La Ley Celaá y el traje del emperador
El sistema educativo español tiene un grave problema: los diseñadores de las leyes educativas no son los profesores que conocen la realidad de las aulas, sino los pedagogos y los políticos.
La educación española lleva ya unos cuantos trajes de diseño. Trajes confeccionados en los talleres de las facultades de Pedagogía con consignas de los políticos de turno, que se los encargan. Políticos que quieren vestir a su gusto la educación para imponer a la sociedad española un traje a su medida.
A la medida de ellos, claro, que para eso son mayoría.
El cambio en algunos contenidos y procedimientos no sería un gran problema para los profesores: que si la Religión es evaluable o no, o el número de materias suspensas para aprobar, o los contenidos, o las horas por materias, o los itinerarios, o las reválidas.
Las diferencias ideológicas se manifiestan en estas cuestiones, que son las instrucciones que los partidos políticos dan al lobby de sus pedagogos de confianza.
El problema para el profesorado no es sólo la falta de consenso que la sociedad española lleva décadas pidiendo.
Hay un problema del que no se habla: los diseñadores de los sistemas educativos no son los profesores que tendrán que coser el traje y usarlo. Los diseñadores son los pedagogos cuyo trabajo consiste en diseccionar el proceso de aprendizaje para deconstruirlo (que para eso vivimos en la posmodernidad).
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Es decir, romperlo en pedacitos llamados "situaciones de aprendizaje", "criterios de evaluación", "estándares", "competencias y objetivos", "rúbricas", "productos finales", "pruebas objetivas", "saberes básicos", "descriptores operativos".
Sin embargo, los profesores se llevan la peor parte del proceso creativo porque son los que tienen que terminar la última fase de la deconstrucción: ejecutar un diseño que encaje con la realidad del aula y su práctica educativa.
"Ni Harry Potter con todos sus conocimientos de las artes oscuras podría conseguir ajustar a la realidad esta nueva deconstrucción pedagógica llamada LOMLOE"
Así que con estas piezas que difícilmente se ajustan a la realidad de la educación el profesorado está obligado a hacer un vestido (la programación didáctica) que, inevitablemente, queda estrecho o ancho, corto o largo.
Incómodo, en definitiva. Imposible de llevar.
Eso sí, muy ricamente decorado con terminología especializada. Algo así como el vestido del niño pobre del poema de Juan Ramón Jiménez: "Le han puesto al niño un vestido / absurdo, loco, ridículo; / le está largo y corto; gritos / de colores le han prendido / por todas partes".
Este curso 2022/23, el profesorado ha empezado el nuevo montaje del diseño LOMLOE. Ya habíamos conseguido en cursos pasados recomponer el de la LOMCE (trabajito que costó). Ni Harry Potter con todos sus conocimientos de las artes oscuras podría conseguir ajustar a la realidad esta nueva deconstrucción pedagógica.
Pero estamos obligados, como funcionarios, a coser las piezas del decreto 243/22. Así que, finalmente, sacaremos el traje y la educación española irá vestida con su nuevo modelo teórico-ideológico. Modelo que, probablemente, tenga que cambiar la próxima temporada.
Más nos valdría entonces la desnudez del emperador, que, a fin de cuentas, liberaría a los profesores del yugo de la imaginación terminológica y conceptual de los pedagogos de turno.
*** Lola Villar es profesora de Filosofía en el Instituto Provincial de Adultos de Sevilla y doctora en Historia Contemporánea.