“Demasiado tiempo la humanidad ha existido entre ciudades disfuncionales, contaminadas e ignorando la naturaleza… Ahora, una revolución en nuestra civilización está sucediendo”.
Este eslogan podría ser el comienzo de una gran super producción de Hollywood post apocalíptica en la cual la humanidad debe enfrentarse a un mundo arrasado por las guerras o un gran desastre climático. Una película con Will Smith como personaje principal y que tuviera que hacer estallar una superestructura galáctica para salvar a la Humanidad.
Pero no, no es nada de eso. El eslógan forma perte de la presentación de un megaproyecto urbanístico que está dando la vuelta al mundo por lo impactante de sus imágenes y lo inusual de sus cifras y planteamientos.
Se trata de “The Line”, una propuesta de ciudad de nueva planificación -es decir, levantada desde cero- pero que cuenta con un sólo edificio, en forma de línea recta. Según el render que circuló en pantallas de todo el mundo, la superestructura tendría 200 metros de ancho, nada menos que 170 kilómetros de largo y 500 metros de altura. Su artífice y principal promotor es el príncipe heredero de Arabia Saudita, Mohammad bin Salmán, quien se encargará de su financiación a través de una sociedad estatal.
Es uno más de la enorme lista de proyectos arquitectónicos megalómanos que han ejecutado en los últimos 20 años las ostentosas monarquías del Golfo Pérsico a golpe de petrodólar. Sueños de acero y cristal en medio del desierto que podrían dar el siguiente paso con la materialización de The Line.
Esta ciudad utópica, al igual que otros proyectos que se han visto en Arabia Saudí y otros países como Dubai, entran dentro de una estrategia que pretende avanzarse al fin del petróleo y cambiar el modelo económico de estos países productores de crudo. Las poderosas economías de los países del Golfo, cuyo florecimiento han vinculado a la extracción del oro negro, podrían sufrir cuando los pozos se sequen.
Por ello, y con buen ojo, Bin Salman viene desarrollando un plan para su país que busca reducir la dependencia del petróleo y diversificar la economía hacia otros sectores, entre ellos el turismo, la construcción, la alta tecnología, y la sociedad digital y del conocimiento. Lo han bautizado como Visión Saudí 2030. Es como la versión arábiga de la Agenda 2030 de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de la ONU.
A diferencia de los países donde los ODS se han coinvertido en prioritarios, la redistribución de la riqueza en Arabia Saudí es más bien escasa, por lo que el punto de partida pone al príncipe heredero con muchos miles de millones de dólares por delante. De ahí puede salir todo lo imaginable y por imaginar. No en vano, la sociedad de la que él mismo es el mayor accionista, llamada NEOM, es la que ha proyectado la macroconstrucción.
Sobre The Line se saben pocas cosas. No ha trascendido nada más que lo que la propia empresa arábiga ha publicado en su página web: datos impactantes, imágenes futuristas con árboles voladores, escenas recreadas más propias de Star Wars que de una ciudad en Arabia, y el famoso vídeo. Eso, junto a la nota de prensa y las declaraciones del propio Bin Salman es todo lo que se sabe. Todo lo demás, tendremos que imaginarlo, como ese mega tren ultra rápido que promete recorrer la ciudad de un extremo a otro (170 kilómetros) en solo 20 minutos y que promete terminar con la necesidad de usar carreteras y coches.
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The Line se jacta de varias cosas que resultan sorprendentes, como por ejemplo de la poca “huella” que dice dejará en el entorno, pues toda la ciudad ocuparía un área de tan solo 34 kilómetros cuadrados. Para hacerse una idea, este tamaño equivale a la superficie del término municipal de Alcorcón, en Madrid; al de Santander, o a la ciudad de Valencia. Imaginen todos los edificios de Valencia y estirarlos hasta Murcia con solo el ancho de los jardines del Turia. Algo así es The Line. Puede parecer mucho, pero en la presentación del proyecto, la empresa promotora asegura que ahí vivirán nada menos que 9 millones de personas, es decir casi 12 veces la población valenciana.
