"El primer cuerpo cae con un ligero adelanto. Son apenas unos segundos, pero tiempo suficiente para romper la estudiada coreografía prevista por el maestro de ceremonias, que chasca la lengua con desagrado. [...] Esta cálida noche en Madrid, diez personas se arrojan al vacío desde diez habitaciones de la planta séptima del hotel que preside la plaza de España, uno de los más lujosos de la capital. Ninguna de ellas se había registrado en recepción. No llevan nada que las identifique. No se conocen. Sus mundos nunca se han cruzado". No es spoiler, sino una invitación a seguir leyendo. Ya sabemos que hay varias muertes sospechosas, aunque las piezas del puzle no encajarán hasta que no recorramos sus 500 páginas. Así comienza Delito (Espasa), la nueva novela de Carme Chaparro (Barcelona, 1973).
Hace ya tiempo que la periodista dejó de ser la chica de la tele para convertirse también en escritora. Dice que le ha costado, que no ha dejado de sentir el síndrome de la impostora durante toda su carrera, pero que ya le gusta.
Ha tenido que imprimir toda una trilogía noir, con la que incluso ganó el Premio Primavera de Novela en 2017 por su primer libro, ‘No soy un monstruo’. Por los platós de Telecinco, a los que llegó con 24 años, ha pasado buena parte de la materia prima de lo que escribe. Sucesos, suspense, angustia, debates sociales. Pero también por sí misma, ahora que acaba de cumplir los 50 y asegura que está empezando a aceptar que la carne madura, como la vida misma.
P- En todo lo que escribe siempre hay violadores, crímenes, acoso, mujeres atormentadas y periodistas. ¿Tantos demonios tiene dentro?
R- Tengo muchos. Somos lo que nos contamos a nosotros mismos y mi cabeza me cuenta muchos demonios, mucho miedo, mucha ansiedad, mucho temor a muchas cosas, mucha pena, mucha culpa… Con la edad eso va disminuyendo y aprendo a estar mejor conmigo misma.
P- ¿Cómo era antes, qué tipo de niña fue?
R- Era la gordita, la primera en mates y la última en gimnasia. En el cole me llamaban 'Peggy la cerdita' y en el instituto me iba con el grupo de los frikis.
P- ¿De verdad? ¿Y qué le obsesionaba entonces?
R- Leer y que me quisieran.
P- ¿Qué la quisieran? ¿Se sentía desatendida?
R- No, no, qué va. Pero tenía una sensación de querer caer bien a la gente, de gustarle a la gente. Quizás, como siempre tuve ese físico extraño hasta que me cambió el cuerpo… No sé, debo tener alguna patología. Ahora ya me importa un bledo, ahora lo que quiero es que me quiera la gente que me importa. Pero también mi profesión tiene mucho que ver con la imagen; y los libros me ofrecen ese refugio, yo escribo pero no se me ve.
P- ¿Un refugio contra la dictadura del físico?
R- Siempre han sido un refugio para escapar de la realidad, para vivir otras realidades. Y ahora quizá son un refugio para escapar de tener que peinarme y maquillame todos los días para salir en la tele. El libro lo escribo en moño y en zapatillas.
P- Esa necesidad de sentirse querida, de gustar, ¿también la tuvo cuando llegó a la tele?
R- No, yo empecé a presentar por una carambola absurda. No quería entrar en el casting ni nada, pero yo era redactora, no encontraban a nadie y me pidieron que me presentara porque a la semana siguiente empezaba el informativo. Nunca lo busqué, he tenido un síndrome de la impostora constante en mi vida.
A la gente que salimos por la tele nos dicen barbaridades todos los días, te insultan y te dicen cosas absolutamente asquerosas, pero bueno, ya cuando es la misma persona, día tras día, con decenas de cuentas falsas te tienes que asustar
P- Estaba ya en Telecinco y era muy joven. ¿Tuvo que lidiar con alguna actitud machista por ser la chica nueva?
