La Guerra de Gaza empezó en Beirut y acabará en Beirut
Israel ha vuelto a su política de eliminación selectiva de líderes terroristas como alternativa a las operaciones de castigo masivas, que tienen costes humanitarios y reputacionales inasumibles.
Aunque mucha gente data el inicio de la Guerra de Gaza en el 7 de octubre, la realidad es que comenzó algunas semanas antes. Concretamente, a finales de agosto, cuando se reunieron en Beirut destacados dirigentes de la Guardia Revolucionaria Iraní, de los hutíes, de Hamás y de Hezbolá.
En la capital libanesa se planificó y se coordinó la guerra que estos cuatro grupos libran hoy contra Israel en cuatro frentes diferentes.
Si bien es cierto que estos actores tienen aspectos comunes, son más las diferencias que existen entre ellos. Lo que verdaderamente les une, más allá de la retórica antisionista y antisemita, es su deseo de acabar con Israel. Porque Israel es (a pesar de Netanyahu) la única referencia democrática y moderna de todo Oriente Medio.
Al igual que le ocurre a Rusia con Ucrania o con las Repúblicas Bálticas, esta alianza heterogénea compuesta por Irán, Hezbolá, Hamás y hutíes trata de eliminar modelos regionales, como el israelí, que puedan servir de inspiración liberalizadora a sus ciudadanos en un futuro cercano.
Desde el 8 de octubre, Israel está combatiendo en el norte contra Hezbolá, en el este contra Irán, en el sur contra Hamás y en el sureste contra los hutíes. Este esfuerzo bélico está pasando factura a una sociedad abierta, democrática y occidental. Tras casi un año de guerra, el desgaste político económico y social se empieza a acusar.
Quizás esta razón sea la que ha llevado a Jerusalén a volver a su política de eliminación de líderes enemigos frente a otras opciones centradas en operaciones de castigo masivas con costes humanitarios y reputacionales inasumibles.
Importantes enemigos de Israel como Ismael Haniya (Hamás), Mohammed Deif y Saleh al-Arouri (Hamás), Fuad Shurk (Hezbolá) o Hussein Abdullah Mastoour (hutíes) han muerto en misteriosas operaciones ocurridas en lugares como Teherán, Beirut o Bagdad durante los últimos meses.
"Resulta llamativo el uso de dispositivos telefónicos como arma explosiva, ya que en febrero del año pasado, el líder the Hezbolá, el jeque Nasrala, ordenó dejar de usar los teléfonos móviles"
Aunque no existe confirmación, muchos apuntan a que estas acciones llevan el sello del servicio secreto israelí, algo que no está confirmado, pero que parece más que probable, puesto que muy pocos servicios secretos están capacitados para operaciones tan complejas.
Ayer asistimos a una de esas operaciones misteriosas. Al menos ocho importantes dirigentes de Hezbolá fallecieron por la explosión de sus dispositivos de búsqueda telefónica. Hoy se reportan nuevas explosiones de otros dispositivos electrónicos.
Resulta llamativo el uso de estos dispositivos telefónicos como arma explosiva, ya que en febrero del año pasado, el líder the Hezbolá, el jeque Nasrala, ordenó dejar de usar los teléfonos móviles como instrumento de comunicación entre los miembros del grupo terrorista libanés. Además del miedo a que las comunicaciones pudieran ser interceptadas, existía el temor a que los teléfonos móviles fueran utilizados como potenciales bombas.
Si bien es cierto que Jerusalén ni confirma ni desmiente su implicación, la muerte de varios miembros del grupo chiita libanés dificulta un enfrentamiento directo entre Israel y Hezbolá. Enfrentamiento que, para muchos, parecía inminente.
"La guerra que se ideó en agosto de 2023 en la capital libanesa puede concluir precisamente en Beirut"
Más allá del efecto positivo que pueda tener esta acción en el campo de batalla, Israel recupera prestigio en el campo de la seguridad y de la inteligencia, ya que los atentados del 7 de octubre pusieron en entredicho la capacidad de los servicios de seguridad israelíes a la hora de prevenir atentados terroristas como el cometido por Hamás.
En el plano político israelí, esta acción puede dar algo de oxígeno a un primer ministro cuestionado por su población, desafiado por su ministro de Defensa Yoav Gallant, a quien ha intentado destituir en varias ocasiones, aislado internacionalmente y sobre todo, muy discutido por los prestigiosos militares israelíes, que ven en la Operación Espadas de Hierro más sombras que luces.
Sólo el tiempo dirá si la acción llevada a cabo en el Líbano contra los miembros de Hezbolá retrasa o frena la ofensiva chiita del norte. La intensificación de este segundo frente complicaría mucho las operaciones que Israel está llevando a cabo en la Franja de Gaza. De producirse, pondría al Estado judío ante uno de los escenarios que siempre ha querido evitar: una guerra prolongada con varios frentes.
La guerra que se ideó en agosto de 2023 en la capital libanesa puede concluir precisamente en Beirut por haber sido este el lugar escogido por el eje terrorista para coordinar las acciones destinadas a la eliminación de la única referencia democrática, moderna y occidental que persiste en Oriente Medio: Israel.
*** Alberto Priego es profesor de Relaciones Internacionales de la Universidad Pontificia de Comillas.