De niña, mi padre me plantaba cada mes de septiembre en un tren que me llevaba a un internado a 800 kilómetros de casa. Al despedirme, me regalaba un calendario en el que iría tachando los días. La primera semana era insufrible, la segunda penosamente llevadera y la tercera optimista. A partir de la cuarta, me había olvidado del calendario. A fuerza de nostalgia y ausencia fui curtiendo carácter. Resistencia decían entonces. "Fuerte como una roca; inquebrantable como el diamante", remataba mi abuela.
Hoy la palabra mágica, la que clamamos padres, educadores y la sociedad en general en nuestras letanías, no es resistencia, sino resiliencia. Un virus de tamaño insignificante nos ha dejado a los pies de los caballos y la naturaleza se abre camino arramplando sin piedad cuanto encuentra a su paso. Todo está resultando mucho más de lo que podrían soportar las cabezas en construcción de nuestros hijos, aún niños, adolescentes o jóvenes. Más que nunca, las circunstancias ponen en valor su capacidad de recuperarse.
Las cifras confirman que es urgente actuar. La pandemia ha provocado cotas inasumibles de estrés tóxico para su sistema nervioso en crecimiento y podría estar produciendo alteraciones o incluso daños en cuanto a estructura y función cerebral que condicionarán su salud física y mental, según un informe firmado en nuestro país por más de 2.000 especialistas en infancia y adolescencia al que ha tenido acceso EFE.
También Unicef ha roto su silencio sobre la salud mental de nuestros hijos a nivel mundial. "Cada 11 minutos se suicida un niño en el mundo". Mientras usted lee este artículo, un menor se habrá quitado la vida y otro estará a punto de hacerlo. No son historias ajenas, sino cotidianas y mucho más cercanas de lo que jamás habríamos deseado. Uno de cada siete adolescentes de 10 a 19 años tiene un problema de salud mental diagnosticado, como ansiedad, trastornos alimentarios o de conducta y depresión. El 58,3% de los jóvenes de entre 15 y 24 años se sienten preocupados, nerviosos o ansiosos.
Necesidad de actuar con urgencia
En cualquiera de estas franjas y riesgos se encuentran mis hijos y los de tantos padres de mi generación, la llamada del baby boom. Fuimos aquellos "jóvenes, pero sobradamente preparados", que procreamos con bits de inteligencia bajo la almohada y títulos a la medida de nuestras vanidades: superbebés o el bebé perfecto. Pero este tonto camelo nos hizo descuidar lo que se nos venía encima.
Sí, también se nos llenó la boca de resiliencia, pero con el relato de vidas marcadas por la tragedia, demasiado remotas. Ahora es urgente fortalecer su carácter. Propuestas no faltan, desde contextos bien distintos, pero hay que recoger el guante. Manuel Antonio Fernández, neuropediatra y director del Instituto Andaluz de Neurología Pediátrica, en una entrevista para EL ESPAÑOL | Porfolio, sugiere bajar a tierra el concepto de resiliencia, en lugar de reservarlo a situaciones de extremada gravedad o sufrimiento.
"Aplicado a la infancia -dice-, empezaría por la capacidad de los niños de aceptar como opción un 'no', un resultado negativo o inesperado o una expectativa no cumplida". Es lo que conocemos como tolerancia a la frustración, pero de una forma consciente, serena, constructiva y formalmente bien orientada.
"Empezaría por la capacidad de los niños de aceptar un 'no' como opción"
La resiliencia no evitará un suceso, pero sí les mostrará estrategias para comprender, aceptar y superarlo de un modo responsable. Su explicación es muy simple: "Si el cerebro se acostumbra al 100% de resultados gratificantes con 0% de esfuerzo, el mínimo contratiempo le hará caer en una importante sensación de frustración y malestar".
Su consejo es incluir en la educación dificultades, desafíos y riegos. En este compromiso, me vienen a la cabeza mis años de infancia y noto flojera. ¿Está insinuándome el doctor que volvamos a echar a nuestros retoños a los leones? "Si lo hiciésemos, es posible que se salvasen por sus propios medios, pero se sentirían inseguros, desprotegidos, atacados y solos, llevados hasta ahí por la persona que debe ser su garante de seguridad y cuidado. La intención puede ser buena pero el resultado es más que azaroso, probablemente negativo", responde.
Hay mejores formas de diferente calibre en las que podemos actuar para educar en resiliencia. Un modo de empezar, y así lo aconseja también Unicef, es normalizando la conversación con ellos sobre sus miedos o inquietudes. Dejemos que lloren, que estén tristes, que manifiesten su ansiedad. Puede que el motivo nos parezca una sandez, incluso que deseemos obviar algunos detalles. Es una parte más de esta etapa vital de gran inestabilidad.
