y saber quién viene del margen derecho del Congo y quién del izquierdo.
Y hasta llamar, sin ofender, "chimpancés" a los que asumen como rasgos destacados de su comportamiento público la violencia, el sexo impuesto o la posesión como modo de vida frente a los que apuestan por el diálogo, la colaboración y el placer más hedonista de un sexo compartido y participado.
"Un símil más humano de la forma de actuar de los bonobos sobre el sexo serían nuestras bromas en ese contexto, son rápidas, promiscuas, para todos, al principio de una interacción, y la risa que genera endorfinas y ya podemos sentarnos a comer", aclara la primatóloga Behncke.
Para José Vela, sociólogo y magister en Género, el concepto clave para distinguir al hombre chimpancé de otro bonobo es, sin duda, "su relación con los cuidados". "El hombre bonobo es el que dedica su tiempo a cuidar a los otros, además de trabajar y cuidarse a él mismo. El chimpancé el que exige a los demás que lo cuiden".
Juego y sexo
En el juego y el sexo es donde más diferencias vitales y en términos de felicidad muestran nuestros primos. Los chimpancés sólo juegan en la infancia y abandonan esas rutinas cuando entran en la edad adulta. En la otra orilla, los vecinos bonobos siguen organizando su vida en torno a lo lúdico y lo divertido, cumplan los años que cumplan.
Pero, como hemos dicho, es el sexo, quizás, el abismo más paradigmático para observar las diferencias evolutivas de ambos grupos y los dos tipos de masculinidades tan diferentes entre hermanos. En el caso de los chimpancés, sus relaciones son más bien un aquí te pillo y aquí te mato. Actos que suelen durar 15 minutos, de espaldas a la hembra y con el único objetivo de reproducirse.
Por su parte, los bonobos mantienen sexo heterosexual y homosexual, en casi todas sus variaciones (besos, besos con lenguas, frotaciones, sexo oral, penetraciones...) y en posturas que, literalmente, parecen sacadas del Kama-sutra, incluidas algunas que consideramos revolucionarias como el misionero. El objetivo en la mayoría de estas relaciones es simplemente "relajarse y establecer vínculos" con su compañera.
Dos formas de relacionarnos con el sexo que, de una manera u otra, hemos heredado de chimpancés y bonobos según adoptemos un tipo de masculinidad u otra, y que han marcado también la visión que hemos tenido de la tradición y la historia.
Si se hubieran conocido antes "se creería que los homínidos vivían en sociedades centradas en las hembras"
De hecho, Frans de Waal fue el primero en cuestionar, al ver esta colonia de nuestros antepasados, que si se hubieran conocido antes sus costumbres "ahora se creería que los primeros homínidos vivían en sociedades centradas en las hembras". O lo que es lo mismo, se hubiera abierto antes el debate de las nuevas masculinidades y los distintos roles que puede asumir el macho en la sociedad pero, sobre todo, el rol que puede asumir la mujer.
Nuevas masculinidades
El sociólogo José Vela asegura que el problema es que tendemos a pensar que lo que llamamos "la masculinidad tradicional hegemónica ha existido siempre" y no es así. "Tenemos la sensación que son las de toda la vida y esto no es cierto. Específicamente hay un momento en que se empiezan a construir estas masculinidades: tras las dos Guerras Mundiales y en España, tras la Guerra Civil". Y por motivos más bien históricos que naturales.
Vela aclara que esta "construcción descarada, detectable, con una retórica de todo el aparato social que vienen a decir lo que es y lo que no es el hombre" ha hecho que veamos el pasado desde ese punto de vista, pero no es lo que ha existido siempre ni en la naturaleza ni en la Historia.
"Las guerras tuvieron mucho que ver en la construcción de esa masculinidad que responde a una imagen militar y de orden patriarcal con una única persona que manda: el padre de todos los españoles, el padre en cada empresa, que es el jefe, el padre en cada hogar...".
Los expertos de género han tratado de luchar contra "supuestos biológicos que se han usado para reafirmar nociones patriarcales de lo que es ser hombre o mujer", como explica Josep María Armengol, catedrático de Estudios de Género y Literatura Estadounidense en la Universidad de Castilla la Mancha, porque ni siquiera se ha tomado toda la naturaleza como ejemplo sino sólo lo que le convenía al hombre, tal y como demuestra la organización de los bonobos.
"La masculinidad tradicional hegemónica" no "ha existido siempre, como algunos piensan"
"Es una construcción interesada de lo que es la naturaleza y lo que es la conducta natural respecto a lo que nos viene bien a los varones. Siempre se ha dicho que el hombre es el león hasta que nos dimos cuenta de que eran las leonas las que cazan, las que cuidan y las que se organizan para ello. Esas alianzas entre mujeres que han hecho que salgamos adelante. Y entonces ya no nos interesaba tanto. Cuando hacemos ese salto a la naturaleza lo hacemos con lo que nos viene bien a nuestro relato y nos olvidamos de otras especies que no son iguales", añade José Vela.
Para Armengol, el uso que se ha hecho de la naturaleza en estas teorías ha intentado tapar que "los roles son una construcción social que se ha naturalizado pero que no tiene nada que ver con la biología. No vienen dictados por la biología sino por normas patriarcales".
Así son los bonobos
Su complexión. Son delgados y tienen las piernas más largas que los chimpancés comunes. Su masa corporal varía de los 34 a los 60 kg, con un peso promedio de 45 kg en los machos frente a los 33 kg en las hembras. Los machos miden unos 111,9 cm cuando están en posición bípeda, menos de un centímetro más altos que las hembras.
Caras diferentes. Los bonobos se caracterizan por una gran diferencia de caras, como nos ocurre a los humanos, donde cada individuo tiene sus propios rasgos. Esto permite el reconocimiento visual en la interacción social.
Alianza de mujeres. Al igual que las chimpancés, las hembras jóvenes emigran a otras manadas donde escogen a una o dos hembras residentes mayores para dispensarles atención especial y creando robustos vínculos o alianzas. Es la madre la que determinará las uniones sexuales de sus hijos.
Los bebés. Está pegado a la madre hasta que tiene dos años, aunque el destete no se preduce hasta los cuatro o los cinco. Suelen tener la cara negra, al contrario que los chimpancés que la tienen rosa, y sus extremidades son largas y delgadas.
Este catedrático de la Universidad de Castilla la Mancha reconoce que "estamos en un momento de cambio", donde ser chimpancé ya no sirve, está obsoleto, y no responde a los grandes avances que vivimos en la sociedad. Así que los hombres tienen que hacer cambiarse de orilla y parecerse más a los bonobos para conseguir no sólo el bien social sino, sobre todo, su propio beneficio.
"El hombre actual está un poco perdido entre dos mundos y la sociedad ganaría mucho siendo bonobos. Lo importante es entender que no sólo ganarían las mujeres, aunque fueran las primeras beneficiadas porque son las que sufren las consecuencias de la represión patriarcal, sino también que las nuevas masculinidades beneficiarían a los propios hombres en muchos aspectos. Se perderían privilegios se ganaría salud y felicidad".