El acceso temprano de los menores de edad a contenidos sexuales explícitos podría disparar la adicción al porno cuando son adultos, fomentar las crisis de identidad sexual, aumentar la disfunción eréctil, generar aislamiento y soledad, resquebrajar la fortaleza de las relaciones, contribuir a la cosificación de la mujer y del hombre y, por tanto, a aumentar la posibilidad de que los adolescentes puedan excederse con sus parejas. Así lo vienen asegurando numerosos estudios y expertos en la última década, que alertan de los potenciales peligros que supone el porno para el neurodesarrollo y la educación afectivo-sexual de los menores nativos digitales. Una situación de alarma que el Gobierno pretende atajar a lo largo de 2024 mediante el desarrollo de una ley integral de menores y una app de verificación de edad.
Tal y como señala el informe (Des)información sexual: pornografía y adolescencia de Save The Children, la edad media de acceso a la pornografía está en los 12 años: un 53% de los niños entra a ver porno antes de los 13 y un 8,7% antes de los 10. En febrero de 2023 se publicó otro análisis aún más inquietante, Estudio sobre pornografía en las Islas Baleares, que señalaba que un 90,5% de los jóvenes entre 13 y 18 años había consumido pornografía en los últimos años. Además, el informe Juventud y pornografía en la era digital: consumo, percepción y efectos, elaborado por el Centro Reina Sofía de Fad Juventud, explicaba que un 24,4% de los jóvenes españoles consume porno con violencia física y/o verbal y la media de edad de acceso está, en su caso, en los 13 años.
"Son datos muy preocupantes", asegura Carmela del Moral, responsable de Políticas de Infancia de Save The Children. "El 30% de los menores consume de forma habitual, de los cuales otro 30% dice sustituir una actividad sólo para ver porno. Luego, un 50% lo ve para sacar ideas de cara a sus relaciones sexuales, y la mitad de ellos asegura haberlo puesto en práctica alguna vez. Lo más grave es que, de ellos, un 10% lo ha practicado sin el consentimiento de sus parejas. Hemos hechos grupos de discusión con chicos y chicas y muchos reconocen que están viendo violencia, pero lo consumen igualmente".
Más datos. En 2016, el Journal of Adolescent Health británico señaló que hasta el 33% de los jóvenes de entre 16 y 21 años en edad sexual describió al menos "una vez" un problema sexual "preocupante". ¿Los principales? Para ellas, la dificultad de alcanzar el clímax; para ellos, lograr mantener una erección. En 2019, el estudio Nueva Pornografía y cambios en las relaciones interpersonales señalaba que "los impactos de la nueva pornografía pueden ser diversos y la mayoría no especialmente positivos", pues generan un "impacto distorsionador en la percepción de las relaciones interpersonales".
En 2020, otro estudio internacional, esta vez presentado en el 35 Congreso anual de la Asociación Europea de Urología, alertaba de que la cantidad de pornografía que ve un hombre –y, por extensión, un joven– estaba directamente relacionada con una peor función eréctil y provocaba una mayor insatisfacción en el sexo "normal". Sólo el 65% de los encuestados aseguraba que el sexo con su pareja era más estimulante que el porno, y apuntaba a que cuando uno se alimenta constantemente de este tipo de pensamientos e imágenes, acaba no excitándose con personas reales.
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"Hasta el año 2000, un 2% de los hombres menores de 40 años tenía algún tipo de disfunción sexual. A partir de 2020 ha pasado a ser un 30%. Coincide con los años de internet. Cada vez es más común que un chaval de 25 años tenga que tomar viagra", explica Jorge Gutiérrez, director de la asociación Dale Una Vuelta, una oenegé nacida en 2015 con la intención de dar soporte y asesoramiento a personas adictas a la pornografía. Hoy es una de las principales plataformas de España encargada de concienciar sobre las adicciones derivadas del visionado de contenidos para adultos.
Gutiérrez señala que consumir pornografía en edades tan tempranas puede producir a medio y largo plazo "efectos físicos y psicológicos, relacionales y afectivos" distorsionados. "Cuando uno es excesivo en sus fantasías y en su imaginación, sólo se alimenta de este tipo de imágenes y ya no se excita con la realidad. Hay situaciones donde la relación se hace insostenible: se crea una distancia cuando la pareja se da cuenta de que la otra parte, generalmente hombre, está consumiendo pornografía. Para ella suele ser un daño grande en la autoestima".