La montaña, escuela de fortaleza
Un buen contexto para desarrollar habilidades de fortaleza emocional es el deporte. Pablo Lapuente, formador y coach especializado en resiliencia y liderazgo, propone experiencias en la naturaleza, como la travesía o la escalada, que ofrecen varios niveles de dificultades que deberá encarar. "Ahí tendrá que asumir riesgos, tomar decisiones o gestionar, por ejemplo, una posibilidad de tormenta. Se encontrará ante situaciones en las que solo habrá dos opciones: adoptar un papel de víctima y tirar la toalla o asumir el desafío y volver a intentarlo. Lo bueno es que, cuando por lesión, cansancio o ánimo alguien se viene abajo, otro se viene arriba", explica.
Esa energía puede resultar útil tanto al que da ayuda como al que la recibe. Son cuestiones que van más allá de la montaña y pasan en nuestros hogares, aulas y organizaciones. Las estrategias mentales y herramientas que chicos y chicas aprenden en el deporte les servirán para apechugar con lo que les depare la vida y para sobreponerse de una manera más práctica y equilibrada.
"Las familias se han dado cuenta de que es momento de mover ficha, que no vale la pena seguir en bucle enfocándose en lo que ya no se puede cambiar", asegura Lapuente. Una de las frases que más repiten los progenitores que inscriben a sus hijos en alguno de los campamentos o expediciones que organiza a través de la escuela Life Leadership es "Arréglame al chico". Realmente lo que piden es ese punto medio entre la crianza absorbente o déspota y el exceso de protección. Resiliencia es soltar una mano y dejar tendido el corazón.
"Las familias se han dado cuenta de que es momento de mover ficha"
Para Lapuente, la clave está en que el hijo sepa que ese adulto que le está empujando cree en él y le ama incondicionalmente. En general, cualquier deporte o reto orientado reproduce ese delicado y permanente equilibrio entre el logro y el fracaso, entre la mano que suelta y el hilo que se mantiene tendido. "No existe una fórmula exacta, pero sí unos factores que nos ayudan a moldear esa resistencia en los hijos a partir de su temperamento, capacidad de aprendizaje, sus emociones o miedos o la idea que tienen de sí mismos", concluye Lapuente.
La resiliencia se ha convertido en un valor en alza en este momento incierto y lo corroboran encuestas como la que ha realizado Fujitsu entre 1.200 directores generales y responsables en la toma de decisiones de nueve países diferentes. La capacidad de adaptación, la resiliencia, la tolerancia y la asunción de la frustración son características específicamente humanas. Deberíamos sentirnos privilegiados y aprovecharlo.
En la sabana bastaría con resistir. También en el mundo de la física la resiliencia se conforma con que un material recobre su forma después de haber sido sometido a altas presiones. Como seres humanos, queremos sobreponernos y, de paso, sacar provecho, resurgir más bellos de lo que éramos. Hacemos bien reclamando, más que nunca, resiliencia para nuestros hijos en lugar de esperar a que las heridas de la infancia hagan callo. Si intentamos que suturen con las agujas del reloj y el hilo de la madurez, haremos un buen remiendo, pero algún día sangrarán.
Guía para conseguir niños felices y resistentes
Las 7 ces del pediatra Ginsburg. La Academia Americana de Pediatría ha creado una guía a partir de las llamadas 7 ces identificadas por el pediatra Kenneth Ginsburg para hacer niños felices y resistentes, preparados para prosperar en los buenos y malos momentos.
1. COMPETENCIA. Consiste en crear el sentimiento de poder manejar una situación reconociendo las habilidades entre hermanos por separado y ayudándoles a tomar decisiones, a centrarse en sus puntos fuertes o a relacionar su error con un incidente específico.
2.CONFIANZA. Se consigue centrándose en lo mejor de cada uno, expresando sus cualidades, valorándole con honestidad sus éxitos, pero sin falsas alabanzas, y evitando empujarle a tomar acciones que no podrá manejar.
3. CONEXIÓN. Los vínculos generan sentimiento de seguridad física y emocional y fuertes valores.
4. CARÁCTER. Ayudándole a reconocerse como una persona afectiva y capaz de ayudar, evitando prejuicios o estereotipos.
5. CONTRIBUCIÓN. Crearemos oportunidades y motivaciones para dar un servicio a terceras personas.
6. CONFRONTACIÓN. Le guiaremos para desarrollar estrategias de afrontamiento de estrés efectivas y positivas e incrementar su sentido de arrepentimiento en lugar de condenarle por las conductas negativas.
7. CONTROL. Le haremos entender que puede controlar las consecuencias de sus decisiones.