Año nuevo, vida nueva. O eso es lo que nos proponemos cuando toca tirar el calendario viejo y comprar uno nuevo. ¿Qué tendrá el sumarle un número al año para que nos propongamos dar un vuelco drástico a nuestra vida? Si tan descontentos estamos o tan claro tenemos que hay algo que cambiar, cualquier día del año debería ser válido para hacerlo, ¿no? Pues no, solamente podemos hacerlo a partir del 1 de enero, y para ciertos planes, siempre se puede pedir un aplazamiento hasta que pasen los Reyes Magos.
Tenemos dos tipos de propósitos de Año Nuevo: los del más y los del menos. Los del más: ahorrar más, leer más, hacer más deporte, llamar más a la familia, tener más vida social… Los del menos: beber menos alcohol, usar menos el móvil, discutir menos con (introduzca nombre aquí), trabajar menos, procrastinar menos… Todos muy loables, pero que en la mayoría de las ocasiones no llegan a Semana Santa.
Ahora, hasta el día de inicio del nuevo y mejorado tú, vas a exprimir tus “malos hábitos” hasta límites insospechados. Que fumas; por un par de paquetes más no pasa nada. Que bebes; pues no dejas ni el agua de los floreros. Que comes; te dedicas a ingerir cualquier alimento que pase por delante de tus ojos hasta que revientas. ¿No sería mejor dejar de ponernos metas inalcanzables que derivan en dinámicas insanas cuando no lo conseguimos? Quizás aprender a tratarse mejor a uno mismo, y no ponerse zancadillas mentales, sea el verdadero premio Gordo de la Navidad.
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Detrás de esta viñeta están Benjamín y Mercedes. Son padre e hija. Benjamín dirige el estudio Arquitectos San Lorenzo 8. Mercedes, diseñadora gráfica, trabaja en Brava Producciones. El texto queda a cargo de Paula, la hija mayor, que se dedica a la seguridad alimentaria. La idea de cada semana: un asunto de familia.