Hace unos meses caí en un artículo de Jonathan Haidt sobre cómo las redes sociales están disparando los casos de ansiedad y depresión en los adolescentes americanos, sobre todo entre las adolescentes americanas. Vino a decir que el empeoramiento de las cifras desde la pasada década deja pocos motivos para la duda y que es escandalosa la falta de medidas al respecto.
En el artículo que publicó The Atlantic se preguntaba cuántas pruebas más necesitan los padres, los profesores y las instituciones para intervenir. Aportó estudios donde se demuestra el daño psicológico que producen aplicaciones como Facebook, hasta el punto que probaba que quienes menos la usan gozan de mejor salud mental que los que se zambullen en ella durante horas.
Aportó también datos muy reveladores sobre el disparatado número de episodios nada ligeros de depresión entre las chicas de 12 a 17 años. Y la verdad es que los casos se han desatado desatado desde 2012, con el auge de las redes, hasta afectar a una cuarta parte de las adolescentes americanas en 2020. En los chicos no alcanza ni el 10%.
La reacción inmediata y natural es ponerlas en cuarentena y plantear algunas preguntas. ¿Basta con decir que has sufrido un episodio para que quede registrado, o requiere de un diagnóstico médico, serio, con rigor científico? ¿Cabe la posibilidad que haya tantos adolescentes deprimidos como antes, pero que haya ahora más concienciación sobre la importancia de tomarse en serio la salud mental?
Resulta que Haidt te responde, y te dice no sólo suben los casos de depresión. También los suicidios, en chicos y en chicas, y las autolesiones, específicamente en chicas. Y todo esto ocurre a la vez que crece sin parar el consumo masivo y diario de redes como Instagram.
Me pregunté por la situación en España. Me fui a las estadísticas y di con lo siguiente. En 2012, los hospitales de nuestro país registraron casi 1.000 ingresos por intentos de suicidio en jóvenes de 10 a 24 años. 336 eran chicos y 633 eran chicas. En 2020, este dato subió a 581 chicos y 1.511 chicas. Es más del doble.
¿Qué hay detrás de esto? ¿Qué explica esta pérdida de la esperanza, esta voluntad a veces impulsiva y a veces profundamente meditada de morir tan joven? ¿Son las redes sociales? ¿Es la falta de expectativas? ¿Por qué se agotan tan rápidamente las energías destinadas a la vida en tanta gente tan joven?
En este podcast entrevisto a Miguel Guerrero, coordinador de la unidad Cicerón de Prevención e Intervención en conducta suicida del Área Hospitalaria de la Costa del Sol, para dar con las respuestas.
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