Estos, por supuesto, son casos extremos que no siempre ocurren, pero cuanto antes se comience a consumir pornografía, advierten los expertos, más posibilidades habrá de que se generen adicciones. El cerebro de los adolescentes y de los menores es más propenso a ellas, especialmente si se ha buscado una gratificación de manera compulsiva y frecuente cuando se era joven. "Los recuerdos y hábitos más duraderos en la vida de una persona se adquieren cuando uno es adolescente. Muchos mensajes de personas que nos piden ayuda ahora comenzaron a consumir cuando tenían 12, 13, 14 años. Tienen claro el momento del comienzo. Eso queda marcado en el cerebro como una especie de shock, lo que deja una huella importante", suma Gutiérrez.
Es el caso de Ernesto K., nombre ficitio, de 30 años, quien narra su caso particular bajo la condición de no revelar su identidad. Así describe su 'primera vez' con el porno: "Aún lo recuerdo como si fuera ayer. Tenía 11 años, estaba haciendo zapping por la noche en la televisión de mi habitación y lo vi en uno de esos canales en los que por las tardes había tarotistas. Apareció un hombre desnudo, con una mujer encima practicándole una felación. Luego se acostaban. Yo entonces no sabía qué estaba viendo, pero intuía que era algo que me estaba prohibido. Me perturbé. Ni siquiera me resultó excitante. Me obsesioné con esa imagen, que no sabía qué significaba. Meses después comencé a buscar información en internet, a ver vídeos, a descargarlos, a meterme en webs que estaban a un solo click".
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"Comencé a consumir de forma compulsiva", continúa. "A veces solo; otras, con mi mejor amigo. Durante uno o dos años quedábamos solo para ver pornografía. Ni salíamos a jugar. Aunque soy heterosexual, todas esas experiencias me condicionaron sexualmente durante un tiempo. Una vez incluso llegué a descargar pornografía infantil por error. Tenía 13 años. Ni siquiera era consciente de la gravedad de lo que estaba viendo. Vi cosas que jamás debería haber visto y que, años después, en retrospectiva, han sido traumáticas".
"Cuando era adolescente comencé a arrepentirme de cosas que había hecho", continúa Ernesto. "Mis padres nunca me habían hablado de este tema. En el colegio, tampoco. Tenía la falsa certeza de que si me masturbaba me quedaría estéril. De que iba a ir al infierno. Tenía 15 años y lo hacía unas tres o cuatro veces al día. A veces, hasta seis. Desde entonces, he consumido pornografía de forma regular, a veces compulsiva, sobre todo cuanto tenía ansiedad. Así, hasta los 30. Eso me ha traído problemas. No he tenido disfunción ni nada de eso, pero sí ha dañado mis relaciones. A veces me excitaba más ver vídeos que tener sexo real. Tenía esa sensación de inapetencia constante".
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En una entrevista con el pódcast En la sabana de EL ESPAÑOL, el sexólogo José Luis García, responsable del programa Tus hijos ven porno, explicó que la pornografía tiene "un poder adictivo superior a la cocaína", y añadió que existe "una generación pornográfica de niños y niñas sin alternativa porque falta educación sexual". Asimismo, aseguró que los datos indican que "el consumo de porno entre chicas menores es entre un 40% y un 60% más bajo que el de los chicos".
Por su parte, el informe Uso y uso problemático de pornografía en adolescentes: un debate no resuelto elaborado en 2020 por el Observatorio de la Infancia y la Adolescencia de Andalucía, que recopila decenas de estudios sobre el tema, asegura que numerosas investigaciones científicas precedentes apuntalaban la teoría de que existe una asociación entre el uso de pornografía en adolescentes y posibles consecuencias perjudiciales para el neurodesarrollo y la sana comprensión de la dimensión sexual del ser humano.
Entre las conclusiones del estudio está que un alto consumo de porno en edades tempranas podría favorecer los estereotipos de género, disminuir la satisfacción sexual o incrementar las actitudes agresivas en el ámbito íntimo. Otros estudios, no obstante, explica el texto, encuentran algunas respuestas beneficiosas, como un aumento de la autoestima sexual, una liberación de estrés y un mayor conocimiento sexual en el consumo de porno.