R- Actitudes machistas siempre hay, pero con Paolo [Vasile] nunca. Al contrario, cuando me veía muy delgada me reñía, me decía: ‘come, engorda un poco’. Y Pedro Piqueras igual, me decía que me iba a hacer una paella.
P- Fuera del trabajo sí que sufrió algo mucho peor, las amenazas de un acosador.
R- Poco antes de que naciera mi hija Emma hubo un tío que empezó a escribirnos a un montón de presentadoras, lo he hablado con otras compañeras, y cuando lo ignorábamos se ponía violento. Estoy hablando del principio de las redes sociales. Se ponía violento y empezaba a amenazar. Yo acababa de llevar al cole a mi otra hija, Laia, que tenía dos años. Y él, no sé cómo consiguió la dirección de mi casa y la dirección del cole. Me daba mucho miedo que me hiciera algo a mí o a mi hija Emma, que acababa de nacer, y estuve un tiempo sin salir de casa. Entonces, lo llevé a juicio una vez y el fiscal ni se presentó, de esto hace nueve años.
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P- Porque no le daban importancia…
R- No daban importancia a que un tío que te estuviera amenazando de muerte constantemente. A la gente que salimos por la tele nos dicen barbaridades todos los días, te insultan y te dicen cosas absolutamente asquerosas, pero bueno, ya cuando es la misma persona, día tras día, con decenas de cuentas falsas te tienes que asustar porque es una obsesión. Total, que no me hicieron caso, me costó una pasta y nada, siguió, se creció. Así hasta que gané el Premio Primavera y fui a Valencia a presentar mi primer libro, ‘No soy un monstruo’, que me persiguió por toda la ciudad. Y ya cuando me iba, estaba en la estación del AVE tomando algo con unos amigos en un bar al lado de las vías y vino, se puso a gritarme e insultarme.
P- ¿Lo conocía físicamente?
R- Yo sabía quién era, tenía la foto de él, es ingeniero informático. Entonces, salí corriendo, llamé a una amiga poli y me dijo: ‘enciérrate en el baño y no me cuelgues’. Él no subió al tren, quedó ahí, pero lo volvimos a llevar a juicio. Como había amenaza física, ya hicieron más caso y el juez lo condenó a dos años de cárcel, conmutables por libertad condicional si no se ponía en contacto conmigo durante dos años. Me escribió emails alguna vez y ya me harté. Decidí que no le iba a hacer hueco en mi vida a alguien así y que me quitara lo más bonito, que es pasar tiempo con mis hijas.
Mira casos como el de Paula Bonet ahora, que ha dicho la jueza que el tío tiene un trastorno erótico. ¿Cómo que trastorno erótico?
P- ¿Cree que la sociedad ha cambiado en este tiempo, que se toman más en serio estas cosas? ¿Los jueces se lo toman más en serio?
R- Hombre, ya no es como no es como hace diez años cuando puse la primera denuncia por recibir amenazas de muerte y se reía de ti hasta el apuntador. Pero mira, casos como el de Paula Bonet ahora [ha sido absuelto un acosador que amenazaba a la artista], que ha dicho la jueza que el tío tiene un trastorno erótico. ¿Cómo que trastorno erótico? Vete a la mierda.
P- Esto lo dice una jueza.
R- No se dan cuenta de lo que es vivir con miedo. Paula Bonet ha tenido que cambiar de casa y ha tenido que dejar de dar talleres. Yo estuve toda la promoción de ‘No soy un monstruo’ con un guardaespaldas con una pistola desde que salía de mi casa. Te dicen, no pasa nada, es un loco… Hasta que los locos hacen cosas. Nos lo deberíamos tomar muy en serio.
P- Esas sensaciones por las que habrá pasado las trasladará a sus novelas... El miedo suele estar muy presente.
R- Si no afrontas los miedos van a estar ahí siempre. Esto pasó hace muchos años y mucha gente me aconsejaba que no lo contara, que podía levantar al monstruo. Y cuando ha salido ahora, amigos míos policías me han vuelto a decir: ‘¿Pero qué estás haciendo, vas a pincharle otra vez?’. Pero es que hay que contarlo, porque si no es como que no pasa. Los jueces no se dan cuenta, los abogados tampoco y piensan que es una pobre loca que ha tenido mala suerte. Esto es generalizado y las mujeres estamos recibiendo una cantidad inmensa de insultos y amenazas en redes sociales.
