Sólo las luces de la parroquia de Saint Blaise iluminan la calle. Llueve sobre mojado en Blodesheim, un pequeño pueblo de la Alsacia francesa, limítrofe con Alemania y a escasos kilómetros de la frontera suiza, donde no ha parado de caer aguanieve durante todo el día. Son más de las ocho de la tarde y no se ve un alma de puertas hacia afuera. Las únicas que están presentes con certeza son las del cementerio local, levantado a escasos metros de la casa de Aurélie Scherzinger. En un lugar como éste, que alguien te espere a esta hora debe ser como una cita de madrugada en España.
La mujer ha vuelto a casa poco antes, después de todo un día de trabajo en un supermercado cercano, y ha aceptado hablar por última vez con un periodista. Para dar con ella ha sido necesario buscar por todo el pueblo y una visita previa a su casa para concertar una cita. Suena el timbre y aparece la hija de Jean Claude Scherzinger, el ciudadano francés fallecido en el aeropuerto de El Prat hace cuatro años y ahora pieza clave en las pesquisas abiertas por el juez de la Audiencia Nacional Manuel García-Castellón. Aurélie permanece durante un par de minutos en el umbral de la puerta y tras muchas reticencias, finalmente, invita a pasar al reportero.
Su casa es un lugar modesto de uno de los pocos edificios de viviendas en un pueblo de unos 2.000 habitantes, donde la mayoría reside en coquetos chalets y residencias unifamiliares. Convive con su pareja, dos gatos y un recuerdo siempre presente: el de su padre, manifestado en una foto de ambos bien visible en el salón. Jean Claude tenía otro hijo, pero Aurélie siempre fue la más cercana. Aquel día, el 14 de octubre de 2019 llamaron a su casa para comunicar que su padre había muerto de un ataque al corazón.
“Nos dijeron lo que había ocurrido y lo pasé muy mal. De eso ya han pasado cuatro años y nadie en este tiempo nos ha comunicado ninguna otra noticia. Si hace cuatro años mi padre murió por un problema del corazón, ¿por qué ahora se plantean reabrir el caso? Creo que nos están utilizando por intereses políticos”, responde. No quiere hablar demasiado, corta las frases siempre antes de tiempo. Pero repite varias veces esa idea: “están utilizando la muerte de mi padre”.
Esta misma semana el juez García-Castellón abrió nuevas diligencias en el caso de los 12 manifestantes de Tsunami, a los que imputa por terrorismo, tras las protestas violentas de ese mismo 14 de octubre de 2019 en el que se conocieron las penas de los dirigentes del 'procés'. En este último auto, de 31 páginas, el magistrado pide información a la OTAN y a las autoridades aeroportuarias sobre lo ocurrido en El Prat, cuando miles de manifestantes desataron el caos, bloquearon los accesos y provocaron la cancelación de decenas de vuelos. Pero, sobre todo, ofrece a Francine Scherzinger, la mujer de Jean Claude, la posibilidad de testificar para determinar si la muerte de su marido pudo estar relacionada con las protestas, lo que apuntalaría la acusación de terrorismo.
“Se acuerda librar OEI [Orden de Investigación Europea] a la autoridad competente de Francia a fin de identificar a los familiares de Jean Claude Scherzinger, procediendo a efectuar el oportuno ofrecimiento de acciones a la familia del Sr. Scherzinger, con información de qué es lo que pueden hacer para ser parte en el procedimiento penal, y de qué modo deberían hacerlo, como la necesidad de obtener la declaración de Francine Scherzinger, para conocer de primera mano qué sucedió, y recabar declaración testifical sobre las circunstancias del fallecimiento”, detalla el juez.
En su escrito cita explícitamente unas declaraciones de Aurélie al diario 'El Mundo', en las que afirmaba que el contexto de las manifestaciones pudo “influir en su dolencia cardiaca” y preguntaba, desconociendo el proceso, si aún podía denunciar. “Pregunté si era posible porque nadie nos informó en su momento, no que lo fuera a hacer. Ya he dicho lo que pienso de todo esto, a mí de momento tampoco me ha contactado nadie más que vosotros, los periodistas, y lo demás lo tengo que ver con mi abogado”, responde ahora la mujer, de 37 años, desde el salón de su casa.