"Debido a que los adolescentes se encuentran en un período evolutivo crítico para el desarrollo de una sexualidad sana, por los diversos cambios biológicos, afectivos, psicológicos y sociales propios de esta etapa, parece que son más susceptibles ante la exposición a este tipo de contenidos", aseguraban los autores.
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"Los datos hasta la fecha presentan limitaciones metodológicas y tampoco se conoce con exactitud la direccionalidad y causalidad de estas asociaciones". Realmente, aunque todos los expertos sugieren que pueden existir correlaciones entre el consumo de pornografía a edades tempranas y este tipo de comportamientos, no hay estudios ni investigaciones que así lo avalen científicamente. Toca investigar.
"Sin embargo, estudios recientes hablan de cómo el consumo de hombres y mujeres de pornografía contribuye a que haya más violencia sexual", asegura Jorge Gutiérrez. "También entre mujeres. Entra dentro de esos ritos y estereotipos: los hombres consumen pornografía y tienen más posibilidades de violentar y agredir sexualmente a sus relaciones, mientras que ellas tienen más posibilidades de ser agredidas por sus parejas, porque lo normalizan. El consumo de pornografía en menores también está llevando a que cada vez escuchemos noticias recurrentes sobre agresiones sexuales entre menores". No obstante, este apartado no está del todo claro. Los estudios realizados hasta el momento, aunque no lo descartan, no encuentran un vínculo causa-efecto claro entre el consumo de pornografía y la violencia sexual.
Otro problema importante son las adicciones y las crisis de identidad sexual. Los comportamientos adictivos dependen de muchos factores, como la edad, la biografía personal, los trastornos psicológicos subyacentes o psiquiátricos. "Los niños con trastornos obsesivos o muy impulsivos, o aquellos con depresión o con TDAH, es más fácil que terminen siendo adictos a la pornografía. Como cualquier comportamiento adictivo, tiene un factor de impulsividad. Y si alguien es muy ansioso u obsesivo, se engancha a algo que le produce placer de forma fácil. ¿Qué pasa con alguien con depresión? Lo mismo: un estado desagradable produce felicidad temporal tras darse un 'homenaje'. La pornografía se convierte en un festejo, pero en realidad es una evasión".
Otro problema es que el consumo de pornografía es escalable, es decir, quien se acaba convirtiendo en adicto acaba buscando contenidos cada vez más diferentes. "El factor novedad es lo más excitante del porno, mucho más que el propio contenido. En los adictos, la búsqueda en sí es un ritual". Eso también está consiguiendo mucha confusión en materia de identidad sexual. Personas heterosexuales que ven pornografía homosexual. A veces, por curiosidad, acaban excitándose, y pueden llegar a sentirse confundidos. "Hay gente desorientada por cosas que ha visto. Otras personas nos han confesado que han sorteado varias líneas rojas. Hablo de pornografía infantil. No son pedófilos, pero han tenido tal intensificación del contenido fruto de su adicción que al final acaban arrepintiéndose. El porno está consiguiendo mucha confusión en cuanto a identidad sexual".
Todo esto es la punta del iceberg de un problema estructural derivado de la era digital. Hace cuarenta años era difícil sortear los viejos controles parentales: la única forma de acceder a contenido explícito era a través de las revistas en papel y de los alquileres de películas X en los videoclubs. Pero el cambio de siglo hizo que la era de la digitalización irrumpiera sin pedir permiso: las redes sociales, los programas de descargas de archivos P2P como Ares y eMule y los teléfonos móviles se convirtieron en los favoritos de la generación millenial y Z. Las páginas web pornográficas de libre acceso proliferaron. De la noche a la mañana, en poco menos de cinco años, cualquier joven, y no tan joven, podía acceder a contenidos pornográficos sin barreras. Nadie estaba preparado.
Poner barreras al campo
Ante la complejidad de la situación, el Gobierno ha propuesto desarrollar una proyecto antiporno, en clave de pacto de Estado en defensa de la infancia, que sirva de marco regulador para frenar el acceso de los menores a contenidos delicados. Por un lado, el Ejecutivo de Pedro Sánchez quiere delimitar una ley integral que proteja más y mejor a los menores. También, desarrollar una app que controle quién accede a según qué contenidos, lo que plantea numerosos problemas éticos. Asimismo, propone, sin concretar cuánto ni cómo, dedicar más recursos a los talleres de educación sexual en los colegios, donde todos los expertos consultados por EL ESPAÑOL sugieren que está la clave para atajar la crisis, y no tanto en la prohibición.