P- En ‘Delito’ hay un personaje, que es Berta, una periodista, que se pasa todo el libro intentando aprender a convivir con esos miedos.
R- Sí, Berta es muy yo, como yo he sido siempre; y su compañera Iluminada Mellado [también periodista] es adonde quiero llegar. Es decir, a ponerme el mundo por montera, tener cincuenta y pico y que te la sude todo. Ese es mi objetivo vital.
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P- Pero también ahí hay muchas inseguridades, ¿no?
R- Yo acabo de cumplir 50 y sigo siendo muy insegura. Antes, cada año que cumplía me veía siempre mejor, pero llega un momento en que te empieza a cambiar el cuerpo, porque las hormonas cambian, y estoy en el proceso de aceptarme, de reconciliarme con mi cuerpo. Y me ha llegado el momento de aplicar todo lo que siempre he dicho de ‘no te sientas culpable, tu cuerpo es tu cuerpo…’, pero cuando eso está cambiando tienes que hacer un trabajo muy profundo de introspección y de amor por ti misma.
Si no contamos un caso de acoso es como que no pasa. Los jueces no se dan cuenta, los abogados tampoco y piensan que es una pobre loca que ha tenido mala suerte. Esto es generalizado y las mujeres estamos recibiendo una cantidad inmensa de insultos y amenazas
P- Ese odio contra la mujer del que me hablaba, entiendo que se multiplica si eres un personaje público y sales por la tele.
R- Y no te digo si eres feminista, que es lo mínimo, reclamar igualdad de oportunidades para todos. Pues ya se lanzan. A mi me han lanzado políticos de VOX a sus seguidores y ya tengo ahí mil mensajes colapsándome, insultándome y tal. Aprendes a no hacer caso.
P- ¿Y cómo se hace?
R- Yo he tenido la inmensa suerte de tener un compañero de vida que me ayuda mucho a afrontar los miedos, a mis hijas y a las amigas, que las he descubierto muy tarde.
P- ¿Ha descubierto la sororidad a los 40?
R- En el pueblo donde yo veraneaba casi todos eran chicos. La pandilla eran chicos, salíamos a poner petardos en los hormigueros, coger peces en el río a ver quién lo estampaba más lejos… Un pueblo. Pero lo que te aporta una amistad de una amiga, las cosas que le puedes contar, las emociones, es muy diferente. Esto lo he descubierto casi en la cuarentena y es la rehostia, no sé cómo he podido vivir sin un núcleo de amigas a las que llamar a las 5 de la mañana.
P- En sus novelas también aparece siempre su trabajo, la tele. ¿Sigue creyendo en ella como un medio que puede cambiar las cosas, que puede transformarlo todo?
R- Yo creo que puede cambiar muchas cosas, muchas. Y tiene mucho poder todavía. Cada vez se diluye más ese poder, porque tenemos acceso a información desde distintas vías, pero muchas veces hasta que una cosa no sale por la tele no alcanza la dimensión que luego tiene. Y luego sigue dando esa compañía... Yo estoy en casa escribiendo y me pongo la tele de fondo porque estoy acostumbrada a escribir en una redacción con 20 teles, la radio, los teléfonos y los gritos.
P- Seguro que sus hijas no lo ven igual…
R- No, ellas la tele, cero. La primera vez que vieron un anuncio en la tele, me preguntaron: ‘Mamá, ¿eso que sale ahí, qué es, por qué se para la peli?’. A ver, me da miedo porque ellos van más adelantados que nosotros, como padres es imposible que vayas al ritmo de las redes sociales, y mira que mis hijas no tienen teléfono. Prácticamente el 100% de los compañeros de mi hija mayor tienen móvil, ella no lo tiene, pero es muy difícil controlar. Tenemos que hacer el esfuerzo de controlar lo que pueden ver. Hace poco me dice mi hija que ha visto en Tik Tok que un meteorito se va a estallar contra La Tierra el 28 de agosto y tú le tienes que explicar lo que de verdad ocurre. Pero luego aprenden muchas cosas, porque de repente te vienen y te dicen: ‘Oye, mamá, que en Doñana se está secando el parque porque los regadíos y las fresas…’. Depende de a quién sigan, les puede llegar contenido interesante.