Desde que su nombre apareció en la prensa española, Aurélie no ha parado de recibir mensajes -incluidos los de este periódico-, principalmente a través de sus redes sociales. Todos han sido rechazados y los periodistas, bloqueados. No sólo a ella le han llegado esos mensajes, también a su familia y a su entorno más cercano. Por eso, hace unos días contrató los servicios de Gilles Brunner, un abogado con un estudio en Mulhouse, la ciudad grande más cercana a su pequeño pueblo.
En el despacho del señor Brunner no esperan la visita del periodista, pero tampoco les extraña. “Le advierto que dejen en paz a mi clienta y a su familia, porque de lo contrario les pienso denunciar por acoso”, responde como presentación. Asegura que la hija del señor Scherzinger se puso en contacto con él no para poner en marcha acciones legales en el caso de su padre, sino precisamente para recibir asesoramiento legal ante tanto revuelo con ella y su familia.
“En caso de estar interesados seríamos nosotros quienes presentaríamos una denuncia en Francia, pero no vamos a hacer nada. El caso quedó cerrado en España hace cuatro años y se acabó. Dejen descansar en paz a esta familia. Se lo digo otra vez y voy a ser muy claro: no vamos a hacer nada más”, afirma el abogado.
La versión del testigo
Jean Claude Scherzinger vivía en un chalet con jardín en el término municipal de Ruelisheim, otro pueblo de apenas 2.000 habitantes, a unos 20 minutos en coche de la residencia actual de su hija. Allí se criaron los dos hijos del matrimonio -incluida Aurélie- y allí vive todavía su mujer, Francine, la requerida por el juez García-Castellón. La casa, sin embargo, se encuentra cerrada a cal y canto. La mujer se fue de vacaciones hace días con unos amigos a miles de kilómetros y no tiene previsto volver hasta mediados de enero. No está, por tanto, disponible para el juez.
Su escapada recuerda a la de 2019, cuando ella y su marido se fueron con su vecino Isidro Domínguez y esposa, a una casa de la que éste disponía en Oropesa del Mar (Castellón). Los dos matrimonios estaban presentes cuando Jean Claude sufrió el ataque cardíaco en el aeropuerto que provocó su muerte.
Isidro vive en el chalet de enfrente al de los Scherzinger. Para él también es una sorpresa que un periodista llame a su puerta ahora, cuatro años después. “No pienso hablar con ninguno de ustedes”, dice, visiblemente enfadado, a unos metros de distancia. Pero cuenta algunas cosas. “¿Qué gana ahora esta familia con que se vuelva a hablar de ellos, va a devolver eso a mi amigo?”, pregunta.
- Un juez en España quiere reabrir el caso para conocer si el ataque que sufrió su amigo pudo estar provocado por las protestas. Usted estaba en ese momento con él…
- Mire, tuvimos que andar muchísimo, ya no recuerdo el tiempo ni la distancia. Pero, para mí, claro que tuvieron que ver estos tíos… Si no es necesario, no pienso volver a poner un pie en España.
Según los relatos previos, el vecino había dejado a Jean Claude en la puerta de la terminal mientras él iba al mostrador de facturación para evitarle a éste mayor esfuerzo. Cuando Isidro volvió, observó que las asistencias médicas del aeropuerto estaban atendiendo a su amigo, que fue trasladado en helicóptero al Hospital de Bellvitge, en Hospitalet de Llobregat, donde el paciente falleció una hora después. No se planteó un traslado en ambulancia debido al corte de las carreteras.
“Fue todo un despropósito, porque después su mujer y yo tuvimos que salir del aeropuerto andando, estaríamos como unas 10 horas porque estaban las carreteras bloqueadas y más tarde ningún taxista nos quería llevar. De verdad, se acabó, le pido que se vaya”, insiste el testigo. Dice que no es a él a quien le corresponde hablar, sino a la familia, si es que lo desea. Y sólo Aurélie termina accediendo, con muchas condiciones.