Echando una cuenta rápida la densidad poblacional de The Line sería de 264.706 habitantes por kilómetro cuadrado, cinco veces más que la ciudad más densa del mundo en la actualidad: Daca en Bangladesh. Solamente ha habido una población que ha superado en la historia una densidad así, y fue la Ciudad Amurallada de Kowloon, en Hong Kong, que llegó a albergar a 1.255.000 habitantes por kilómetro cuadrado, aunque en términos de densidad, porque realmente solo tuvo 50.000 personas. Eso sí, metidas en una superficie que no llegaba a los dos campos de fútbol y medio. Aquella colmena humana fue derribada por sus pésimas condiciones de salubridad y habitabilidad.
Dentro de la mega-densa ciudad lineal del desierto llama la atención otro dato: la altura. Son 500 metros que la situarían en la duodécima posición del ranking de edificios más altos del mundo, muy por delante de emblemas como la Torre Eiffel (330 metros) o el Empire State Building (450 metros). Interesante es echar otra cuenta: la planta son 34.000.000 de metros cuadrados, multiplicados por las probables 100 plantas o más que pueda tener el edificio, y a su vez dividido entre los nueve millones de habitantes, el resultado del espacio vital disponible para cada persona es de 377 metros cuadrados.
Esto, sin descontar que la mitad de la ciudad estaría hueca y sería un bosque verde, a lo que habría que restar los espacios para la industria, la producción, los servicios necesarios, el ocio, los espacios comunes, el transporte… en definitiva, no parece que garantizando esa cantidad poblacional la gente vaya a vivir menos hacinada que en Kowloon... o que han imaginado demasiado con esos nueve millones. Pero el render parece sostenerlo todo.
Los enigmas
Surgen muchas preguntas sobre este nuevo proyecto: ¿De dónde saldrán esos 9 millones de personas? ¿Serán compradores internacionales que se van a mudar al desierto de Arabia Saudí? ¿Es una ciudad para realojar a la más que numerosa y creciente población que vive en el país por debajo del umbral de la pobreza? ¿Serán viviendas que salgan a la venta para los pocos que puedan pagarlas viendo las características del proyecto? ¿Con el escaso espacio disponible, a pesar de todo, será posible producir allí alimentos para toda esta gente en medio del desierto? ¿De dónde obtendrá la ingente cantidad de recursos hídricos que necesitará para funcionar? ¿Y adónde irá la también ingente cantidad de desechos producidos? ¿Y toda la energía renovable que dicen solo consumirá, de dónde se obtendrá? Son preguntas que no tienen respuesta y que auguran a esta utópica ciudad una fallida ejecución.
La problemática no solo se queda en estas obviedades. Otro de los lemas de The Line es “zero carbon” es decir, que la vida en ella se desarrollará manteniendo una sostenibilidad absoluta y con cero emisiones. La tecnología actual podría ser suficiente para diseñar edificios o ciudades neutras y, de hecho, existen proyectos con ese fin en ejecución en Europa y Canadá. Es el caso de ReGen Villages.
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En The Line, sin embargo, la 'limpieza energética' genera nuevamente más interrogantes que certezas surgen más preguntas que certezas: ¿Cómo se puede construir una ciudad de 170 kilómetros de largo y 500 metros de alto en medio de la nada, garantizando cero emisiones con las enormes cantidades de recursos físicos que habría que mover para poder si quiera empezar a cimentarla? ¿Cómo puede ser ecológicamente sostenible una ciudad que parte en dos hasta tres regiones bioclimáticas diferentes, desde un valle interior semi desértico, una zona montañosa que habría que modificar, para finalmente quebrar una zona costera en el Golfo de Áqaba junto al Mar Rojo? ¿Cómo afectaría esto a la fauna, a la flora, a las corrientes de aire, a los acuíferos e incluso al clima, con un muro de medio kilómetro de alto seccionándolo? ¿Qué política de cero emisiones sería sostenible con un megaaeropuerto como única conexión de esos nueve millones de personas con el resto del mundo?