A mí me han lanzado políticos de VOX a sus seguidores y ya tengo ahí mil mensajes colapsándome e insultándome. Aprendes a no hacer caso.
P- Y cuándo la veían a en la tele, ¿les gustaba o les molestaba que no estuviera en casa?
R- No, lo tenían asumido. Sabían que cuando saliera mamá, poco después volvía a casa. Me decían si les gustaba el vestido, el pelo, tal y cual, y luego pasaban de su madre.
P- En el libro, Santi, uno de los personajes, dice: "Solemos olvidarlo, pero lo que quedará de nosotros cuando ya no estemos es el tiempo que le dedicamos a lo que de verdad importa en nuestras vidas, la gente que nos sostiene cuando estamos a punto de caer".
R- El tiempo que pasas con la gente que te importa, eso es todo. Lo demás es prestado. Lo que les quedará a mis hijas es el cariño que les he dado, los ratos que hemos pasado juntas. Yo creo que debe ser la edad, porque ya es más fácil que me queden menos años de vida que los que he vivido, y cada vez me doy más cuenta de la importancia que tiene eso. De ahí, lo de no dedicar tu tiempo a las angustias, a los miedos, a estar mal o a hacerle caso a un imbécil en las redes sociales.
P- Sus personajes siempre son femeninos y, en este caso, el protagonista es un hombre al que, una vez por semana, le gusta vestirse de mujer para desinhibirse.
R- No sabía si sería capaz de escribir poniéndome en los ojos de un tío, por eso le di ese lado femenino que le hace canalizar las emociones en ese ratito de su vida. Me interesaba que fuera un hombre muy inteligente, obsesivo, pero un personaje así no me funcionaba si no lo hacía sufrir. Y así nació. De hecho, se presenta al lector cantando, vestido de mujer, en lo alto de un escenario.
P- También aparece en el libro la maternidad, en este caso con una mujer que sufre una experiencia muy traumática. ¿Quería retratar esa parte no tan romántica de quedarse embarazada y ser madre?
R- Yo no quería ser madre. Tenía 38 años y pensé que no me iba a quedar embarazada. Nunca había deseado ser madre, pero surgió y mira, el mejor regalo de mi vida. Sin embargo, yo quería ir más por el hecho de cómo se presiona a las mujeres y se les dice que no son suficientemente mujeres si no paren sin epidural, si no sienten el dolor, si no hacen esto y lo otro. Vale, pues nada, opérate del prepucio sin anestesia, verás cómo te gusta. ¿Por qué tenemos las mujeres que autoexigirnos eso? Porque hay muchas que hemos comprado ese discurso. Es horroroso, de verdad. A mí en mitad del parto se me fue la cabeza, yo me quería ir, porque estaba convencida de que no estaba embarazada.
P- Parece que cada vez es más sencillo que surjan iluminados que cuestionan razones científicas o verdades que dábamos por sentado y nos convenzan de que hay una forma alternativa de hacer las cosas. ¿Es tan grande el desprestigio de los medios para que cualquiera sea capaz de embaucarnos o, realmente, los periodistas también hemos contribuido a generar este ruido?
R- Es que, vamos a ver, ¿cómo hemos llegado a un punto en el que tú le das voz a un tipo que dice que La Tierra es plana? O con el tema de las vacunas... Tenemos que dejar hablar a los que saben, que son los médicos. Pero poner a personas a hablar sobre cosas de las que no entienden es muy peligroso, sobre todo en temas como la medicina. Hay demasiados opinólogos.
P- Se nota en la novela una reivindicación muy contundente de la Sanidad pública.