Aurélie acusa
La primera, que aquí termine todo. La segunda, que no salga publicada ninguna fotografía de ella ni de su padre. Y la tercera, que la conversación no sea grabada, que sólo queden las anotaciones del periodista. Su última premisa es más bien una defensa: nadie más que ella, y a través de su abogado, gestionará este asunto. Asegura que su madre, que partió desde Francia ya hace días, ni siquiera está al tanto de lo que ha salido publicado recientemente.
“Trato de tenerla protegida al menos a ella, bastante mal lo ha pasado ya”, remarca. Incrédula, Aurélie muestra con su móvil una noticia de un portal argentino que rebota lo ya aparecido en otros medios ilustrando la información con las fotografías de Carles Puigdemont, Marta Rovira y una imagen de la esquela de su padre en medio. Ella apenas se ha enterado estos días de quiénes son Rovira y Puigdemont. “¿Por qué hay necesidad de hacer esto, por qué los medios se comportan así?”, se pregunta.
Un juzgado de Badalona archivó el caso hace cuatro años tras comprobar en la autopsia que el fallecido sufría una “cardiopatía isquémica crónica” y no apreciar indicios de delito. A petición de García-Castellón, la jueza que instruyó el caso, Isabel del Blanco, titular del juzgado número 1 de Hospitalet, le ha remitido hace días toda la información de la que disponía al magistrado de la Audiencia Nacional. Aunque éste, que ya ha enviado su investigación al Tribunal Supremo, incide en el hecho de que los informes médicos mencionan la “presencia de una enfermedad potencialmente letal y avanzada como para explicar la muerte, pero sin evidencia de una lesión estructuralmente letal”. Y es en esa ausencia de “lesión estructuralmente letal” donde trata de encontrar la influencia de Tsunami.
“Él tenía una enfermedad en el corazón y lo que no puedo entender es que si hace cuatro años ya observaron que esa fue la causa de su muerte, ahora de repente pueda haber fallecido por otro motivo”, sentencia Aurélie. Afirma que en estos días ha podido leer algo más sobre las circunstancias que acompañan la muerte de su padre. Una maraña política y judicial en la que el juez también ha implicado a Puigdemont y Rovira como presuntos responsables intelectuales de las manifestaciones de Tsunami, como líderes en la sombra del movimiento.
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Un muerto en su haber embarraría aún más la Ley de amnistía, aún pendiente de tramitación en el Parlamento, como advertía el propio Puigdemont durante la preparación de las protestas, según unas conversaciones telefónicas intervenidas por la Guardia Civil. “El problema puede venir si hay algún muerto, da igual de qué lado. Esto sería muy duro y confirmaría lo que yo siempre he dicho y que me llevó a decidir ir al exilio: perderemos”, le habría dicho el expresident a otro dirigente independentista.
“Por eso digo que el caso de mi padre se ha utilizado. Nos están utilizando a nosotros con fines políticos”, repite Aurélie Scherzinger. De sus frases medidas y lacónicas, es la idea a la que vuelve una y otra vez. Pero, ¿por quién se siente verdaderamente utilizada: por los medios, por los políticos, por los jueces?
- Por quien ha reabierto un dossier cerrado hace cuatro años.
- Eso lo ha hecho un juez.
- Pues ahí tiene la respuesta.
La conversación con la hija del señor Scherzinger termina, finalmente, más de una hora después de haber comenzado. Desde este momento rige el pacto de hablar en lo sucesivo con su abogado, y su abogado ha sido tajante en que no habrá ningún tipo de movimiento legal por parte de la familia. A 20 kilómetros de aquí, en otro pequeño cementerio a medio camino entre la casa familiar y la iglesia de Saint Nicolas, en la que se ofició su funeral, yace el cuerpo de Jean Claude Scherzinger (1955-2019). Cuatro años después aún hay flores frescas en su tumba e incluso alguien ha colocado un pequeño arbolillo de Navidad. “Descansa en paz”, reza una de las figuras de piedra apoyadas en la lápida. Es el mismo mensaje que transmiten ahora desde su familia.