Un caso cotidiano, que siempre es ilustrativo recuperar, es la respuesta a la pregunta: ¿Qué es más sostenible, comprarse un coche híbrido o un coche eléctrico? Probablemente muchas personas responderían que comprarse uno 100% eléctrico. Y, aun dejando de lado todo el debate sobre el impacto ambiental de la producción de baterías, la respuesta más sostenible posible a esa pregunta sería ninguno de los dos, quedarse con el coche antiguo hasta el fin de su vida útil. Algo parecido sucede en The Line. Una ciudad puede ser autosuficiente pero, ¿a qué precio medioambiental?
Inestimable. Como tampoco parece fácil de estimar el precio, el económico, que podría conllevar una obra semejante. Desde el propio equipo redactor del proyecto hablan de entre 100.000 y 200.000 millones de dólares, pero algunos analistas lo elevan a casi 800.000. El Producto Interior Bruto de Arabia Saudí fue, en 2021, de en torno a los 750.000 millones de dólares, por lo que fácilmente es deducible que ni toda la riqueza que genera el país podría hacer frente a The Line, y quizá aquí se desvele la intención de que el proyecto haya dado la vuelta al mundo, en busca de inversores internacionales.
Hace algunos años, igualmente desde el entorno de la familia real saudí, en otro intento por deslumbrar al mundo y de paso competir con sus países vecinos, se proyectó en la ciudad de Yeda el que iba a ser, y debería ser ya por estas fechas, el rascacielos más alto del mundo superando al Burj Khalifa que ostenta actualmente dicho título en Dubái.
En un primer momento la majestuosa Torre Yeda iba a tener 1.600 metros de altura, el doble que el Burj Khalifa, para posteriormente rebajarlo a 1.000 metros por problemas en la cimentación. Al final, no ha sucedido ni una cosa ni la otra. El edificio se empezó a construir, pero la obra se paralizó en 2018, al parecer, por problemas económicos cuando no había superado aún la planta 80. No parece que vaya a continuar próximamente, viendo que la familia real tiene ideada la construcción de su juguete entre manos. Lo que ha quedado de la Torre Yeda el edificio abandonado más alto del mundo, título que hasta hace poco tiempo ostentaba el hotel Ryugyong, en Pionyang, Corea del Norte.
La Ciudad Lineal de Arturo Soria
Más allá de las impresionantes cifras e imágenes, lo más llamativo del proyecto es la revolución de la que habla su propio eslogan. Una nueva forma de imaginar las ciudades, el futuro, los modelos productivos y nuestra relación con el planeta. The Line se autodenomina como proyecto pionero y revolucionario, que es capaz de condensar una ciudad tradicional -a su juicio disfuncional y contaminante- en un solo edificio. Una ciudad, en vertical, donde la gente podrá tener todo a cinco minutos caminando y en ascensor.
En 1882, una ciudad igualmente lineal pretendió una revolución semejante a miles de kilómetros de distancia, en Madrid. Arturo Soria y Mata planteó un nuevo modelo de planificación urbana donde todas las residencias, comercios y servicios se dispusieran de forma longitudinal en torno a un eje central de comunicación por donde se moverían las personas y donde realizarían sus encuentros sociales, esparcimiento y ocio. También Arturo Soria planteó este eje verde, arbolado y sostenible, pues el urbanista lo concebía para una línea central de tranvía y de paso de vehículos a caballo, ya que por esos años aún no existían los coches.
The Line cambia ahora las viviendas bajas de Arturo Soria por bloques-espejo de 100 pisos, el tranvía por un tren bala o un Hyperloop y a los árboles plantados en el suelo por árboles en macetas voladoras. Pero, en definitiva, es la misma propuesta. La Ciudad Lineal de Arturo Soria se construyó, e inicialmente fue un éxito porque su escala atendía mucho más a los principales usuarios de una ciudad, las personas. Con el tiempo, también es cierto, su pretensión fue desdibujándose y perdió las características con las que fue concebida. Ya no hay casitas ni tranvía, solo una calle más larga de lo normal.
Hay muchos otros ejemplos de ciudades lineales propuestas en la historia incluso de la misma manera y forma, en un solo edificio que lo albergase todo. Algo así hizo Edgar Chambless en 1910 cuando publicó su tratado-proyecto que denominó “Roadtown”. El concepto era exactamente el mismo que en The Line, solo que, en lugar de medir 170 kilómetros, medía uno.