R- Es que no somos conscientes. La gente que ha vivido en otros países sin Sanidad pública se da cuenta mucho mejor de lo que es, del nivel de sanitarios que tenemos en España, de esa gente a la que aplaudíamos mucho en el confinamiento y de la que ya nos hemos olvidado. Por eso yo me enorgullezco de estar en un país en el que parte de mi sueldo vaya a pagar el hospital no sólo de mí cuando lo necesite, sino de la gente que no se lo podría pagar si no hubiese un sistema público.
P- Me decía que se le han echado encima por otras cuestiones ideológicas. ¿También le ha pasado con esto? Es decir, defender lo público, siendo mujer y manteniendo un discurso feminista, ¿le ha penalizado en algún momento?
R- Es una pena porque nos atrincheramos mucho. Entonces, defender algo tan básico como la Sanidad pública y que las mujeres deben tener las mismas oportunidades que los hombres genera un odio en estas trincheras que nos hemos creado. También porque las redes hacen mucho ruido. Yo hace meses publiqué una foto con un trancazo que flipas y veo un titular: ‘Carme Chaparro revela la enfermedad por la que no sale de casa’. Y yo digo, coño, son mocos, tío, qué me estás contando.
Me enorgullezco de estar en un país en el que parte de mi sueldo vaya a pagar el hospital no sólo de mí cuando lo necesite, sino de la gente que no se lo podría pagar si no hubiese un sistema público.
P- En televisión vemos a hombres mayores que han estado ahí toda la vida presentando informativos u otro tipo de formatos. Pero, ¿dónde están las mujeres cuando van cumpliendo años, qué es lo que ocurre?
R- ¿Dónde están Àngels Barceló u Olga Viza, cuyos compañeros de pantalla siguen haciendo pantalla? Yo entré en un momento de cambio, con muchas chicas jóvenes: Lourdes Maldonado, Mamen Mendizábal, Helena Resano, Alejandra Herranz… Pero sí que es cierto que tenemos una fecha de caducidad, que deberíamos empezar a cambiar, porque al final la tele es un reflejo de la sociedad. Pero, antes que eso, es un negocio.
P- ¿Y qué pasa, que en un negocio no tienen cabida las mujeres cuando se van haciendo mayores?
R- Yo he crecido en la tele, me he embarazado y lo que espero es que todas estas mujeres, todas mis compañeras que hemos crecido a la vez delante del televisor, no desaparezcamos. Yo me siento ahora más segura, más sabia, más templada y más preparada que nunca.
P- Al mismo tiempo, cada más compañeros de profesión están en las librerías. ¿Qué os ha dado a los presentadores de la tele con sacar libros?
R- Yo soy periodista, cuento historias y sé cómo contarlas. Es un paso natural. Vas a un sitio, ves un reportaje y al final lo cuentas con técnicas literarias. Luego el público o el lector no es tonto, un libro vale 20 euros. Si te compra una vez y no le gusta, no te va a seguir comprando porque te vea por la tele.
P- ¿Y qué tiene el noir o el true crime para que enganche tantísimo?
R- A mí me ha gustado desde siempre. Y yo leo de todo, de todo, de todo. Me flipa Stephen King y reivindico el Premio Nobel de Literatura para él ya. Aparte de la imaginación que tiene y cómo escribe, retrata el alma humana como nadie. Pero lo que creo que de verdad engancha es que este género te pone frente al espejo. Si tú estuvieras en la situación del malo o la mala, ¿qué habrías hecho? La novela negra nos da una pregunta inicial que queremos resolver y un retrato de la oscuridad humana de la que nos queremos alejar, pero que nos fascina.
P- Carme, en todo este camino del que me has estado hablando, yo era becario contigo cuando ya llevabas unos cuantos años en televisión. ¿Qué opinas de que venga un becario a entrevistarte?
R- Pero si no eres becario.
P- Bueno, tú tampoco eres ya solamente periodista. Voy a escribir periodista y escritora.
R- Me ha costado mucho admitirlo, ¿eh? Hasta la tercera novela no firmé como escritora, pero bueno, ya sí.