"Desde mi experiencia y formación, el porno no es el único problema", explica la psicóloga y sexóloga María Díaz Crujera. "No estamos dando una educación sexual integral a los niños y niñas desde pequeños. El daño que puede venir de la visión de la pornografía se produce porque hay un vacío previo, un desconocimiento de lo que se está viendo. Estamos lanzando a los niños y niñas a la nada. No tienen un marco ni herramientas para comprender lo que consumen. Les dejamos muy poco margen para conocer, por lo que recurren a internet y acaban topando con la pornografía. Muchas medidas que se toman están orientadas a prohibir, pero la prohibición en educación no da buenos resultados. Lleva a lo clandestino, a buscar lo prohibido".
"Cada edad tiene unos intereses", continúa la sexóloga. "Somos seres sexuados desde que nacemos, no sólo a partir de la adolescencia. Tenemos que empezar a comprender eso. La educación sexual se debe ajustar a cada etapa. No trabajamos lo mismo con niños de infantil, donde hablamos de diversidad sexual, familiar y de emociones, que con menores a partir de seis años, que les interesa saber cómo venimos al mundo, conceptos como la concepción, embarazo y parto. Cerca de la pubertad, hay que hablarles de los cambios físicos que genera la adolescencia. Empiezan a sentir interés por eso de gustarse, atraerse, hacerse novios. Hay que generar un diálogo que les proporcione una mirada crítica. Si nadie les habla a los niños de qué es un encuentro erótico, de lo que es la expresión de los placeres, nunca van a tener herramientas que les expliquen lo que están viendo cuando accedan al porno".
A pesar de todo, la gran estrategia del Gobierno parece ir por el camino de la prohibición. Regular quién accede al porno. El ministerio de Justicia, Presidencia y Relaciones con las Cortes, responsable, en parte, de la medida, tiene previsto el desarrollo, antes de verano, de un nuevo sistema de verificación de edad que impida el acceso de los menores a contenidos delicados. Una app que estará desarrollada por la Agencia Española de Protección de Datos (AEPD) en coordinación con la Fábrica Nacional de Moneda y Timbre y la Comisión Nacional de los Mercados de la Competencia, todo bajo supervisión del ministerio de Félix Bolaños. Este sistema obligará a las webs porno identificar la edad de quién entra a visualizar sus contenidos.
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¿Cómo podrán hacerlo? A través de una aplicación digital aún no desarrollada que incluirá un sistema de lectura electrónica y de doble verificación de la identidad. Básicamente, los usuarios tendrán una cartera digital en su escritorio o teléfono móvil en la que estará registrado su DNI, su pasaporte o su carnet de conducir. Cada vez que un usuario acceda a una web comprometida, esta le pedirá la verificación. Moneda y Timbre actuará de intermediaria y verificadora y cruzará la edad y la identidad de los usuarios. Un sistema parecido al que ya existe para descargar un certificado electrónico.
No obstante, está por ver hasta qué punto esta medida no viola la privacidad de los usuarios. Numerosos expertos ya han alertado de que esta estrategia podría acabar como la ley contra la la pedofilia de la Unión Europea. "Es una buena noticia que se tomen medidas de cualquier tipo. Sin embargo, aunque poner sistemas de verificación es un sistema de control necesario, no es lo más importante. Principalmente porque el tema de la verificación de edad va a ser difícil: primero tienen que pasar por el aro las plataformas de contenidos sexuales", asegura el representante de Dale Una Vuelta.
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Carmela del Moral, de Save The Children, también ve positiva la medida, aunque no se desliga del escepticismo: "La discusión debe enmarcarse en una mucho más amplia sobre los derechos de los niños y las niñas" en el mundo online. "Aparte de esta discusión, tenemos que proponer una más amplia que ponga mayor peso en la prevención. Hay que tratar de limitar el acceso, pero puede suceder igualmente que los chavales lleguen a la pornografía. Sin una formación en educación afectivo-sexual que les permita tener otros referentes e interpretar lo que están viendo, es decir, pornografía, y que esta muchas veces representa violencia, nos estaremos quedando cortos".