El mismísimo Le Corbusier en los años 40 también trabajó el concepto de super ciudades lineales en torno a un mismo edificio. Y de la misma forma lo hicieron también desde Superstudio en los años 60. A una escala más grandilocuente pensaron las mentes de Alan Boutwell y de Michael Mitchell cuando diseñaron “Continuous City” en 1969, un hogar lineal para un millón de habitantes que iría desde una costa a otra de Estados Unidos, es decir, varios miles de kilómetros.
El concepto de ciudad-edificio no solo ha sido concebido históricamente en forma lineal, sino que ha habido otras muchas maneras de pensar cómo abordar esa forma de ciudad perfecta que condensara todo lo necesario para vivir y trabajar, y pudiera además auto sustentarse. La Pirámide Ciudad de Shimizu es una super estructura en forma de pirámide compartimentada de más de 2.000 metros de altura que debería albergar a un millón de habitantes sobre la bahía de Tokio. Se presentó en el año 2004. También se vendió a sí misma como el futuro de la ciudad y como una nueva forma de revolución urbana. El proyecto acabó en el mismo cajón que todos los anteriores.
La utopía de la ciudad perfecta
Existe una premisa constante en todos estos proyectos y es que, en los días en los que abrieron portadas y agitaron los mismos debates, lo hicieron por exactamente lo mismo por lo que The Line lo ha hecho estas semanas: por su cualidad de haber ido un poco más allá, por su propuesta de un supuesto diseño definitivo para algo que lleva quebrando la cabeza de todos los urbanistas y arquitectos desde que la humanidad empezó a formar asentamientos en el neolítico. Por condensar, en definitiva, el concepto de la ciudad perfecta.
Pero si hay algo más antiguo que esa idea de perfección es la certeza de que jamás se encontrará una forma perfecta. Porque, de hecho la ciudad es una perfecta suma de miles de imperfecciones. Una masa de complejidades que distan mucho de la simpleza con la que The Line y todos esos proyectos que intentaron lo mismo en el pasado pretendieron solucionar en un papel lo que en la mayoría de los casos se ha gestado durante siglos. Quizás algunos se acercaron más que otros. Y existen casos de ciudades planificadas, como Brasilia o Canberra, que hoy en día existen con mucho éxito, pero no ajenas a casi los mismos problemas que tiene cualquier otra ciudad.
No es se trata de una idea ni muchísimo menos nueva. Todo lo contrario, hasta podría decirse que nace con un cierto aroma a anticuado y con una vocación tan teórica que desde el minuto uno hay pregunta trascendental: ¿Es esto posible o es solo un proyecto utópico más? La respuesta es que, técnicamente es perfectamente posible, aun cuando quedan todavía incógnitas no menores por resolver como las macetas con árboles voladores.
La pregunta que pueda dirigir a si este proyecto terminará hecho realidad como un corte en medio del desierto es para qué. Ahí está la clave de todo: ¿Qué necesidad hay de movilizar recursos equivalentes a todo un país para hacer algo así que no va a cambiar, en esencia, nada? Lo que necesita Arabia Saudí no son ciudades futuristas ni enormes proyectos, sino justamente lo que ha ofrecido y sin duda ha conseguido: proyección, miradas y apertura al mundo.
NEOM es sin duda la gran empresa de un país endogámico y desconocido en nuestra realidad cotidiana occidental. The Line habla en un idioma universal, ese mismo que planteó Arturo Soria; un idioma de los sueños y de los anhelos. Y por eso todo el mundo ha respondido ante semejante mundo del futuro.
Pero The Line es un proyecto tan maravilloso como innecesario y repetitivo. Un sueño que posiblemente no llegue a ejecutarse nunca y, en el mejor de los casos, quedarse a medias, mientras vendrás nuevos renders con soluciones mágicas en torno al gran proyecto de ciudad, mientras las urbes actuales se seguirán desarrollando con las bases sobre las que están edificadas.
La última frase del inquietante vídeo dice: “The Line, the city that delivers new wonders for the world.” The Line, la ciudad que ofrece nuevas maravillas al mundo”. Eso sí, por el momento, solo en el territorio de la imaginación.